Capítulo 37

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TODOS.

Lisa, Ruby, Nitty y Keanu se reunieron en el cementerio para despedir a Dylan.

Después de la muerte, todo había sido muy raro: ningún familiar había aparecido a llorar o reclamar su cadáver, y cuando ellos pidieron información en la universidad para poder conseguir su apellido y localizar a sus parientes, les habían informado que ese tal Dylan nunca estuvo inscrito.

Así que el entierro fue algo muy íntimo. Solo estaban ellos, un sacerdote que iba a hacer una oración protocolar y un sepulturero que esperaba la despedida para hacer su trabajo.

Todos reflexionaron sobre lo que Dylan hizo por cada uno.

Se dieron cuenta de que por más que el tiempo que tuvieron con él fue corto, también fue muy importante. Ahora sentían que todo había sido como un sueño, su existencia había pasado de forma efímera pero profunda para cambiar sus vidas para siempre.

Era como si hubiera aparecido para ayudarlos, porque muchas cosas se habían resuelto...

Keanu dio un discurso sobre cómo lo ayudó a socializar, a abrirse a las personas y dejar de esconderse detrás de la tecnología. Contó cómo Dylan le habló y lo incluyó en su proyecto sin esconder malas intenciones. Gracias a él descubrió que la novia que tenía y creía amar era una farsa.

Lisa soltó un sollozo en aquel instante y Ruby le dio la mano con una sonrisa, transmitiéndole fortaleza. Sentía que esa conexión que habían forjado a lo largo de sus vidas, se había pausado durante los últimos meses por culpa de Scott, pero ahora se volvía a reanudar como en sus mejores momentos. Lisa se secó las lágrimas con la manga de su suéter.

Keanu continuó. Dylan le presentó a Nitty, una chica de carne y hueso, que lo aceptaba como era. Nitty, sin soltarle la mano, le dio un beso en el hombro mientras lloraba. Keanu suspiró.

Todos venían acumulando amargura y cansancio desde que se habían llevado a Scott. El complejo entero se había enterado lo que había pasado y muchos diarios se habían acercado, mirones, a intentar sacar alguna nota de color. Incluso compañeros suyos los esperaban en la puerta de sus apartamentos para hacerles preguntas, buscaban a las gemelas por los pasillos o les tocaban el timbre ya que sabían que ellas andaban siempre con Scott.

Lisa y Ruby evitaban todo eso. Pero también perseguían a Nitty y Keanu al enterarse que habían estado con las chicas esa noche.

Eso los unió mucho más, y tal vez como un pacto silencioso, los cuatro decidieron que en lugar de quedarse con la tragedia y torturarse día a día, se quedarían con las cosas buenas de todo lo que cambió Dylan en sus vidas.

Ruby tomó la palabra. Admitió que al principio no le caía bien, sentía que estaba alejando a su hermana de ella y que él era la causa de sus peleas y desencuentros. Pero la realidad era que Scott las había separado y manipulado. La "intrusión" de Dylan les había ayudado a ver eso, lo tóxica que era su relación y que había algo mejor: la amistad de verdad.

Lisa la miró orgullosa y la abrazó de costado. Era su turno.

Le agradeció a Dylan por haberla sacado del círculo tóxico y oscuro que rodeaba su relación con Scott. Pero sobre todo por mostrarle lo que era el amor de verdad, sano y basado en la amistad, la complicidad y el compañerismo.

También le había abierto los ojos a los secretos que ocultaba Scott. Le presentó a Keanu y a Nitty, personas que ahora consideraba amigos. Al final, Dylan le había enseñado a mirar más allá de las apariencias y concentrarse en lo humano.

Lisa se tomó una pausa y finalmente dijo que ojalá hubieran tenido más tiempo.

Todos asintieron compartiendo la misma sensación. Después, de a poco los chicos y el sacerdote se empezaron a ir.

Quedaron Ruby y Lisa porque era difícil para Lisa alejarse. Ruby lo entendió, pero tras horas, todavía con pesar, le dijo que era hora de volver porque estaba cayendo la noche.

Lisa asintió, aunque admitió que necesitaba un último momento a solas. Ruby la abrazó con todo su cariño y, ahí mismo, entendieron también que volvían a estar conectadas para siempre.

Al estar a solas, Lisa se puso a llorar en silencio. El enterrador, que era el único que quedaba además de ella porque su trabajo sería sellar la tumba, la miraba, inexpresivo. Lisa pensó que para él sería un día de trabajo como cualquier otro, pero para ella era un antes y un después en todos sus años de vida. No sabría cómo volvería a vivir sin él, pero sabía que ya no era la misma y que ahora era una mejor persona.

Aunque, de repente, el enterrador, parado con la pala al lado, cambió su forma y se transformó en Dylan.

Primero, Lisa no creyó lo que estaba viendo. Asumió que el cansancio y el dolor le estaba deformando la realidad, pero tras parpadear varias veces, atónita, entendió que no era un engaño. El cuerpo y el rostro ya no eran los de otro hombre. Eran los de Dylan.

Su Dylan.

El mismo que había visto muerto.

Lisa abrió la boca para preguntar cómo era posible, pero no pudo hacerlo por el shock. De hecho, estuvo a punto de desmayarse de la impresión, pero él le hizo un gesto de silencio con las manos y la miró dulcemente para calmarla.

—Ven conmigo —le pidió. 

El misterio de Dylan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora