Capítulo 2

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—Tres whiskys bien cargados. —Le pide Julia al camarero cuando se acerca a nuestra mesa.

—No me apetece beber. Además, aquí todo es carísimo —protesto.

—No te preocupes, hoy pagamos nosotras. —Nerea no tarda en salir a su encuentro—. ¡Vamos a pillarnos la cogorza del siglo!

—Pero...

—Nada de peros —dicen a la vez y, resoplando, cubro mi cara con las manos.

—Pero es que no quiero. ¿Cómo os lo explico ya?

—Pues vas a tener que querer —ríen y niego vencida. Son imposibles y no tengo ánimo para discutir.

Dos horas después me sorprendo disfrutando con ellas. Con la primera copa han tenido que insistir, pero la segunda me ha entrado como el agua, y qué decir de la tercera. Son un par de locas, pero debo admitir que, a veces, aunque no sea de la mejor de las maneras, saben lo que se hacen. Casi están logrando que me olvide esta noche de todos mis problemas.

—¡Mira! —Julia, desternillada, señala a un chaval de unos treinta años disfrazado de Cupido— ¿Habéis visto a ese tío de ahí? —Nos giramos y las tres carcajeamos a la vez.

El chico, ajeno a nuestros comentarios, finge lanzar flechas a los clientes del pub mientras ríe con sus amigos.

—¡Dios Santo! ¡Está buenísimo! —Nerea siempre se fija en lo mismo, aunque esta vez debo admitir que también lo he hecho yo. La verdad es que el chaval tiene un físico impresionante y, para que nos vamos a engañar, la genética ha sido muy generosa con él. Es guapísimo.

—Sí que lo está —Julia comienza a babear mientras se pone de pie.

—¡Eh! ¿Dónde vas? —Casi que me lo estoy imaginando, pero no quiero creerlo.

—A conocerle —ríe y Nerea se levanta también.

—Oye... No. ¡No me dejéis sola!

—¿Sola? De eso nada, ¡tú te vienes! —Ambas tiran de mí hasta la barra— ¡No seáis cabronas! —Mi rostro se tiñe de rojo a medida que nos acercamos— ¡No me hagáis esto! ¡Acabo de romper mi relación!

—Pues por eso —bromean y cuando estamos a escasos metros, veo que están pagando para marcharse y dejo de resistirme. Al menos esto no les va a salir bien.

—Jo, ¡qué mala suerte! —Julia se lamenta a la vez que me suelta y aprovecho para volver a nuestra mesa. Un par de segundos después, ellas también regresan y se acomodan conmigo.

—Me hubiese encantado conocerle. —Suspira Nerea sin apartar la mirada de la puerta y solo cuando desaparecen tras ella, nos devuelve la atención.

—Una pena —finjo lamentarme—. Lástima que esos chicos tengan cosas más importantes que hacer que aguantar a dos zumbadas.

—Tres —replican.

—Yo no estoy zumbada... —Me defiendo y cuando el camarero se acerca para retirar nuestras copas vacías, Nerea aprovecha para pedirle otra más.

Una hora después y, mientras estamos dándolo todo en la pista de baile, algo me golpea en la espalda, sin embargo, decido ignorarlo. Un par de minutos después vuelve a pasar lo mismo y obro de la misma manera; ahora que por fin he logrado desinhibirme y olvidarme de todo, no quiero salir de mi estado.

De pronto, los ojos de mis amigas se abren como platos y, aunque estoy bastante borracha, sé que algo pasa, así que no dudo en darme la vuelta. Yo también quiero ser testigo de lo que sea que estén viendo. Al hacerlo, mi rostro choca contra algo tan duro como suave y me aparto con rapidez.

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now