Capítulo 58

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Varias semanas después

Los días pasan sin que nos demos cuenta y es que todo va tan bien, que no podemos sentirnos más afortunados. Está claro que después de la tormenta siempre llega la calma, aunque Nicolle y su familia no deben estar pensando lo mismo. Todo indica que su condena será larga, al igual que la indemnización que tendrán que pagar, que casi doblará la cantidad que invirtieron en la empresa, pero como todo el mundo sabe, la justicia es lenta y para eso tendrán que esperar. Por suerte, la campaña continúa en alza y, si todo sigue como hasta ahora, no tendrán que volver a pasar por lo mismo nunca más. Parece que todo el mundo quiere tener un trocito de la empresa de los coches más lujosos de Europa. Todavía recuerdo cómo lloramos todos al descubrir que las primeras acciones las compraron sus mismos empleados. Fueron ellos quienes en diferentes grupos, corrieron la voz para evitar que la empresa terminase en la ruina. Estamos seguros de que sin su ayuda, jamás hubiésemos conseguido ese capital en tan poco tiempo y es por eso que Valentin y su padre han decidido repartir gran parte de las ganancias entre todas esas familias. Daría lo que fuese por ver sus caras cuando vayan a cobrar la mensualidad y es que, cada día estoy más convencida de que el universo está conectado. Todo lo que das, vuelve siempre multiplicado. Cuidaron a sus empleados y estos, en cuanto han visto la oportunidad, se lo han devuelto con el mismo cariño. Así que, como siempre dice mi padre: es mejor no ir esparciendo espinas por el camino, por si algún día tienes que volver descalzo.

—¿En qué piensas? —Me pregunta Valentin al sorprenderme sonriendo.

—En lo muchísimo que te quiero. —Doy un paso hacia él y me rodea con sus brazos, aunque solo en parte, porque la barriga no nos deja acercarnos demasiado. El bebé cada día crece más y mi cintura parece un tonel.

—Eso me gusta... —Me roba un beso, después otro y otro más. No se ha separado de mí ni un instante desde que volvimos de su maltrecha boda. Lleva desde entonces teletrabajando desde casa y no parece echar de menos Francia—. ¿A qué hora tienes la consulta con la ginecóloga? —ronronea en mi cuello.

—En un par de horas, todavía tenemos tiempo para... —Levanto las cejas y antes de que pueda terminar de insinuarme, me corta.

—Ah, no. Ya te dije que hasta que no nazca el bebé, nada de nada. —Lleva días sin querer mantener relaciones conmigo. Se está obsesionando con el bebé—. No quiero hacerle daño.

—¡Vaya autoestima, machote! —exclama Nerea desde el pasillo—. Ni que tuvieses por pene una baguette...

—Oh, Dios mío —carcajeo. No sé si por la vergüenza de que nos haya escuchado o por su ocurrencia.

—¡Qué sabrás tú si no me lo has visto! —Le responde y espero la vuelta.

—Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Seguro que la tienes como un cacahuete.

Valentin resopla para que le escuche.

—Está bien, Nerea. No puedo competir contigo. Mi pene es pequeño, pero muy juguetón. ¿Verdad, Valeria?

Intento responder, pero un calambre en los riñones me saca por un momento de la conversación.

—¿De qué pene habláis? —Marcus interrumpe su pelea. Vino esta mañana a verla y llevan toda la tarde cerrados en su habitación.

—Del tuyo no, campeón —le responde y escuchamos a la perfección cómo le da un azote en el culo—. Haces honor a la sangre africana que llevas. —Estallamos en risas sabiendo que su abuelo era senegalés y de ahí el color de su piel.

El timbre nos interrumpe y cuando Valentin se aparta de mí para abrir la puerta, el calambre vuelve, pero dura poco y no le doy importancia. Habla con alguien y regresa con una caja.

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now