Capítulo 36

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—Oh, Dios mío. ¡Esta loca va a hacer algo! —exclamo cuando por fin logro reaccionar—. No tiene filtro. Debemos detenerla. —Abro mi puerta para ir tras ella y de pronto un coche pita a nuestro lado.

—¡Espera! —Me pide Julia—. Aquí no podéis bajaros. —Gira el volante y conduce hasta una calle paralela. Se aparta en el primer hueco libre que ve y detiene el motor.

Salimos del coche mirando en todas direcciones y no la vemos.

—¿Por dónde se ha ido? —Le pregunto a Julia y me mira preocupada.

—Confiaba en que tú lo supieras... —resopla.

—Joder —espeto y sacando mi teléfono, busco su número. Lo marco y no obtengo respuesta—. Valentin, tú deberías irte ya. Es casi la hora y todavía tienes que prepararte. —Asiente mirando hacia el hotel. Lo tenemos tan cerca que se ve perfectamente desde donde estamos.

Un hombre trajeado, de unos cuarenta años, sale corriendo del interior y le observamos extrañados. Cruza la calle como si la vida le fuese en ello y desaparece entre los coches.

—Uff... ese tipo debe haber robado algo —comenta Julia justo cuando otro hombre, esta vez de mayor edad, hace lo mismo—. O quizás... estaban buscando datos de algún hospedado y los han sorprendido —carcajea guiñándome un ojo y no puedo evitar reír con ella. Nunca debí ceder a algo así, pero reconozco que, después de todo y, aunque casi acabamos en la cárcel, fue bastante divertido.

Al pensar en la cárcel recuerdo de nuevo las palabras de Nerea y la preocupación regresa a mi cuerpo. Me giro para tomar la calle donde la perdimos de vista, y al intentar cruzarla, un coche de policía conecta todas las sirenas, asustándome.

—¡Cuidado! —Valentin me sujeta cuando por la impresión, estoy a punto de caer al suelo.

—¿Qué coño está pasando ahí? —Julia arruga su frente y levanto la vista para mirar en la misma dirección que ella.

—Guau... Debe ser algo grave —digo al ver a cientos de personas saliendo del hotel visiblemente alteradas.

—Mierda... —Valentin, preocupado, saca su teléfono—. Tengo que llamar a mi padre. Está dentro.

Se aleja unos metros para intentar reducir los sonidos que se están formando a nuestro alrededor y cuando regresa, lo hace nervioso.

—¿Qué ocurre? ¿Está bien? —Su seriedad me preocupa.

—Sí, sí. Está bien. Parece que están desalojando el hotel...

—¿Qué? ¿Por qué? —Antes de que pueda responder, llegan más coches de policía, junto a un par de ambulancias y comienzan a rodear el edificio.

—No tiene ni idea, solo les han pedido que desalojen. —Se pone de puntillas como si estuviese buscándole.

—Chicos, ¿qué hacéis aquí? ¿Por qué os habéis bajado del coche? —Nerea habla a nuestra espalda.

—¡Nerea! ¿Dónde coño te habías metido? —Julia es la primera en reñirle—. ¿Cómo se te ocurre largarte después de decir esa gilipollez?

—¿Tú sabes lo preocupadas que nos has dejado? —refuerzo su reprimenda mientras que, dos coches más de policía y otro de bomberos pasa por nuestro lado a toda velocidad.

—A hacer una cosa...

—¿Qué? —preguntamos a coro. El fuerte sonido no nos permite escucharla.

—¡A hacer una cosa importante! —grita.

—¿El qué? —Cruzo mis brazos. Ya puede tener una buena excusa porque no ha sido nada gracioso lo que ha hecho.

—Ganar tiempo.

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now