Capítulo 18

6.3K 671 86
                                    

A la mañana siguiente me pasa lo mismo que la anterior y abro los ojos antes de que amanezca, con la única diferencia de que, en vez de revisar mi teléfono esta vez, me quedo mirando al vacío pensativa. Las chicas, con la tranquilidad de saber que ya estaba acompañada, se tomaron el día para disfrutar y eso me ayudó a sentirme bien, o al menos no como una carga. No hubiesen dudado en sacrificarse por turnos, como estuvieron a punto de hacer, solo para quedarse conmigo.

Valentin y yo pasamos todo el día juntos, incluso se atrevió a hacerme la comida, no sin antes preguntarme qué ingredientes podía digerir mejor y, como es normal, no dejó de extrañarse al ver que puedo comer de todo. Si esto dura mucho más, comenzará a sospechar. ¿Cuándo un problema digestivo, sin restricciones de ningún tipo, te provoca un reposo absoluto? Esto no tiene pinta de salir bien.

Durante la tarde y, mientras hablábamos de nuestras cosas, estuve tentada a contárselo un par de veces, pero por alguna razón, sentí miedo. Su personalidad me tiene encantada y, como dijo Julia, quizás debería esperar un poco más, sobre todo, porque ahora que estamos congeniando tan bien, tengo miedo de asustarle y perder su amistad... Pero, ¿y si lo que pierdo es al bebé? Necesito antes estar segura de que mi embarazo va bien y después ganarme un poco más su confianza. Al menos para tener la certeza de que no saldrá corriendo sin más. Sé que no quiere tener hijos, ya me lo dijo, y es por ello que debo asegurarme de que no cerrará sus oídos cuando escuche lo que le tengo que contar. En ningún caso buscaré ni le pediré que se haga cargo de él y debe permitirme hablar al menos hasta llegar a esa parte. Después que decida lo que quiera. Es un tipo encantador y me gustaría que mi futuro hijo llegase a conocerle, aunque solo fuese como amigo de su madre. Es inteligente, divertido y, de momento, sabe escuchar. Ya veremos qué ocurre después, pero a priori parece un buen referente.

«Ojalá se lo tome bien», pienso a la vez que acaricio mi barriga y contengo la respiración al notar un pequeño movimiento. «Si él no te quiere, yo sí lo haré». Retiro las sábanas de mis piernas y voy hasta el baño. Necesito saber cómo está todo ahí abajo.

Aliviada compruebo que no he vuelto a manchar y, apretando mi puño, doy gracias al cielo. Si la cosa estuviese yendo mal, estoy segura de que lo notaría, así que de momento puedo respirar tranquila. Me ducho con rapidez para estar el menor tiempo posible de pie y, al salir del baño, Julia ya está despierta y se preocupa.

—¿Alguna novedad?

—Ninguna —sonrío—. Todo parece estar en su sitio.

—Quizás sería bueno que llamases a la doctora para que te vuelvan a valorar. Sería una pena que estuvieses ahí tumbada todo el tiempo sin necesidad. Dijo que te levantaría el reposo cuando desapareciese el sangrado.

—Uff, no sé. Tenía la consulta llena. Ya fue un milagro que nos hiciese hueco antes de que nos marchemos.

—Por intentarlo no vas a perder nada.

—Tienes razón.

Hablamos durante varios minutos más y, cuando llega una hora prudencial, marco su teléfono.

Tras explicarle que el manchado ha desaparecido y que en ningún momento he sentido dolor, revisa su calendario y con sorpresa me cita para dentro de unas horas. Alguien ha anulado su consulta y no duda en agendarme en su lugar. Nos despedimos y, al colgar, choco las manos con Julia. No he podido tener más suerte.

Mientras baja a desayunar con Nerea, reviso mi teléfono y veo que Valentín me ha escrito, pero al tenerlo en silencio, no me he dado cuenta hasta ahora.

*Bonjour Valeria. ¿Cómo has amanecido esta mañana?

Con una gran sonrisa en la boca, le respondo.

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now