Capítulo 22

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A medida que pasa la tarde, la madre de Valentin le llama y desde el pasillo le escuchamos discutir. Se queja de que la cena es una encerrona y aunque protesta mil veces, finalmente accede. Por la forma en que ha ido corrigiendo el tono, intuyo que le ha dicho algo importante porque ha pasado de negarse en rotundo, a no quedarle más remedio que aceptar.

Cuando llega la hora de cenar, Valentin se despide de todos y, asegurándose de que nadie nos ve, se acerca a mí con disimulo y deja un beso en la comisura de mis labios.

—Nos vemos en un rato. —Me guiña uno de sus grandes ojos antes de marcharse y, sin darme cuenta, sonrío embobada mientras dejo salir el aire de mi pecho.

—Fíjate, Nerea. —Julia me descubre y maldigo para mis adentros—. Valeria está suspirosa —ríen.

—Siempre estáis igual. —Chasqueo mi lengua—. Una ya no puede ni respirar tranquila porque la acusan de cualquier cosa.

—Una cosa es respirar y otra lo que acabas de hacer. —Coloca la mano en su pecho y exagera lo que yo he hecho—. Te pareces a Pepé Le Pew, la mofeta acosadora y pervertida que se pasaba el día suspirando por Penélope Pussycat.

—¡Y además era francés! —Nerea alza la voz emocionada—. ¡Ah, el amor! —Le imita—. Vive le amour!

—¡Yo no lo acoso! ¿De dónde sacáis eso? —río—. Dejadlo ya, pesadas. Os recuerdo que Marcus está en la cocina y os puede escuchar.

Media hora después y, mientras cenamos, lo hacemos en silencio. Los cuatro sabemos el mal rato que debe estar pasando Valentin y nos apena no poder hacer nada para evitarlo.

—Marcus —Nerea comienza a hablar—. ¿Crees que la madre le ha obligado a ir para intentar que vuelvan? —Como siempre, tan discreta.

—No me cabe duda —pronuncia mientras mastica.

—Pero, ¿por qué se mete así? Es a Valentin a quien le corresponde tomar esa decisión.

Julia y yo miramos atentas. La verdad es que todo esto nos intriga.

—Cosas de ricos —bromea para evitar seguir hablando.

—¿Tan rico es? —No se da por vencida.

—¿Qué si es rico? —Lanza una risotada al aire—. Más de lo que puedas imaginar. ¿Quieres ese trozo de pan? —De nuevo busca darle un giro a la conversación, pero Nerea, que tiene menos vergüenza que un gato en una carnicería, continúa.

—¿Tiene algo que ver su dinero con lo que está pretendiendo hacer su madre?

—Em... —pestañea confuso al notar que mi amiga va directa al grano—. No lo sé... quizás. No lo sé. Luego le preguntas a él —responde prudente.

—Pues yo estoy segura de que sí. —De un sorbo, Nerea se bebe medio vaso de vino y lo deja sin cuidado sobre la mesa—. Apesta a interés. ¿Verdad? —Nos mira buscando nuestra respuesta.

Julia y yo, al no saber qué decir, agachamos la cabeza e ignoramos su pregunta.

El sonido del teléfono de Marcus interrumpe la conversación y doy gracias al cielo. La situación se estaba volviendo demasiado intensa. Definitivamente, Nerea no tiene filtro.

—¿Qué pasa, Valentin? —Escucha y le observo atenta. No deja de preocuparme el cómo pueda estar sintiéndose. Odiaría que alguien me hiciese algo parecido a mí, y más si fuese mi madre—. Sí, ya estamos acabando. ¿Todo... bien? —Arruga sus cejas mientras oye lo que le dice—. Claro. Aquí te esperamos.

Cuelga y nos mira.

—¿Qué ocurre? —Nerea vuelve a la carga, sin embargo, esta vez se lo agradezco. Yo también quiero saber, pero soy demasiado tímida para hacer lo que ella.

Cupido, tenemos que hablarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora