Capítulo 43

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Nerviosa, corretea de un lado para otro sin atreverse a descolgar.

—Mierda, mierda, mierda... ¡Es que lo sabía! ¡Sabía que te iban a encontrar! —Lejos de ayudar, Valeria la altera aún más.

—Dios mío... ¿Qué le diré a mi familia? Tú. —Me señala—. ¡Todo esto es por tu culpa!

—¿Mía? —La miro con asombro. No puedo creer lo que acabo de oír—. Yo nunca te pedí que hicieses algo así —reclamo.

—Espero que al menos cumplas con tu promesa y pagues mi fianza. —Descuelga—. Buenos días —responde temblorosa—. Sí, soy yo. —Nos mira—. Sí. —Pestañea mientras escucha—. ¿Cómo? —Arruga su frente y la miramos intrigados—. ¡Aaah! —Coloca la mano sobre su pecho—. Entonces, ¿el jueves de la semana que viene a las once? —Me mira—. De acuerdo. Allí estaré. Gracias por avisarme. —Cuelga y como si no se creyese lo que acaba de pasar, inspira profundamente antes de hablar—. Era para cambiarme la fecha de la renovación del pasaporte. —Se sienta sobre la cama, coge uno de los libros que Valeria tiene sobre la mesilla y comienza a abanicarse con él—. Casi me da algo.

—¡Uh! —Lanzo un pequeño grito de alivio y Marcus hace lo mismo

—Madre mía... —Valeria apoya sus manos en las piernas. No gana para sustos con ella—. Menos mal...

—Yo ya estaba marcando el número de mis abogados —bromeo con intención de relajar el ambiente, pero solo me ignoran.

—De momento te has librado. —Marcus interviene—. Dime por favor, que no se te ocurrió llamar desde tu teléfono.

—¿Cómo voy a hacer eso? —espeta molesta.

—¿Y desde dónde llamaste entonces? —se preocupa—. Porque si lo hiciste desde una cabina, no tardarán en dar contigo. Hay cámaras por todas partes.

—Pues por eso no lo hice —replica en tono burlón.

—¿Y cómo lo hiciste entonces? —Mi curiosidad crece por momentos. Si no llamó con su teléfono, ni tampoco desde una cabina, ¿cómo diablos lo consiguió?

—Con la ayuda de un señor que pasaba por allí.

—¿Qué? —Los tres la miramos con desconcierto. Con cada respuesta nos sorprende aún más.

—Le dije que mi teléfono se había quedado sin batería y que si me prestaba el suyo para hacer una llamada y me dijo que sí.

—¡Joder! —exclamo y Valeria la observa inmóvil.

—¿De verdad me creéis tan tonta? Porque esto ya me ofende. —Se queja a la vez que cruza los brazos a la altura de su pecho.

—Ahí no le falta razón. —Marcus la defiende—. Mi chica es muy lista y sabe bien cómo hacerle cargar con las culpas a otro. —Pasa un brazo por encima de sus hombros y Nerea, sin entender su sarcasmo, sonríe satisfecha.

—¿No sientes remordimientos por ese hombre? —le pregunta Valeria—. Le has buscado un problema.

—¿Un problema? ¿Por qué? Ya estás con tus dramas, hija.... Solo tiene que contar la verdad y quedará libre de toda pena. —Sacude su pelo hacia atrás como si la conversación no fuese con ella y se coloca los pendientes—. Vayamos a comer algo por ahí. Tengo hambre y necesito un poco de aire.

—Yo no puedo —Valeria se disculpa—. En una hora tengo cita con mi ginecólogo. Hoy me toca ecografía. —Acaricia su barriga.

—¿Ecografía? —Mi corazón da un salto—. ¿Puedo... ir contigo? —Sé que es mi hijo, pero al ser Valeria quien se hará cargo de todo, siento que debo pedirle permiso.

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now