Capítulo 32

5.7K 600 97
                                    

—Valentin, ¿estás bien? —Asustada, toco su hombro y ni siquiera pestañea—. Valentin...

Mira al suelo, como si estuviese en otro lugar y lentamente eleva sus ojos hasta los míos.

—Esto es raro —dice por fin y ahora quien le mira expectante soy yo—. Confiaba en que fuese mentira.

—¿Cómo? —Parpadeo confusa.

—Tu embarazo. Confiaba en que fuese mentira.

—Pero... ¿Cómo? ¿Acaso ya... lo sabías? —No entiendo nada.

—Sí... —Su rostro, pálido, comienza a teñirse de rojo y no sé cómo interpretarlo. Su mentón está tenso, pero su mirada se ve triste.

—¿Quién te lo dijo? ¿Tu madre? —Me muevo inquieta. Necesito saber de dónde ha sacado esa información. ¿Será que su madre ha decidido finalmente contárselo? ¿O que Marcus nos ha traicionado?

—¿Qué? ¿Mi madre lo sabe? —Sus ojos se abren con sorpresa.

—Em... sí...

—¿Cómo que mi madre lo sabe? —Se pone de pie—. ¿Por eso estabas en su consulta? —Comienza a atar cabos.

—Sí... Cuando llegué a Francia, comencé a manchar y me asusté, así que decidí acudir a un ginecólogo. En esa zona, era la única que hablaba español y nos decantamos por ella... Fue todo producto de la casualidad.

—Así que lo sabe... —Sintiéndose traicionado, se cubre la cara con las manos y mientras resopla, aprovecho para lanzarle la pregunta una vez más.

—¿Quién te lo ha dicho, Valentin?

—Eso ya da igual. No solucionará nada. —Aprieta sus labios, molesto—. Lo sé y ya está, pero necesitaba escucharlo de tu boca. —Niega con la cabeza—. Esto es increíble... No puedo creer que mi madre, sabiéndolo, me lo haya ocultado cuando hubiese sido el detonante perfecto para que me olvidase de ti.

—Yo tampoco lo entiendo... —Con esa frase vuelve a confirmarme su repulsión hacia los niños. No mentía cuando me lo dijo.

—¿De cuánto tiempo... estás?

—Diecisiete semanas.

Un silencio incómodo se instala entre nosotros.

—¿Sabes? —Lo rompe tras varios segundos—. Algo dentro de mí no me permitía terminar de creerlo. Tenía la esperanza de que... —Vuelve a negar con la cabeza—. No entiendo nada, Valeria, ¿por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué decidiste esconderme algo tan importante?

—No... No vi la oportunidad... No me atreví —confieso cabizbaja—. La verdad es que ni siquiera tenía pensado decírtelo. Quise tomar la decisión sola, pero mis amigas insistieron en que debías saberlo y me costó entender que tenían razón...

—Claro que tenían razón. —Me interrumpe—. ¿Cómo pretendías ocultarme algo así? ¿Y si hubiésemos llegado a más?

—No quería darte el disgusto.

—¿Y crees que ocultándomelo me librarías de él? Por el amor de Dios, Valeria. ¿Cómo coño pensabas hacerlo? ¿Diciéndome que eran gases?

—¡No lo sé!

—Pero ¿en qué cabeza cabe? —Levanta la voz—. Perdóname, Valeria —dice al darse cuenta y pasea nervioso por el salón—, pero es que esto cada vez se vuelve más raro y aunque intento no pensar mal, en mi cabeza no cabe otra cosa. —Traga saliva y aprovecho para hablar.

—Ya te he dicho que no tienes ninguna obligación. No le des más vueltas. Si no quieres formar parte de esto, solo tienes que decirlo.

—Sí, eso me ha quedado claro, pero... es que sigo sin entenderlo. —Peina su cabello hacia atrás—. Empecemos desde el principio, ¿vale? Y explícamelo como si fuese tonto, porque siento que me voy a volver loco. —Asiento—. Te enteras de que estás embarazada y vienes a Francia a buscarme, ¿por qué?

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now