Capítulo 8

6.8K 697 95
                                    

Con el paso de los días comienzo a sentirme algo mejor y, aunque todavía no sé qué decisión tomar respecto al bebé, poco a poco voy aceptando la situación y me esfuerzo por llevar una vida normal. Aparte de volver a trabajar, paso horas junto a mis amigas buscando en internet información sobre el tal Paul Renard, pero los únicos nombres que encontramos idénticos al suyo, son los de alguien que pintaba cuadros hace más de cien años y la mayoría de imágenes que aparecen en las galerías de los buscadores, son de concesionarios de coches o de personas mayores que poco o nada tienen que ver con él.

—Esto es inútil. —Me echo hacia atrás vencida y con una de mis manos masajeo mi vientre. No sé si será mi percepción, pero en apenas dos meses de gestación, ya noto la piel tirante.

—No quisiste darle tu número cuando te lo pidió, así que ahora nos toca apechugar —Julia protesta.

—Pues haberle dado el tuyo —replico de mala forma.

—Hostia... —Nerea nos interrumpe y la miramos a la vez—. Creo que... —Coloca su mano en la sien y como si estuviese pensando en algo, cierra con fuerza sus ojos.

—A ver si te vas a herniar —bromea Julia.

—Calla, ¡calla! Estoy teniendo un flashback. —Se pone de pie y la observamos mientras busca algo en su bolso. Saca el teléfono, lo desbloquea y fija la vista en la pantalla.

—¿Qué buscas? —Pregunto curiosa.

—¡No me hables ahora! Acabo de recordar algo, pero no sé si lo he soñado o es verdad. Espera que reviso mi agenda: Alberto calvo, Alberto el macizo, Benito cochazo, Boris gatillazo, Carlos mediofloja... Diego vasectomía —Lee en alto—, Darío taller, Eugenio depilado, Gustavo polvazo...

—Nerea, ¿qué clase de agenda es esa? Espero que no pierdas nunca el teléfono porque no pienso ayudarte a buscarlo.

—¡Calla, joder! —Continúa—. Miguel no llamar más, Nicolás micropene, Negro... Oliver huevos sensibles... ¡Negro! —repite mirándonos con los ojos muy abiertos.

—¿Qué? —preguntamos al no saber qué nos quiere decir.

—¡Negro! —vuelve a exclamar como si fuese obvio, sin embargo, seguimos sin entender nada— ¡NEGRO, COÑO! —Abre sus manos con las palmas hacia arriba como si fuésemos tontas.

—¿Qué tienes el coño negro? —Cada vez entendemos menos.

—¡No! ¡El negro!

—Pero, ¿qué estás diciendo? —pregunto cansada. O habla de una vez o acabará alterándome.

—Su amigo, el negro, el chico de color que estaba con Cupido en el pub.

—¿Eh?

—¡TENGO SU TELÉFONO! —Grita y nos lo muestra.

—¿Cómo que tienes su teléfono? ¿Lo has tenido todo este tiempo?

—¡Sí! Me lo dio después de acostarme con él.

—¿Qué? ¿Te acostaste con él?

—Sí, en el sofá, mientras todos dormíais en el hotel.

—¿En el sofá? —Julia no da crédito a lo que está oyendo.

—Deja de repetir lo que digo, pareces un loro...

—¿Me estás diciendo qué te acostaste con él en el sofá en el que yo estaba durmiendo? ¡Porque solo había uno en esa habitación!

—No te pongas así, estabas tan borracha que ni siquiera te enteraste.

—¡Nerea! ¡Estábamos a centímetros una de la otra!

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now