Capitulo 51

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Cuando bajo del avión, todavía me tiemblan las piernas. No me puedo creer que esté haciendo esto. Durante el viaje he sentido remordimientos y, sobre todo, he tenido miedo. ¿Y si por mi imprudencia los descubren? ¿Y si les hacen daño? Con la duda latente todavía, por mi cabeza pasa varias veces la idea de regresar a Francia, pero ansío tanto estar con ella, que el cuerpo no me deja.

Ni siquiera me he atrevido a avisarla para que no quedase reflejada la llamada. Después de todo lo que he visto y escuchado en las últimas horas, no me extrañaría que me hubiesen pinchado el teléfono. Por precaución, decido apagarlo para evitar que alguien pueda dar con mi ubicación y con el único deseo de estar con Valeria, no pierdo ni un solo minuto más.

Al salir de la terminal, detengo un taxi y le recito al conductor su dirección, que para no dejar pistas grabé en mi mente junto a todos los recuerdos que atesoro con ella.

A medida que nos acercamos, el corazón me late cada vez más rápido y en cuanto se detiene en su puerta, contengo la respiración. Sabía que algún día vendría a verla, lo que no esperaba era hacerlo tan pronto.

En el momento en que abro la puerta, escucho gritar a Nerea y al mirar hacia la casa, la veo asomada en una de las ventanas. Hace tanto calor que las tienen todas abiertas.

—VALERIAAAA —Vocea—. ¡Valeriaaa!

«Adiós a la sorpresa», me digo.

—¿Qué coño te pasa ahora? —Al reconocer su voz, río. Parece cabreada por los gritos.

—¡Tienes un paquetón en la puerta! ¡Abre! ¡Corre! —Miente y carcajeo al caer en el doble sentido. Esta mujer es un circo.

—¿Un paquete? Yo no he pedido nada.

—¡Oh, sí! Seguro que esto se lo has pedido a Dios todas las noches.

—¿A Dios? Cada día estás más zumbada. Vas a tener que plantearte ir al psiquiatra.

Río de nuevo al escucharlas y convertido en un manojo de nervios, me coloco frente a la casa. Apenas un minuto después, la puerta se abre y Valeria, más hermosa que nunca, aparece al otro lado. Me mira, pestañea incrédula y mi corazón, frenético, amenaza con salirse de mi pecho.

—¿Val... Valentin? —No se atreve ni siquiera a mover un dedo—. ¿Valentin? —repite una vez más y al ver que sonrío, grita mi nombre— ¡Valentin! —Cubre su boca con las manos y una punzada de rabia me atraviesa por dentro, cuando, desconcertada, mira en todas direcciones sin atreverse a venir hacia mí. Sabe que no debería estar aquí—. Eres tú... —Llora y tengo que ser yo quien se acerque a ella para fundirnos en un fuerte abrazo.

En el instante en que su dulce aroma penetra en mis fosas nasales, algo en mi pecho se expande y la grata sensación de que estoy en casa me embarga. La estrecho aún más contra mi cuerpo y cuando su enorme barriga hace tope contra la mía, no puedo sentirme más feliz. Definitivamente no hay nada mejor que abrazar a las dos personas que amo a la vez.

—Me haces tanta falta, Valeria —susurro contra su cuello y permanecemos así varios minutos más.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que has venido? —me pregunta apartándose y el vacío que eso me provoca, me obliga a besarla. Es tal mi necesidad, que todo lo que no sea ella me importa una mierda.

—Me urgía respirar, Valeria —balbuceo contra su boca—. Y solo tú puedes darme el oxígeno que necesito. Me estoy muriendo sin ti. —Vuelvo a besarla y ella hace lo mismo.

—¿Y... esto? —Julia, asombrada, habla a nuestra espalda. Por supuesto ella tampoco sabía nada—. ¿Qué está pasando aquí?

—¿Acaso no lo ves? —Nerea no tarda en responder—. Al demonio de Nicolle solo le faltaban los cuernos y parece que ya le están saliendo.

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now