VII.

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VII.

Miles no está aquí, Shawn, ¿por qué no volvemos a casa? Puedes quedarte en mi apartamento si no tienes otro sitio en el que pasar la noche —hablé cuando giramos en una esquina por quinta vez esa noche.

—Deberíamos revisar los bares, suele beber de vez en cuando. —Aparqué el coche en el primer sitio libre que encontré y ambos nos bajamos de este.

—Dos bares, si en dos bares no le hemos encontrado nos vamos a casa, ¿vale? Este sitio no me da buena espina.

—Por eso sé que Miles tiene que estar aquí. —Caminé junto a Shawn que aceleraba el paso cada vez que podía, me aferré a mi abrigo, sintiendo un escalofrío recorriéndome el cuerpo, estaba helando en esos momentos en Londres.—Vamos a ese. —Shawn señaló un bar el cual tenía sobre la fachada con luces rojas fluorescentes Dirty souls. Tragué saliva antes de seguir el paso al moreno, y entré por la puerta por la que él había ido. Observé el lugar, realizando una mueca de asco ante el olor que se respiraba. Las personas que se encontraban desperdigadas por el bar estaban jugando partidas de billar, encontrándose tan borrachas como para ni siquiera poder golpear la bola blanca. También había gente recostada en los sillones del mismo color que el letrero del bar.—¡Está ahí! —Shawn pronunció y señaló a una figura encorvada se que encontraba sentada en uno de los taburetes junto a la barra. Shawn de acercó corriendo mientras que yo me debatía entre quedarme donde estaba debido a nuestro último encuentro—. Vamos, Indie. —Caminé hasta donde se encontraban y Miles levantó la cabeza para observarnos, tuve que contener el aliento al observar su demacrado rostro.

—Vaya, justo las personas que estaba deseando encontrarme en este momento. —Y en las palabras de Miles pude notar tanto el sarcasmo utilizado como el alcohol que debería haber ingerido por la manera en la que las arrastraba.

—Te he estado buscando, ¿qué es lo que ha pasado? —Shawn quiso saber, ignorando su malhumor característico.

—Denix. —Por primera vez desde que le conocía, Miles había respondido firmemente aunque ni siquiera sabía a qué o quién se refería.

—Pero pensé que aparecerías como todas las noches, no has avisado.

—Oh, ¿debería haberte dejado una carta perfumada?

—Dios, ¿acaso sigues sangrando? —intervine en la conversación por primera vez al ver como sangre corría desde la ceja de Miles hasta su mandíbula—. Eso parece necesitar puntos.

—No voy a desangrarme, Harris. Ahora me gustaría saber qué coño he hecho mal para qué estés aquí.

—¿Qué o quién es Denix? —indagué recordando el nombre que había pronunciado antes y Miles soltó una carcajada sin gracia para beber del chupito que reposaba sobre la barra de madera.

—Buen intento, Harris... No estoy tan ebrio.

—Eres un imbécil. —Las facciones del rostro de Miles ni siquiera se movieron cuando me escuchó insultarle.

—¿Alguna vez te han dicho que tienes una voz muy irritante? —Y con su mano imitó mi boca abriéndola y cerrándola mientras hacía muecas despectivas con sus labios, no sabía qué parte de Miles odiaba más; la sobria: misteriosa, callada y mordaz, o la ebria: más habladora, sarcástica e igual de mordaz que la anterior.

—¿Por qué no nos vamos de aquí? —Shawn pronunció y Miles miró su reloj, observando que este marcaba la una de la mañana.

—Sí, ir tirando, ahora os sigo. —Una fría sonrisa se presentó en su rostro y tuve suficiente de él por esa noche y por el resto de la semana.

Inferno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora