XLIV.

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—Miles... —susurré, pero no sabía cuales serían las siguientes palabras que saldrían de mi boca porque mi mente se había quedado en blanco, únicamente aquellos dos palabras.

—Solo espero que tú sientas lo mismo —rogó—, pero sé que te hice daño, y no puedo pedirte nada a cambio. Nunca he sentido esto por nadie, no como lo siento por ti, solo quería que lo supieses —murmuró contra mis labios y mi reacción fue besar los suyos con felicidad, con pasión—, no soy bueno interpretando reacciones —susurró separándose un poco de mí—, pero supongo que no estás enfadada sobre mi confesión —reí divertida e ilusionada y negué para volver a besarle de nuevo. Su mano derecha en el final de mi espalda ahora me acercó a él, pudiendo sentirle debajo de mí.

—Un condón —mascullé cuando sus dientes mordieron la parte baja de mi cuello y asintió. Me levanté de encima y Miles me señaló su bolso.

—En la cartera del bolso pequeño —indicó y la saqué de donde me dijo para observar como una lista de seis condones se encontraban en una de las aperturas de esta, me giré a verle con una ceja enarcada y sonrió de lado—, es mejor estar preparado. —Negué con la cabeza y caminé hasta él con uno de ellos en la mano, se lo puse mientras sus ojos se mantenían sobre mí y finalmente volví a ponerme encima de él. Le noté contra mí y fue su turno de hacer un rápido movimiento para estar dentro de mí, provocando que un gemido se escapase de mis labios, escuchando un gruñido de Miles debajo de este. Mis ojos, los cuales había cerrado sin saberlo, volvieron a fijarse en él que me observaba con lujuria, con deseo, hambriento. Y comencé a moverme cuando sus labios presionaron los míos, una de sus manos en el final de mi espalda mientras mis manos se encontraban en su cuello, agarrando su pelo, atrayéndolo más a mi boca, siendo que sus labios estaban tragándose todos mis gemidos. —Joder —masculló entre dientes y su mano hizo fuerzas sobre una de mis nalgas, ayudando a mis movimientos, haciéndolos más duros y rápidos. Presionó su frente contra la mía, con su negra mirada sobre mí, y nuestras respiraciones acompasadas interrumpidas por mis gemidos. Su boca fue hasta el final de mi cuello, subiendo hasta mi oreja y mordiendo el lóbulo de esta. —Puedes gritar todo lo que quieras —indicó su voz rasposa y ronca—, nadie va a oírte —me sorprendí a mí misma, cuando aquellas palabras solo consiguieron excitarme más, provocando que el siguiente gemido fuese más alto que el anterior, y pude observar sus ojos maliciosamente divertidos, regocijándose porque le había hecho caso. Sentí una palmada en una de mis nalgas y el ritmo se aumentó más si aquello era posible. Había pensado más de una vez en como sería estar haciendo aquello con Miles, pero nada se comparaba a la realidad, todo mi cuerpo se encontraba al borde de una inmensa explosión, y Miles con su tacto en todas las partes de mi cuerpo solo hacía que la sensación aumentase, llevándome al límite. 

—Miles... —susurré cuando el hormigueo que sentí al principio comenzó a concentrarse aún más. Y aunque no había dicho nada, supe que él me estaba entendiendo cuando su mano que se encontraba en uno de mis pechos, volvió a recorrer mi torso hasta llegar al bajo de mi espalda y volver a presionar, haciendo más duro el ritmo. Dejó caer su cabeza sobre mi hombro, mordiendo allí a la vez que dejaba escapar gruñidos y yo alcanzaba el orgasmo intensamente. 

—Santa mierda, Harris —escuché como decía por encima de su respiración acelerada y pesada y reí suavemente, sin tener fuerzas para hablar. Me levanté de encima de él y me dejé caer sobre la cama mientras se quitaba el preservativo y comprobaba que este no estuviese roto, seguidamente lo tiró a la papelera y caminó de vuelta a la cama, cogió sus calzoncillos y se los puso antes de tumbarse en la cama junto a mí. Se apoyó sobre su codo observándome tumbada boca arriba y completamente desnuda, y cuando vi sus ojos sobre mis pechos me los tapé mientras reía tímida. 

—¿Después de lo que acaba de pasar te atreves a taparte, Harris? Nunca dejas de sorprenderme —dijo, aún con la voz rasposa y llevé ahora las manos a mis mejillas las cuales se habían tornado rojas. —Indie Harris, eres la única tía que después de follarme de esa manera se vuelve toda inocente —continuó diciendo, y supe que lo hacía porque estaba disfrutando haciéndome sentir vergüenza—. No tienes derecho a hacer esto, Harris, has sido una sucia en la cama, acepta las consecuencias —golpeó su hombro sano con mi mano riendo, finalmente destapando mi cara que debía de tener roja hasta las cejas. Rió al observarme y negó con una sonrisa divertida. 

Inferno.Where stories live. Discover now