XLV.

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Llevé una de mis manos a su mejilla sonriéndole después de aquello.

—No tienes por qué ponerle a nombre —le hice saber mientras acariciaba su mandíbula con mi pulgar—, solo tienes que dejarte llevar por todo esto, por nosotros. —Asintió acercando su cabeza a la mía, besando mi frente inclinándose un poco y su brazo rodeó mis hombros atrayéndome a él. 

—Solo... mierda, ¿te acuerdas aquella noche en mi piso cuando te pregunté cuando se sabe que quieres a alguien? —Asentí—, me dijiste que simplemente lo sabes, que sientes como que el mundo puede irse a la mierda, pero si tienes a esa persona aún tienes esperanza, ¿cierto? —masculló contra mi pelo, avergonzado por estar diciéndome aquello.

—Algo así —sonreí enternecida. 

—Que esa persona es como un poco de luz en la oscuridad, ¿no? Tú eres esa jodida luz.

—Yo también te quiero, lo sabes, ¿cierto? —le hice saber puesto que la noche anterior cuando él me lo había dicho, no le había dicho que yo también lo hacía y fingió estar aliviado, separándose de mí. 

—Pensaba que nunca volverías a decírmelo —bromeó y negué con la cabeza, volviéndole a acercar a mí. 

—Aún te guardo rencor por la primera vez que te lo dije —respondí cuando ambos retomamos el paso hasta la casa.

—Fui un completo bastardo, ¿cierto? —pronunció, como si yo tuviese que confirmar algo que él ya sabía. 

—Cierto —acentué y negó con la cabeza. 

—Yo... solo, mierda, aún estaba intentando manejar lo que sentía por ti, estaba agobiado porque nunca me había sentido así y no sabía qué hacer al respecto, quería que todo aquello desapareciese, pensé que me hacía sentir débil, y mierda, tú diciéndome que me querías fue el detonante para mandarlo todo a la jodida mierda —confesó y me encogí de hombros, por ese entonces no conocía a Miles como lo hacía ahora, no sabía que antes de actuar, tenía que darle un poco de espacio, dejarle dar el primer paso, sin acelerar las cosas. 

—Fue después de eso cuando escribí aquel trabajo sobre ti —declaré y ladeó la cabeza, analizando mis palabras. 

—Supongo que en ese momento me lo merecía —admitió encogiendo su hombro y yo hice lo mismo. 

—Me ofrecieron publicarlo, convertirlo en libro —continué y observé como su ceño se fruncía y sus ojos me escudriñaban con curiosidad. 

—¿Y...?

—Me negué. —Elevó una ceja ante mi respuesta. 

—¿Por qué mierda desperdiciarías una oportunidad de hacerte grande y ganar dinero por un cabrón como yo? 

—Porque, en el fondo, siempre me has importado, no quería hacerte daño, y sabía que si publicaba nuestra historia lo estaría haciendo. ¿Sabes que dicen que las mejores historias de amor son aquellas que no se cuentan? —le hice saber guiñándole un ojo y volvió a pasar su brazo sobre mis hombros atrayéndome a él. 

—¿Entonces toda esas historias sobre las que hacen películas son una completa basura? —quiso saber bromeando. 

—No estaba ref...

—Tienes razón, sí que son una basura —se respondió él mismo—, nuestra historia se mea en la del Titanic. 

—Espero que lo haga porque el chico acaba muerto. 

—Pero él la pinta desnuda, y tienen sexo en un maldito coche, ¿cuándo voy a tener yo esa oportunidad? —continuó divertido, me gustaba verle así, sin estar malhumorado las veinticuatro horas del día. 

Inferno.Where stories live. Discover now