XXXVIII.

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Se separó lentamente de mí y sostuvo mi cara con sus manos, analizando cada pequeño detalle y se separó un poco de mí para observarme desde más distancia, queriendo cerciorarse de que no había ningún daño en mí, ignorando el hecho de que a esas alturas estaba empapada.

—Hay que ocultar el coche —pronunció y extendió la mano para que le tendiese las llaves y así lo hice. Caminó hasta el el coche seguido de mí y quise ir hasta la parte trasera, observando como una bala se encontraba incrustada allí, tragué duramente—. Maldito hijo de puta —masculló Miles entre dientes cuando vino hasta mí, observando el daño de bala que tenía el coche. —¿Cómo cojones puede alguien pegarle un tiro a un Chyrler Lebaron? —pronunció y me giré para verle.

—Yo estaba en el coche —añadí y él me miró, asintiendo.

—Sí, mierda, lo sé, solo, joder, tú estás bien y es lo jodidamente único que me importa, pero santa mierda, tu puto coche —rebatió y llevé las manos a mi pelo mojado para echarlo hacia atrás—, mierda, vas a coger una puta pulmonía. Ve a la habitación, ahora iré, ¿está bien? Voy a aparcarlo detrás, donde no pueda verlo cuando pase por la carretera. —Aún temblaba y solo pude asentir, caminando hasta la puerta abierta de la habitación dejando que Miles se montase en mi coche mientras maldecía. Entré y observé como todo se encontraba como si nadie estuviese allí, solo había una mochila tirada en el suelo y un cenicero al lado de la ventana que repleto de cigarros consumidos. Cinco minutos pasaron hasta que alguien llamó a la puerta, no pude evitar sentir miedo mientras me acercaba a esta y comprobé por la mirilla que era Miles quien estaba parado allí. Abrí la puerta, dejándole que entrase y echó todos los cerrojos que había para girarse a verme, abriendo la boca para hablar, pero nada salió de ella. Caminó hasta la mochila abriéndola y sacando de ella una sudadera gris ancha. —Ve a darte una ducha caliente y ponte esto, no voy a moverme de aquí —ordenó y, de nuevo, volví a asentir, caminando hasta el baño haciendo aquello que él me decía.

                                                               (...)

Salí del baño estirando la sudadera hasta mis rodillas y observé como Miles se encontraba sentado en el poyete de la ventana fumando nuevamente mientras sus ojos no se alejaban del cristal. 

—Sí, mierda. Volveré cuando realmente lo crea oportuno, ahora solo mantente puto atento, joder, necesito saber cuando Denix vuelva a poner su pie en Londres. —Le escuché hablar y mi crucé de brazos mientras le observaba terminar con la conversación. —Santa y puta mierda, Wes, no vas a hacerme una puta escena, es Valerie la que está para eso, no voy a aguantar los reproches... Sí, está conmigo y su jodido nombre es Indie. —Se giró para verme de pie en medio de la habitación y apagó rápidamente el cigarro en el cenicero para levantarse. —No me toques las pelotas. Volveré a llamarte mañana. 

—¿Cómo es eso de que volverás cuando creas oportuno? —quise saber cuando hubo cortado la llamada. 

—¿Por qué has venido tras de mí, Harris? —me observó, preguntando como si yo no hubiese abierto la boca. 

—Cuando leí tu carta... Mi primer instinto fue venir a por ti —confesé y miró a otro lado para seguidamente regresar sus ojos a mí—, no podías irte así. No puedes. 

—La situación entre nosotros ya no tiene sentido —dijo y, a pesar de que entendía su pensamiento, algo dolió en mi pecho—, decidiste dejar de luchar por ambos y yo no podía quedarme allí viendo como simplemente querías a otro que no era yo. No podía quedarme viendo como alguien te daba todo lo que yo quiero darte, ver como comenzaba a quererte bien, a quererte como yo no puedo. 

—No tengo que ser la única que luche por los dos, es cosa de ambos, si yo doy un brazo a torcer, tú también tienes que darlo, no puedo solo ser una persona la que cargue con el peso de todo. 

Inferno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora