XVII.

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Después de un viaje en el que Miles se mantuvo maldiciendo y recordándome el imán para problemas que era, llegamos al piso. Me ayudó a salir del coche, esta vez caminé por mí misma y entré en el ascensor.

—Tengo cremas idóneas para este tipo de golpes, creo que deberías echártela —pronunció Miles cuando salimos del ascensor y mientras mi ceño se mantenía fruncido debido al dolor que aún sentía, asentí con la cabeza y caminamos hasta su puerta. Entramos en su apartamento y encendió la luz a la vez que yo me quedaba parada en la entrada—. Ve al salón. —Señaló con el brazo a su izquierda. —Ahora traigo las mierdas que necesitas. —Desapareció de mi vista mientras yo fui a duras penas donde me había dicho que se encontraba el salón y me senté en el sofá, quejándome en un susurro cuando flexioné el abdomen y este me dolió aún más. Observé como Miles caminó hasta mí con una crema en sus manos mientras leía el prospecto de esta y se sentó a mi lado para después suspirar. —No sé cuántos años tiene esta jodida crema, la compré hace demasiado y ni siquiera sé por qué aún la guardo. —Y nuevamente me mantuve en silencio, Miles ladeó la cabeza para observarme con la mandíbula tensada y su característico ceño un tanto fruncido. —Que no hayas dicho ni una palabra es una de las mejores cosas que me ha pasado en la semana —bromeó a pesar de que, como siempre, no mostró diversión en su rostro. —¿Tanto te duele para qué ni siquiera puedas hablar?

—Sí —mascullé entre dientes y abrió la crema, llevándola a su nariz y oliendo, comprobando que no estaba caducada o en mal estado.

—Quítate la camiseta. —Le observé con los ojos abiertos ante su orden, incluso contuve el aliento. —No me mires así, no es como si el otro día no hubiese estado a punto de verte sin ella. —Trajo a mi mente recuerdos de aquella vez que nos besamos en mi apartamento el día de Navidad y me sonrojé. —Vamos, Indie, quítatela, levántala, o yo mismo tendré que hacerlo. —Tragué saliva costosamente y pestañeé unas cuantas veces antes de llevar mis manos al filo de la camiseta que tenía, tras quitarme la chaqueta, y la levanté hasta por debajo del sujetador. —Recuéstate. —Me eché hacia atrás, apoyando mi espalda en el reposabrazos del sofá, observé como el ceño de Miles se fruncía más al observar mi abdomen. —Tiene mala pinta, si quieres mi opinión, te va a doler durante algunos días, quizá un poco más.

—Genial —farfullé sarcásticamente y Miles vertió algo de crema sobre las yemas de los dedos. Las llevó a mi abdomen y siseé cuando tocaron mi piel dañada, tanto por lo fría que estaba como por el dolor—. ¿Puedes ser un poco más suave? —pedí y sus ojos concentrados en la zona un tanto morada de mi estómago se elevaron para mirarme y hacerme perder en su oscuridad y, si no supiese que Miles no podía sentir otra cosa que no fuese rabia, diría que se había avergonzado por no saber cómo ser menos brusco. Pero lo intentó. Porque sus yemas empezaron a moverse más suaves sobre mi piel, casi relajándome la zona adolorida. Sus ojos me miraban, analizando mis facciones para ver si me dolía cada vez que realizaba círculos sobre mi piel e incluso cerré los ojos ante un segundo por la agradable sensación que me estaba provocando. Fue entonces cuando su mano, que se había encargado de repartir la crema me acarició la curva de la cintura mientras seguía el recorrido que estaban marcando sus dedos con sus ojos, y suspiré cuando volvió a repetirlo—. Mmm, creo que ya me siento mejor —dije incorporándome como pude rompiendo su toque sobre mi piel, no podía evitar la enorme atracción que sentía hacia Miles, o que era uno de los chicos más magnéticos que había visto alguna vez, pero la noche que encontré a Shawn peleando, él se encontraba con otra chica, y tenía demasiada dignidad como para no volver a tener algún acercamiento con él en ese momento, ni con él ni con ningún otro que lo hubiese hecho.

—Espero que aprendas donde no debes meterte, no voy a salvarte de estas cosas todo el tiempo.

—Tú has llegado después de que todo pasase, pero si no recuerdo mal, yo sí salvé tu culo ese día que los hombres de Denix vinieron, ¿no es así? —A pesar de que Miles me seguía resultando intimidante, ya no temía desafiarle o ponerle de humor, al menos no un poco.

Inferno.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin