Mi secuestrador

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Desde pequeña mi sueño fue viajar al país que siempre he admirado, pero la vida siempre tiene una pequeña trampa para demostrarte de que no todo en la vida es felicidad y amor.

Ya llevaba ocho meses en Japón, me había logrado acoplar fabulosamente en ese hermoso país. Todo era maravilloso, la gente, los paisajes y sobre mi nuevo novio, estaba cumpliendo todos mis sueños y mis metas. Estaba estudiando la cultura y el idioma, había comenzado a trabajaba en un pequeño bar en el centro de Tokio donde muchos hombres después de la oficina iban a beber unas copas y olvidarse un poco del estrés de la oficina. Muchos terminaban muy borrachos y comenzaban a hacer escándalo, tengo que admitirlo, prefería a los escandalosos que a los pervertidos y lo peor es que siempre he tenido un imán para estos últimos, pero no me atormentaba mucho, ya que desde pequeña mi padre me enseño a defenderme y siempre he sido muy hábil con los puños, Pero esta habilidad la cual siempre me he sentido orgullosa, seria quien marcaría mi vida en este país.

Había comenzado a nevar mientras yo salía muy deprisa del bar, para poder llegar a tiempo a mi cita con Ayami, mi novio. Estaba muy nerviosa como siempre ocurre cada vez que me junto con él.  

En las tiendas comenzaban a verse los adornos navideños, que se asomaban tímidamente en las vitrinas, había comenzado diciembre y las bajas temperaturas nos decían que ya había llegado el invierno. Corría por una de las calles mas concurridas de Shibuya y como siempre tiene que ocurrir algo, para decir que mi día no terminara completamente feliz. Había por fin llegado al lugar donde me encontraría con Ayami, estaba exhausta, mi corazón latía a mil por hora, pude darme cuenta de que no estaba por ningún lado. << ¿Por dios habré llegado tarde?, ¿se habrá ido?, de seguro se ha enfadado por mi retraso>>. Jamás he sido buena con eso de la puntualidad por lo que me estresa el hecho de salir con alguien y tener que juntarnos en algún lugar. Decidí llamarlo, comencé a caminar sin rumbo fijo, solo deseaba calmarme, estaba nerviosa, no quería que se enfadara, por lo que me pare y decidí respirar hondo, tome mi móvil y marque su número. Decidí meterme en la entrada de un callejón para que nadie viera mi lamentable escena. Tengo que admitirlo soy bastante orgullosa, pero en el estado que me encuentro de embobamiento por el primer amor y novio a mis 21 años me comporto como una quinceañera de preparatoria.

- Hola, Ayami-kun. Perdón, perdón por favor no te enojes es que me quede atascada en el bar con unos clientes entonces…

- De que hablas Romi, ¿dónde estás? acabo de llegar y no te encuentro aquí. Además…

Lo estaba escuchando, pero de pronto unos sonidos desde, el fondo del callejón, me desconcentraron. << ¿Qué mierda son esos sonidos?>>. Pensé curiosa. Maldita curiosidad, tu siempre cagándome la vida, es que no te puedes quedar un momento tranquila y ponerle atención a Ayami-kun, no ves que él te está hablando muy furioso. Pude darme cuenta como me sacaba la lengua, se burlaba de mí y me apuntaba con el dedo, diciéndome muy seria, ve ahora mismo a ver que es o no te dejare tranquila durante toda tu vida. En ese momento me di cuenta de dos cosas. Una de que hablaba muy seria mente y la segunda la cual me asustaba mucho mas, era el hecho de que me está volviendo loca.

Comencé a caminar al fondo del callejón el cual estaba completamente oscuro. Los sonidos comenzaron a hacerse más claros o mejor dicho los quejidos. << Por Dios esto se está poniendo un poco excitante >>. Me sentía como un detective descubriendo al ladrón de joyas de una novela de detectives. Lo primero que pude darme cuenta, de que las voces pertenecían a las de un hombre y de una mujer. La del hombre era mucho más gruesa y profunda, era algo sexy, me sonroje un poco. La de la chica era mucho más chillona y una chistosa.

- Please, let me go… I ask. aaha - gemía la muchacha.

Oh por Dios, mis ojos no pueden creer lo que están viendo << ESTÁN TENIENDO SEXO… Y LO PEOR EN LA CALLE>>. Me ruborice completamente, parecía un tomate, la sangre hervía atrevas de mis venas, mi boca se secaba, sin permitirme que se volviera a humedecer y mi cuerpo no respondía a mi intento de salir corriendo del callejón.

Mi secuestrador..Donde viven las historias. Descúbrelo ahora