Capítulo 3: La resaca.

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Me desperté con un fuerte martilleo en la cabeza, abrí los ojos lentamente mientras me sentaba, de inmediato ancle mis brazos a los lados apretando en puños las manos para estabilizarme mientras todo daba vueltas a mi alrededor. Sentí una tela suave deslizarse entre mis dedos. Era una cobija, mi cobija, con la cual tenía cubierto todo el cuerpo, aun llevaba puesta la ropa con la que había ido a la discoteca a excepción de los tacones. Sentí el estómago revuelto y me lleve las manos rápidamente a la boca mientras toda la comida subía por garganta. Me levante corriendo y tambaleante hacia el baño y me lance al inodoro vaciando todo el contenido de mi estómago en él. Después de mis últimas arcadas gemí y apoye la cabeza en mi brazo mientras que recuperaba un poco de fuerza (que bonita manera de despertar).

Respire hondo tratando de ignorar el ardor en la garganta y el estómago, el sabor a acido en la boca, el horrible y punzante dolor de cabeza, el dolor palpitante en las piernas, pies y brazos, la pesadez en los ojos y todas las partes de mi cuerpo - ¡si! - pensé con ironía - ¡tengo resaca, yupi! -

Me levante sosteniéndome de todo lo que estaba a mi alcance y me pare frente al lavamanos, cepille mis diente por largo rato dedicando minutos extras a mi lengua, me lave profundamente la cara, solté un profundo suspiro y fui por mi toalla.

Encontré a Gabriel acostado en el extremo contrario al mío de mi cama matrimonial - que raro, no lo vi cuando me levante - pensé y solté una risita que termino en mueca cuando aumento el dolor en mi cabeza. Tome la toalla y me dirigí al baño nuevamente para tomar una ducha reparadora o eso esperaba yo.

Después de veinte minutos bajo el agua, estaba más que limpia, el dolor de cabeza había disminuido un poco, mi cuerpo se sentía pesado pero ya no dolía y mi estómago estaba presentando otro tipo de dolor ¡HAMBRE!

Entre en mi cuarto envuelta en la toalla y llame a Gabriel para que se despertara. Se levantó bostezando y abriendo mucho los brazos, le dije que necesitaba vestirme, salió del cuarto en dirección al baño y lo escuche quejarse del olor a vómito, me sonroje y le grite una disculpa.

Era domingo, mi mamá y hermana estaban en casa de mi abuela, los fines de semana la pasábamos con ella. Me vestí con unos pantalones pegados de color negro, una franela blanca con el signo de las reliquias de la muerte en frente y mis converse negras, me hice media cola en el cabello, era lo único que podía hacer debido a lo corto que era. Mi estómago rugió y esa fue señal más que suficiente para ir a la cocina.

Estaba cocinando el último panqueque cuando Gabriel entro y se tumbó en la mesa.

- Oye, bájate de ahí y siéntate en la mesa como la gente decente - le reclame.

- Deja de quejarte - resoplo él pero se sentó en la silla -. ¿Que estas preparando?

- "Panqueques especiales" y de tomar chocolate - respondí relamiéndome los labios.

Los "panqueques especiales " consistían en colocar masa para panqueques en un sartén y esparcir queso rayado por encima inmediatamente, darle la vuelta, untar con mantequilla apenas retirarla del sartén y bañarla en miel, delicioso, lo sé.

- Ya sabemos porque esta así de gorda - dijo en tono burlón.

- Alguien en esta cocina se quiere quedar sin desayuno - dije de forma cantarina alargando la ultima letra.

- ¿Te he dicho antes que te ves hermosa gordita? - pregunto coquetamente a lo que ambos reímos.

- Te salvas porque ya hice el desayuno para los dos - puse las cosas sobre la mesa y me senté frente a él.

Llevábamos diez minutos comiendo en silencio saboreando el delicioso desayuno cuando Gabriel se aclaró la garganta pidiendo mi atención.

- ¿Cuéntame como la pasaste anoche? - había un brillo en sus ojos y supe que eso no era lo que él quería saber en realidad.

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