Capítulo 22: Haciendo cosas nuevas.

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Todo lo que recuerdo es: dos locos chillones, dando vueltas a mi alrededor, toqueteándome el pelo, aplicando cosas a mi cara y lanzándome una tras otra prenda de vestir. Uno de ellos - la rubia casi plástica que realmente posee corazón - me enseñaba, como si de eso dependiese su vida, que cosas debía usar, y que cosas no debía usar de mi closet. Al parecer, todo lo que ahí habitaba era prometedor y usable, siempre y cuando lo usase adecuadamente, eso quería decir, todo lo contrario a como lo venia usando. Después de todo, tenía un buen gusto para comprar ropa, pero no para usarla.

La verdad era - y que esto quede entre nosotros pues, no se lo iba a admitir a ellos -, todo el merito era de mi abuela. La cual siempre me enviaba los diseños más nuevos que le llegaban a su tienda, o cualquier prenda que ella considerase que me quedaría bonita. Siempre tenía lo último en moda en cantidades abundantes gracias a ella. El problema es que esas cosas no venían con instrucciones, o por lo menos a mi no me había llegado el instructivo (y eso que yo siempre leo las instrucciones). Aunque antes debo aclarar que mi imaginación es increíble y aveces se me desborda por lo oídos, pero en lo referente a cómo vestir, es casi nulo. Era un gran milagro que saliera a la calle y no pareciera un payaso con tantas cosas de donde elegir en mi closet.

Mientras todo ese caos se desarrollaba a mi alrededor, yo internamente repetía un mantra especial una y otra vez, el cual era: "hazlo por la lista, hazlo por la lista, hazlo por la lista". Estaba más que segura que toda esta tortura no iba a ser en vano. Tenía que agregarlo a la lista, pues, definitivamente no es algo que yo haría. En este aspecto de la vida era más como un hombre - a excepción de ocasiones especiales que lo requiriesen -, agarraba la primera prenda de vestir que tuviese a la mano, se encontrara limpia y me hiciera sentir cómoda y me la colocaba. Listo. Eso era todo.

Pero cuando intente contarle esto a mis dos nuevos estilista, me observaron como si hubiese cometido un asesinato y llegaron a la conclusión de que ahora todo tenía sentido. Mi falta de estilo tenía un solo culpable. Yo.

Después de empujarme en dirección al baño con las ropas que usaría hoy, pude finalmente tener un respiro. Inhale profundamente disfrutando de mi soledad momentánea, saboreando el dulce sabor de la independencia que había perdido hace unos minutos para hacer lo que quisiese, o mejor dicho, para vestirme como quisiese. Toda esa paz momentánea se fue por el retrete blanco de tapa rosa que estaba junto a mí cuando recordé que me estaban esperando y tenía que ponerme la ropa elegida por sus excelentísimos. Pero antes de hacer eso, saque mi teléfono, me metí casi por inercia a mi lista de cosas por hacer, la cual tenía un poco abandonada y agregue:

"12. Aceptar un cambio de imagen, prestando atención a todo lo que me enseñen, indiquen o sugieran, para poder aplicar lo en adelante."

Sé que puede parece un poco estúpido y probablemente piensen que sea una pérdida y un mal uso de una de las cosas de la lista, la cual podría haber sido algo mejor. Pero yo no lo veo de ese modo. La lista comenzó con la idea de hacer cosas nuevas, que nunca haría, fuera de mi zona de confort. Estas cosas me harían cambiar por fuera, ser más valiente, segura, atrevida y un poco de virtudes que planeaba conseguir con las otras cosas que haría de la lista. Pero ¿Qué pasa con la chica que está haciendo todo esto? Ya que está cambiando interiormente ¿no sería buena idea hacer unos retoques en el exterior?, como un cambio de imagen o una tatuaje (de esto último les hablare después, enfoquémonos en lo primero). Pues sí, consideraba que si iba a hacerme unos cuantos arreglos interiormente, debía también mejorar mi exterior. He ahí el motivo del número doce por hacer.

No voy a exagerar diciendo que no conocía a la extraña que me devolvía la mirada en el espejo, porque lo estaría haciendo gravemente. La nueva yo, era casi la misma que la antigua yo, solo que mejorada. Tenía el cabello peinado de tal forma que armonizaba perfectamente con mi rostro, a diferencia de cómo siempre lo llevaba, una o media cola de caballo en días rebeldes, suelto en días manejables. Mis ropas combinaban perfectamente, además de realzar lo que no tenia y esconder lo que tenia de más. Mi maquillaje era ligero y natural, pero me daba un toque femenino que antes no poseía. Me veía muy bien. Algo así como una Aria en "HD", más nítida.

Lista de cosas por hacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora