Capítulo 4: El parque de diversiones.

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- Dos entradas por favor - pedí introduciendo el dinero correspondiente por el agujero de la ventanilla.

- Aquí tienes - la dependienta tras la ventanilla paso las entradas por el mismo agujero sin siquiera levantar la vista de la computadora.

- Gracias - tome las entradas y me reuní con Ariel.

- Ok ¿estamos de acuerdo que mínimo tenemos que montarnos dos veces en cada atracción peligrosa? - pregunto Ariel con un brillo de emoción en los ojos.

- Estamos de acuerdo - afirme -, la única manera de que nos vayamos de aquí va a ser porque no queramos vomitar frente a todos.

- ¿Qué esperamos entonces? - pregunto Ariel impaciente.

- Nada - dije soltando una carcajada y corrimos hacia la entrada.

La verdad es que amo los parques de diversiones ¡de verdad los amo! si pudiera vivir en uno e ir todos los días a cada una de la atracciones sería sumamente feliz.

Al entrar ambas nos quedamos paralizadas admirando nuestro alrededor antes de echar a correr hacia la atracción más cercana. Todo estaba inundado de luces y melodías divertidas, mientras cada objeto se movía y parecía tener vida. Se escuchaban los gritos y risas lejanas, había mucha gente caminando por todos lados, un banco lejano repleto de adolescente agarrándose el estómago, grupos de niños corriendo de aquí para allá y por supuesto, nosotras, dos adolescentes amantes de los parques de diversiones corriendo hacia las atracciones más extremas.

Llegamos a una atracción en la que había muy poca cola, aunque a las cinco de la tarde no es que allá mucha gente en estos sitios. Nos montamos en “la bailarina” pegando brinquitos de emoción. En cada asiento se sentaban tres personas, nos acomodamos en el más lejano, yo entre primero seguida por Ariel. Mientras esperábamos que empezara a dar vueltas, seguimos brincando en nuestro asiento emocionadas a más no poder, de repente, Ariel se quedó inmóvil y vi que un chico lindo se acercaba y la miraba fijamente, sus mejillas se tornaron rojas y no pude ocultar una sonrisa de emoción por mi hermana.

El chico rondaba su edad, debía tener entre dieciséis y diecisiete años, era algo delgado y rubio como el sol, con su tez bronceada, cabello claro, y ojos verde. Escuche como le preguntaba si podía sentarse al lado de ella mientras me hacia la indiferente y miraba hacia otro lado, de reojo vi como asentía y el chico tomo asiento junto a ella, este le tendió la mano y se presentó, su nombre era Diego. Siguieron hablando hasta que la atracción empezó a moverse.

Me sentía un estorbo, mi hermana, al igual que yo, era muy mala en asuntos del amor. Y aquí estaba ella, sentada al lado de un chico realmente lindo lanzándose risitas y empujones mientras su hermana estaba de estorbo al lado de ella. Me acerque con disimulo a su oreja y le conté el plan de emergencia que planeaba llevar a cabo.

- Apenas me baje de aquí, fingiré que iré a encontrarme con alguien - susurre los más rápido que pude -. Quiero los detalles cuando lleguemos a casa.

Ella se giró con cara de sorpresa y preocupación, sabía que iba a replicar y negarse pero antes de que pudiera decir algo me le adelante.

- Hola Diego - dije dirigiéndome al chico rubio -. Mi nombre es Aria, soy la hermana mayor de Ariel, te quería pedir un favor ¿será que puedes acompañarla y montarte con ella en las atracciones? es que tengo que reunirme con unas amigas y ellas no se llevan bien con mi hermana.

- Claro - respondió Diego tragándose mi gran mentira con una enorme sonrisa en el rostro -, será todo un placer ayudar a una damisela en apuros.

“Ay, que niño tan lindo” pensé.

- Me escribes cuando te canses para llamar a mamá - ella solo asintió en estado de shock, la pobre era igual o más tímida que yo, bueno la antigua yo.

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