XXIV- My Love Will Never Die

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Ryan estaba sentado en la terraza del departamento de Brendon, tranquilidad en sus ojos. Miraba, por ultima vez, la silueta de los edificios de Los Angeles con sus luces nocturnas, en el oscuro cielo. Tenía una copa de cristal en su mano, llena hasta la mitad de vino de alta calidad, que Brendon le había servido hace unos minutos. Miraba como el oscuro color del líquido parecía brillar con las luces de los edificios y los autos, moviendo la copa hacia los lados para mayor efecto. Sonrió de lado. Estaba feliz. Porfin podría abandonar esa ciudad maldita, irse lejos, donde Brendon quisiera, y construir una vida nueva. Ya no necesitaba nada de lo que había en Los Ángeles, que no fuera su amante... Suspiró.

Pensó en Brendon, en todo lo que había cambiado. Él verdaderamente se preocupaba de su bienestar, de como se sentía. Era perfecto. Su rostro, su risa, sus ojos como la luna llena, su corazón. Sabía que Brendon había pasado por tiempos duros, aunque nunca quiso explicarlo, le daba un poco de esperanza pensar que él, Ryan, había logrado que cambiara, que fuera más alegre y se dejara llevar. Ahora que ya no tenía todos los procedimientos del Karma Police por encima, que sentía cosas, tenerlo a su lado era diferente. Era placentero y lo hacía sentir seguro. Esto de los sentimientos era un tema nuevo para él, y iba de a poco poniéndole nombre a cada una de las sensaciones que sentía. En cuanto a Brendon... No estaba seguro de poder encontrar una palabra que definiera lo que sentía por él.

Se cruzó de piernas, tomando un sorbo de vino y mirando al horizonte. Se sentía renovado.
Hubo una vez en la que tuvo un plan. Sabía que tenía que llegar a Brendon, hacer que cayera y matarlo. Pero cuando la cabeza del menor descanzaba en su pecho desnudo, sus ojos cerrados en un delicado sueño y la luz de la ciudad iluminando su rostro con gracia, o cuando lo escuchaba cantar, con su voz tan suave que parecía terciopelo, supo que ya no podría hacerlo. Y por un instante, tuvo miedo.
Tuvo miedo de como la risa de Brendon hacía que su estómago se revolviera, como había hecho tantas cosas sin una pizca de sentido común, sólo por él. Y en ese instante, supo que se había enamorado. No era nigún secreto. Eso que sentía cada vez que lo miraba, que lo besaba y lo tenía cerca, era amor. ¿Quién pensaría que un agente del Karma Police
podría sentir algo como eso? Era tan eternamente imposible e ilógico que nno tenía ideaa como había llegado al punto donde estaba. Era como si estuviera dentro de un sueño, y en cualquier segundo despertaría dentro del Karma Police otra vez, siendo un agente común y corriente, viviendo dentro de una pesadilla.

Ladeó su cabeza, mirando el reloj situado en su muñeca izquierda. Eran las 11:12 PM. A pesar todavía faltaba, ya no podía esperar más. Dejó la copa en la mesa, para después poner sus manos detrás de su cabeza, cerrando los ojos. Estaba ansioso, pero esperaría. Brendon, su amor, valía la pena.

Mientras tanto, el menor se encontraba dentro del departamento, en su oficina. Al contrario de Ryan, que era muy perfecionista y pulcro, Brendon tenía todos los papeles tirados alrededor de la habitación, desparramados sobre su escritorio y el suelo. No le importaba mucho; ya estaba acostumbrado.
Dejó vagar la vista un segundo por la habitación, viendo los mismos muebles y cuadros que había visto tantas veces, pero que ahora le parecían tan diferentes. Aquel lugar en el que había pasado tanto tiempo, pasaría a ser un simple recuerdo. A pesar de que estubo, en fin de cuentas, solo unos cuantos meses en Los Ángeles, era como si hubiese vivido ahi toda su vida. Cada recuerdo de aquel lugar era tan vívido que todo se sentía como si hubiera sido ayer. Tal vez era por Ryan. Recordaba el momento en el que vio su rostro, esa noche en la terraza del hotel. Era como si se hubiese parado el tiempo. Desde ahí en adelante, todo había sucedido demasiado rápido. Y ahí estaba, en su oficina, las últimas horas antes de escapar y no volver nunca más a los Ángeles. Tic Tac. El tiempo volaba con Ryan a su lado.

Volvió la vista a su computadora, lo que había estado mirando por tanto tiempo. Todo estaba listo. El plan que había estado planeando por tanto tiempo, años, estaba listo. Y consistía en esto.
Era un virus que entraba a la base del Karma Police, revelando las historias pasadas de cada uno de sus integrantes, y diciendo que crimen habían cometido en su vida. Todos, todos habían cometido un crimen al menos una vez en su vida. Se acababa toda la discresión del pasado de los agentes y les sacaba en cara las cosas malas que habían hecho. ¿Para qué? Porque a eso de dedicaban los agentes del Karma Police: a matar a los pecadores, todas esas personas que habían cometido crimenes alguna vez en su vida. Y si todos habían pecado, ¿Entonces qué debía pasar?
Que se cayera el sistema, que todos atentaran contra si mismos. Prácticamente, una guerra civil dentro del Karma Police.

Karma Police //Ryden//Where stories live. Discover now