Capítulo 1

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Notaba la brisa mientras los mechones de pelo se le alborotaban alrededor de la cara. El intenso olor a tierra y flores le recordaba a aquellas excursiones familiares q solían hacer en bicicleta hacía ya varios veranos. Ella detestaba esas excursiones porque le restaban tiempo con sus libros y esos maravillosos mundos de fantasía donde todo era mucho mejor que la realidad. Ojalá hubiese disfrutado más de esas vacaciones en familia. Ojalá la hubiese disfrutado más a ella.

Oía los lamentos a su alrededor y aquella voz profunda pronunciando un discurso de fingida condolencia, hablando sobre lo maravillosa que era su dolencia, hablando sobre lo maravillosa que era su hermana y lo mucho que le quedaba por vivir. Pero él no la conocía; ese cura no tenía ni la más remota idea de cómo era de especial Elena ni de lo que implicaba que ella ya no estuviese con ellos. Por horrible que pareciese, Natalia tampoco lo había sabido hasta ese momento.

Se arrepentía tanto de no haber valorado todos y cada uno de los momentos con su hermana, pero ahora ya era demasiado tarde. No podía hacer nada para hacerla volver. ¿Cómo iba a ser que Elena la abandonaría tan pronto y que dejaría de darle la plasta con esos consejos que luego ella nunca se aplicaba? <<Haz lo que te digo y no lo que hago>>, le decía siempre para hacerla rabiar.

Cuando se enteró de que su hermana había fallecido en un accidente de coche, sintió que iba a explotarle el pecho de rabia. No entendía cómo podía haberle hecho eso, cómo podía haberse marchado sin más, con todo lo que le quedaba por vivir. Veintidós años no eran nada.

Pero la rabia había dejado paso al dolor, ese dolor tan difícil de describir y que solo se siente cuando has perdido una parte de ti. Natalia sentía que era un dolor que iba a dejar en ella un vacío para siempre, imposible de llenar.

Allí había muchísima gente. Todos tenían las mejillas tintadas de rosa, el rosa que aparecía cuando llevabas varias horas llorando. Su hermana fue siempre extrovertida y pizpireta, dispuesta a ayudar a todo el mundo y a embarcarse en las aventura más arriesgadas, pero también era lista y guapa. Era muy guapa.

Las amigas de su hermana estaban situadas justo detrás de sus padres, llorando desconsoladas y abrazándose las unas a las otras. También había mucha gente del pueblo. Llevaban veraneando en aquel pueblo del norte desde que tenía uso de razón y todos los vecinos habían acudido a misa.

Una mano le rozó el hombro y la sacó de sus cavilaciones. Era Diego, el ex novio de su hermana.

-Mi más sincero pésame, Natalia, qué tragedia para todos -dijo Diego con un pesar que a Natalia le pareció excesivo.

-Gracias Diego -murmuró Natalia desconcertada. Quizás aún no había superado que Elena lo dejara.

Vio de reojo que las amigas de su hermana miraban hacia donde se encontraban ellos con una expresión que no terminó de descifrar. Tuvo una sensación desagradable en el pecho y se echó hacia atrás, tratando de librarse de las miradas de compasión que notaba clavadas en su espalda.

Llevaban un par de veranos sin ir al pueblo después de que sus abuelos fallecieran. Tanto para su madre como para ellas había sido imposible volver a esa casa sin que ellos estuviesen para recibirlos. Ni si quiera Elena, que iba y venía para ver a sus amigas y a Diego, se había quedado más en la casa. Pero su madre ese año había decidido volver. Dijo que ese era el único lugar donde podía empezar a tratar de empezar a sanar las heridas que la perdida de Elena les había dejado, y quería que la enterraran junto a sus abuelos, en el cementerio del pueblo que la vio nacer.

En cambio, para Natalia era todo lo contrario. Ya no solo faltaban sus abuelos, ahora le faltaba Elena. Iba a ser el verano más horrible de su vida, una vida que ahora jamás volvería a compartir con su hermana.

Natalia logró escabullirse entre la gente mientras el cura seguía su discurso monótono. Bajó la cabeza para evitar las mirada de lástima y las caricias de las abuelas, y se apartó un poco de todos. Necesitaba un minuto para respirar.

El cementerio era grande y estaba poblado con muchos árboles. Estos eran altos, frondosos y de tronco ancho. No era una gran experta en el tema, pero habría jurado que se trataba de cedros.

Hacía un día precioso. Casi hubiera preferido que lloviera, que hiciera frío, algo así. Ni siquiera hacía calor. Quería irse, o más bien quería no estar allí. Miró a su alrededor

Vio a una chica.

Estaba apoyada en un árbol con expresión tranquila y la miraba fijamente. Sintió una punzada de inquietud. Trató de recordar si podía ser alguien del pueblo. Después de esos dos años sin veranear allí se le habían desdibujado algunas caras en la memoria, pero algo le decía que esos ojos no los había visto nunca.

Por el rabillo del ojo, observó que su padre agitaba los brazos en un intento de captar su atención y hacerla regresar a primera fila, donde ellos estaban. Natalia desvió la vista de la chica y fue hacia donde estaban sus padres, justo antes de que comenzaran a meter el ataúd de su hermana en la tierra. Su madre le tomó la mano. Oía los sollozos de su alrededor como sonidos muy lejanos. Sintió que tenía el corazón helado y que todo se congelaba por momentos
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Los primeros capítulos con un poco de introducción luego se pone más interesante lo prometo. :)

Espero que os guste <3


La chica de las mil almasWhere stories live. Discover now