Capítulo 2

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Habían pasado ya dos semanas desde el funeral de su hermana y la gente del pueblo aún seguía dándole sus condolencias cada vez que se cruzaban con ella. Natalia agradecía el gesto sin ganas, esperando que en algún momento se olvidaran y dejaran de recordarle que había perdido a su hermano mayor.

Sabía que la intención de la gente debía de ser buena y que su dolor era verdadero, pero ella ya tenía suficiente con el suyo y no quería cargar con el de los demás.

Paseando por el pueblo y los alrededores en su bicicleta para evitar que la pararan, Natalia pasaba las tardes recordando esos veranos en los que sus abuelos las llevaban a su hermana y a ella a pasear por el campo y hacer picnics en la montaña, y ellas se bañaban en los ríos y cogían moras, que luego comían hasta reventar.

También recordaba ese delicioso guiso de carne que hacía su abuelo. Era una de las comidas favoritas de Elena, eso y la tarta de manzana casera que cocinaba su abuela. Natalia casi se alegraba de no poder volver a probar sin ella.

No había vuelto a visitar a Elena, pero pasaba por delante del cementerio con frecuencia. Especialmente cuando, como ese día, iba andando, porque era el atajo más rápido para llegar a su casa y así evitar encontrarse a todo el mundo. De repente, Natalia se paró en la entrada.

Vio que había un poste donde se ponían las esquelas que la gente escribía y enviaba sobre sus fallecidos como una especie de homenaje. No se había fijado en estos el día del funeral. Realmente, todo aquel día lo había cubierto una especie de niebla que no le permitía recordar muchos detalles. Excepto un detalle que volvía a ella con una claridad sorprendente: aquellos ojos.

Se puso a leer las esquelas por distraerse, y enseguida con verdadero interés. Eran preciosas. Poco a poco, la invadió una sensación de rabia ante el amor y el cariño puestos en cada una de las esquelas que había ahí escritas ese día, y el recuerdo de lo escueta y cruda que fue ella escribiendo a su hermana.

Te has ido antes de tiempo, dejándonos solos y una sensación de vacío que solo tú podías provocar. Te recordaremos como fuiste, alegre y fuerte. Descansa en paz, Elena

Esas fueron las palabras que ella le dedicó cuando murió, unas palabras teñidas por el dolor y la rabia, y también por un evidente egoísmo del que ahora Natalia se sentía terriblemente avergonzada. ¿Por qué esas personas habían escrito palabras tan bonitas, mientras que ellas solo fue capaz de escribir desde la amargura?

Natalia apartó la vista de las esquelas, furiosa consigo misma, pero enseguida las volvió a mirar con detenimiento. Elena siempre le decía que le gustaba demasiado meter las narices en todas partes. Pero en verdad eso era muy simple: cuando Natalia no quería mirar hacia dentro, miraba hacia fuera.

En ese momento sintió curiosidad por saber más acerca de las vidas de aquellas personas y quiso entender por qué esa gente se había enfrentado mejor a la pérdida de un ser querido de lo que ella había sabido hacerlo.

Tras leer todas las esquelas, sacó el móvil para hacer una foto a una de ellas y acabó fotografiándolas todas. Ni siquiera sabía de quién hablaba, pero...

Estaba a punto de marcharse cuando de repente su cuerpo se detuvo. Sintió unos ojos a lo lejos que se le clavaban en ella como dos puñales y lo supo, supo que era ella. Giró lentamente la cabeza hacia la derecha y allí estaba, a lo lejos, apoyada en el mismo árbol que el día de ele funeral.

¿Qué demonios hacia allí? ¿Por qué la miraba? El primer impulso de Natalia fue gritarle. ¿Qué se había creído? Pero, en cambio, comenzó a andar en dirección a su casa. Notó cómo los ojos la seguían y se clavaban en su espalda. Siguió caminando sin mirar atrás hasta que supo con certeza que estaba fuera de su alcance. El corazón le martilleaba el pecho.

Se paró en seco y en un acto de locura decidió dar la vuelta al cementerio y entrar por la parte trasera. Su curiosidad por descubrir que había ido a hacer esa chica allí era mucho mayor que su miedo a que le pudiera ocurrir algo. Además, ese tema era lo único que había conseguido despertarle alguna emoción desde que Elena se había ido. Aunque fuera una emoción absurda.

La puerta de atrás era una pequeña verja lo suficientemente antigua como para forzarla sin problema. Entró con mucho cuidado, tratando de atisbar dónde se encontraba ella. Desde la puerta trasera de arriba se veía todo el cementerio. Era precioso. Además de los árboles, siempre había una capa de césped salvaje pero muy bien cuidado. Todas las lápidas estaban limpias y llenas de flores. La invadió una sensación extraña de calma al pensar que el cuerpo de su hermana reposaba en un lugar tan hermoso.

Se colocó detrás de uno de los árboles, que tenían troncos del grosor suficiente como para poder cubrirla por completo. Fue deslizándose por ellos hasta que la vio. Se quedó escondida detrás y miró con atención lo que hacía. Él estaba agachado en una lápida. Le pareció extraño: Natalia recordaba que en esa lápida estaba enterrado el abuelo de María, una de las amigas de su hermana, hacía ya varios años. Lo sabía porque estaba cerca de la de sus abuelos. ¿Qué relación tenía con esa chica? Que ella supiera, María no tenía hermanas.

De repente, ella se levantó. Natalia se asustó y se agachó, deseando que no le hubiese visto. La adrenalina le bombeaba por todo el cuerpo y sentía taquicardia. Volvió a asomarse cuidadosamente y vio que ella se detenía unas lápidas más a la derecha.

Trató de agudizar el oído, pero no conseguía escuchar qué estaba diciendo, y era imposible acercarse más porque no había ningún otro árbol cerca para refugiarse. Siguió mirándola un rato, hasta que se levantó y comenzó a andar hacia otra lápida situada un par de filas más al fondo. Era la lápida de su hermana. Ella la estaba hablando.

Natalia no entendía nada. ¿Qué narices estaba haciendo? ¿Pretendía asustarla o hacer alguna broma de mal gusto? ¿Por qué demonios estaba junto a la tumba de su hermana? Debería averiguar quién era y qué relación había tenido con Elena.

Consiguió salir del cementerio por la puerta trasera del cementerio sin ser vista. No sabía cómo había logrado salir, realizaba movimientos automáticos pero sigilosos, aunque su mente iba a mil por hora. Estaba confusa y asustada, y a la vez sentía una curiosidad superior a cualquier otro sentimiento.

Eso era algo que siempre la había caracterizado. Natalia era muy introvertida y generalmente prefería los libros a la gente, pero le encantaba descubrir cosas. Siempre veía series policíacas para desconectar, cuanto más complejas mejor. Podía perder horas investigando en la Wikipedia y le encantaba hacer teorías descabelladas sobre sucesos que había leído en blogs que encontraba buscando en lo más profundo de internet.

Así fue como un día, buscando un blog que hablaba sobre una teoría conspiranoica que envolvía la desaparición de un escritor famoso al que ella solía leer, se encontró con el blog de su hermana. Se sintió algo molesta cuando descubrió el blog, ya que Elena jamás le había mencionado nada. Desde luego, ese no era el único secreto entre ambas, eso ya lo sabía, pero este le había molestado especialmente. Elena se había enfadado también porque según ella el blog era privado. Todo había derivado en una pelea épica, y Natalia aun rabiaba cada vez que lo recordaba. ¡Un blog <<privado>> con cinco mil seguidores, y encima se ofendía porque le había descubierto!

Siguió caminando sin prestar atención al camino, con la cabeza puesta en los motivos por los que esa chica desconocida podría estar merodeando el cementerio y sobre todo junto a la tumba de Elena. Natalia tenía que descubrir lo que había detrás de aquella extraña de ojos oscuros. Aquellos ojos guardaban algo, algo que ella iba a averiguar.
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Si os gusta y os apetece compartirlo me harías un gran favor para que llegara a más personas :) Muchas gracias.

Espero que os guste <3

La chica de las mil almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora