Capítulo 8

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Estaba terminando de vestirse. La conversación de ayer le daba vueltas en la cabeza sin parar, pero se había prometido a sí misma tratar de distraerse y pasarlo bien. Marta y María vendrían a recogerla en veinte minutos para ir al cine.

Decidió aprovechar el tiempo para ponerse un poco de maquillaje. No se maquillaba nunca, así que no tenía mucha idea, pero había un post en el blog de su hermana que daba algunos truquillos. Cogió el estuche de maquillaje que Elena guardaba en el segundo cajón del mueble del baño y abrió su post en el móvil. Se los sabía de memoria, así que recordaba exactamente en qué página encontrarlo.

<<TRUCOS PARA UN MAKE-UP NATURAL EN VERANO>>

Ella siempre había admirado muchísimo a su hermana, pero ahora, haciéndose la línea de los ojos, se daba cuenta de que nunca se lo había dicho. Siempre se había esforzado en fingir que quería ser lo más diferente de ella que fuera posible, aunque, a decir verdad, lo único que deseaba era ser como ella. Le habría gustado tener la fortaleza de su hermana y su gran corazón. Y también sus pómulos.

Diez minutos después miro el resultado y se sintió muy extraña. El maquillaje no era algo que llevara habitualmente y no se sentía del todo ella misma, pero se animó a probar. Cuando bajó las escaleras, su madre no contuvo la emoción.

-Hija, estas preciosa. Te sienta muy bien ese pintalabios.

-Gracias, mamá. -Natalia no pudo evitar sonar cortante

Por primera vez en mucho tiempo vio a su madre contenta por algo. Lo triste es que fuera por algo que no tenía q ver con ella. Se había maquillado como Elena y con los productos de Elena. No era Natalia. Iba a subir a quitárselo cuando llamaron a la puerta.

Marta y María la esperaban fuera. María iba de negro claro. Marta, en cambio, llevaba un vestido de verano con estampado de flores, muy cortito y ligero, y se había recogido el pelo en un moño perfectamente hecho.

— Vaya, qué guapa, Natalia. — Marta parecía sincera, a pesar de que iba mucho más mona que Natalia.

— Quería probar a maquillarme pero no sé...

— Estas muy bien. Tienes unas pestañas preciosas. — María le sonreía. Ella tampoco solía maquillarse mucho y Natalia vio en sus ojos que comprendía su sensación.

— Gracias, chicas — dijo Natalia.

Iban a ver una película nueva de acción que habían estrenado recientemente. No era su género favorito, pero tampoco le importaba. Cualquier cosa que la pudiera distraer un rato era bienvenida.

Ya casi olía el delicioso aroma de las palomitas haciéndose. El café molido y las palomitas recién hechas eran sin duda sus olores favoritos del mundo.

El cine estaba en uno de los pueblos de al lado. Fueron con las bicicletas y en un cuarto de hora ya habían llegado. Era antiguo y muy pequeño y solo tenía tres salas. A ella le parecía precioso. Solía ir mucho con su abuelo, al que le encanta el cine. Elena también iba con ellos, hasta que tuvo edad para salir con sus amigas; luego, siempre estaba por ahí. Pero ella y sus abuelos habían estado muy unidos. Era la única persona en el mundo que sentía que le entendía de verdad y con la que podía pasar horas y horas.

Fueron dos horas de película repletas de tiros, decapitaciones y explosiones. Muchas, muchísimas, explosiones. El típico cine americano cargado de los efectos especiales que tanto les gustaba.

Natalia se percató durante la película que Marta y María se cogían de la mano. Al principio pensó que sería por el momento, la tristeza y todo lo que estaban pasando. Pero ya fuera, cuando buscaban un lugar en el que cenar y tomar algo, constató que debía tratarse de algo más que eso. Natalia se había quedado un poco rezagada mirando un escaparate de una librería, y cuando corrió hacia ellas, de nuevo iban cogidas de la mano. Como si le leyera el pensamiento, María sonrío y dijo:

La chica de las mil almasМесто, где живут истории. Откройте их для себя