Capítulo 19

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CAPÍTULO CLAVE

Le había escrito un mensaje a Alba el día anterior y seguía sin haber respondido. A Natalia le dolía en el alma que las cosas estuviesen así y necesitaba ponerle fin a esta situación. Abrió el chat que tenían en común y buscó la esquela que ella le había mandado. Nunca llegó a abrir la foto. Todo se había complicado.

Pequeño, te fuiste, pero enorme es el espacio que ocuparás por siempre en nuestros corazones. Eres nuestro ángel de la guarda. Algún día mamá y papá volverán a buscarte. Te queremos más que a nada. Pablo, 2014-2018.

Dios mío. Era un niño pequeño, qué horror. No podía imaginarse algo peor que perder a un niño tan pequeño. Al menos su hermana tuvo tiempo para disfrutar de la vida, hacer amigos, enfadarse, estar triste, reír, llorar... Pablo nunca podría hacer nada de eso.

La facilidad con la que lloraba últimamente era pasmosa, pero estaba aprendiendo a sacar sus emociones fuera y no retenerlo todo dentro. Y era algo natural que tras la muerte de su hermana estuviese mucho más sensible. Todo le afectaba muchísimo y algunas cosas se le hacían un mundo.

Respiró hondo y escribió un nuevo mensaje:

Alba, de verdad que me gustaría poder hablar de todo esto y solucionarlo juntas. Voy a ir a la biblioteca a investigar la esquela que me mandaste, me gustaría que vinieras. Te espero allí. Un beso.

Se quedó un rato sentada en la cama pensando en todo lo que había pasado. Pensó en la conversación que tuvo con su abuelo. En esa brisa de aire y lo que eso podía significar. Pensó en todas las cosas que había sentido estando con Alba. La electricidad cuando ella la tocaba, el calor que le hacía sentir solo con sonreír y la calma que reinaba en ella cuando estaban bien. No había podido contarle lo de su abuelo, porque habían pasado demasiadas cosas.

Pensó en sus padres, en lo mucho que estaban su friendo y en lo poco que ella se había esforzado por poner se en su lugar. Claro que Natalia tenía también su propio duelo, pero no por eso debía pagarlo con ellos. Ese era un momento de estar unidos y ella no había contribuido a ello. Su padre estaba destrozado, pero llevaba el dolor a su manera. Era una persona más racional y práctica, y eso lo aplicaba a todo. Supervivencia. Pero su madre no era así. Su madre era emocional, visceral, y siempre se había preocupado en exceso por sus hijas.

Se había enfadado con su madre por sobreprotegerla y meterse tanto en sus asuntos, pero ¿Cómo podía culparla? Ahora que era consciente de todo lo que sabía, no podía sino entenderla. Tenía la cara de Diego grabada a fuego en la cabeza. Esa mueca en forma de sonrisa. Malnacido.

Dudaba enormemente de que su madre supiera exactamente lo que le estaba pasando a Elena antes de morir. De saberlo, habría sido ella la que habría ido a casa de ese desgraciado sin pensarlo dos veces. Pero una madre es una madre. Una madre sabe cuándo algo pasa a su hija, aunque no sepa en realidad qué es. ¿Y qué es lo que más afecta al ser humano? Exacto, la incertidumbre. Para su madre, sentir que su hija no estaba bien y no saber qué era lo que le preocupaba debió de ser un infierno. Pero su hermana era así, ella tenía que solucionar todo sola.

¿Cómo no iba su madre a preocuparse por lo que hacía o con quién estaba? Ya había perdido a una hija. Conocía a su madre lo suficiente como para saber que se culpaba día tras día de no haber sabido evitarlo. Pero nadie podía evitarlo.

Quizás eso era lo que la brisa de aire significaba. Quizás era su abuelo tratando de hacerle ver que, además de pensar en su hermana, tenía que pensar en su madre. Que ella aún estaba aquí y tenía que ayudarla, debían ayudarse mutuamente.

Bajó las escaleras y entró en la cocina. Encontró a su madre sentada con un café y haciendo esos pasatiempos del periódico que tanto le gustaban. La miró desde el marco de la puerta.

La chica de las mil almasWhere stories live. Discover now