Capítulo 5

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Volvía de comprar el pan en la panadería de la plaza. Le encantaba ir a esa panadería. Tenía el mejor pan del mundo y unos bollos maravillosos. Los preparaba la señora Consuelo. Llevaba haciendo bollos y amasando ese pan desde que ella tenía uso de razón, y ahora Rosa, su hija, recogía el testigo de su madre. Además de las dos barras de chapata, también se había comprado un par de bollos, uno de canela y otro de chocolate. Habría sido un pecado irse sin ellos.

En un impulso, decidió tomar el atajo que la llevaba por el cementerio. Sintió la necesidad de saber si estaba ella y de verla de nuevo. No sabía exactamente qué era lo q tanto le atraía, pero desde luego era un sentimiento que superaba a su racionalidad, la cual siempre la había caracterizado. Su hermana se habría sorprendido mucho de verla actuar así, de una manera tan de... Elena.

No estaba allí.

Que tonta, se había emocionado de pensar que iba a verla. Era como una mezcla a partes iguales de ilusión y miedo, y desde luego era la única emoción positiva que sentía desde que ella se había marchado. Llegó a creer que jamás volvería a sentir nada, pero esos ojos claros despertaban en ella sensaciones nuevas, y además estaba el misterio de que hacia ella en el cementerio. Tenía que llegar al fondo de todo eso.

Al llegar a casa, dejó el pan en la cocina. Subió a su cuarto y abrió el ordenador. Justo debajo de la esquela de Adela había otra esquela que también despertó su interés. Esta no era tan conmovedora, pero había algo en ella que le resultaba llamativo.

Fernando, hace mucho que desapareciste. Te esperamos, pero jamás volviste. Tu cuerpo no fue hallado, así q de alguna manera te hemos enterrado aquí. Aunque tu cuerpo no esté presente, tu alma siempre estará con nosotros.

Alguien había desaparecido hacía muchos años. Pero, si no habían hallado el cuerpo, ¿Cómo sabían que había fallecido? Eso le resultaba de lo más intrigante. Trato de buscar información en internet, pero esta búsqueda no estaba siendo tan fácil, y no conseguía encontrar nada.

Después de varios intentos, se rindió. No estaba concentrada y sabía porque. Cerró el ordenador de golpe, cogió la mochila y apresuro a bajar las escaleras.

María le abrió la puerta con cara de sorpresa. Se le notaban las ojeras y no parecía haber dormido muy bien. Natalia la entendía perfectamente, al fin y al cabo ella también había perdido una de sus mejores amigas.

La última vez q hablaron, Natalia había rechazado acompañarlas, pero ahora necesitaba ayuda; esperaba que no se hubieran ofendido mucho.

— Que te trae por aquí, Natalia — dijo con suspicacia. Para ser sinceros, estaba en todo su derecho de sentirse así. María siempre le había parecido una chica inteligente y bastante dura. Vestía de negro incluso en verano y Elena decía que solo era porque al ser rubia le gustaba el contraste con su pelo. Tenía un carácter fuerte. Quizás habría sido mejor ir a ver a Marta, aunque viviera más lejos. Pero ya estaba allí y, tras pensarlo unos minutos, María la invitó a pasar a su habitación

— Verás, llevo unos días dándole vueltas a algo y tengo esperanzas de que tú puedas ayudarme — Natalia empezó con un tono dulce y con las manos puestas encima de las rodillas para evitar que le sudaran. Le solía sudar cuando estaba nerviosa o expectante y siempre le había resultado de lo más agradable.

— Dispara. Si está en mis manos sabes que te ayudaré — María la miraba con expresión tranquila, y Natalia notó que empezaba a relajarse.

— El día del funeral... — La voz se le quebraba y trataba de encontrar las palabras — El día del funeral una persona allí... — No sabía cómo explicarse. No quería que María pensara que ella había estado pendiente de otras cosas el día que habían enterrado a su hermana, pero aquellos ojos...

— Te refieres al imbécil de Diego. — La rabia de María se podía tocar.

— No, no, no me refiero a Diego. Había una chica, apartada de los demás. No la había visto nunca y quería saber si tú o alguna de vosotras sabíais quien podía ser. —Notaba que iba perdiendo la voz y se sentía nerviosa... Necesitaba despejar sus dudas y las amigas de su hermana era su única esperanza.

— Ahora mismo no caigo... ¿Podrías describírmela?

— Bueno no es q me fijara mucho... Pero era bajita, rubia y tenía los ojos oscuros. —Natalia trató de hablar con toda la indiferencia de la que fue capaz para disimular su evidente entusiasmo

— Ah! Esa debe ser la chica nueva. ¿Y dices que la viste el día del funeral? Qué extraño, se mudó aquí hace apenas unos meses y nunca llegó a conocer a tu hermana. Me sorprende que estuviese allí, aunque ya sabes cómo es la gente del pueblo, les encanta husmear.

— Si, debe ser eso. Y oye, por casualidad. ¿Tú sabes cómo se llama? —Natalia rezaba para que María no notase la desesperación de sus palabras.

—Creo recordar que se llamaba Ana o algo así...—María miraba al techo como si esperase encontrar allí la respuesta— ¡Alba! se llamaba Alba. Sabía que era algo parecido—dijo con satisfacción— ¿A qué viene tanta curiosidad?

—Eh... Bueno, simplemente, yo... — La pregunta la había pillado con la guardia baja. Bajo la mirada expectante de María, trató de encontrar una respuesta lo más simple posible. No podía decirle que había sentido una conexión con una chica misteriosa el día que enterraban a su hermana ni que le había estado espiando en el cementerio mientras ella merodeaba por ahí—. Quería saber si era amiga de Elena, ya sabes que yo estaba un poco desconectada de su vida.

Respiró al ver que María se contentaba con la respuesta

—Bueno esas cosas son normales entre hermanas. Por cierto, la invitación de acompañarnos al cine sigue en pie. Vamos. A ir el viernes, así que puedes venirte con nosotras.

María sonreía, pero Natalia sentía la tristeza de su voz. Era Elena la que tendría q haber ido con ellas, y no Natalia. Aunque ya no veraneasen en el pueblo, ella solía quedarse en casa de sus amigas algunos fines de semana. Siempre tenía tiempo para todos y por eso tanta gente la quería.

—Claro, suena genial, me apunto. —Natalia sonrió. También ella estaba triste, pero se sentía agradecida de que las amigas de Elena lo hubiesen vuelto a intentar. Le vendría bien no pasar tanto tiempo sola.

De camino a su casa no pensaba en otra cosa. Su nombre le daba vueltas por la cabeza: Alba. No podía quitárselo de la cabeza y solo podía ver esos ojos clavados en los suyos. Natalia nunca se había sentido así.

Sentía una curiosidad irrefrenable que la animaba a hacer cualquier locura con tal de averiguar quién era ella, y eso era muy inapropiada de ella. Elena siempre había sido la hermana impulsiva y decidida. Era pasional, y se lo jugaba todo a una carta si era por algo que quería de verdad, pero Natalia no. Ella siempre había sido mucho más comedida y racional. Era calculadora y sopesaba siempre los pros y los contras antes de arriesgarse a hacer algo que pudiese tener efectos importantes en su vida.

Pero ahora por primera vez estaba experimentado una emoción parecida a lo que sentía su hermana. Era una milésima parte, pero ya era algo y le gustaba la hacía sentirse viva. Como si también ella llevase tiempo muerta.

Cuando llegó a su habitación, abrió el ordenador y empezó a escribir:

<<Luis y Adela>>

Y se sintió mejor.

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Se que Alba está saliendo poco pero no os preocupéis en nada aparecerá

Si os gusta y os apetece compartirlo me harías un gran favor para que llegara a más personas :) Muchas gracias.

Espero que os guste <3

gracias guapes:)

La chica de las mil almasDove le storie prendono vita. Scoprilo ora