Capítulo 10

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Eran fiestas en el pueblo de al lado. La noche anterior, María le había escrito un mensaje diciéndole que irían a cenar y luego a la verbena. Elle le había contestado con un << ¡Ok, mañana te confirmo! Bss>>.

No estaba muy segura de cuánto le apetecía ese plan, pero no quería decir que no, así que ya lo decidiría a lo largo del día. La última vez que salió con ellas estuvo muy cómoda, le hicieron sentirse parte de algo. No se sentía como una extraña ni alguien a quien compadecieran. Compartían las tres ese dolor y fue agradable poder repartirse el peso sin necesidad de decir nada.

Era una sensación que no había experimentado hasta el momento. Con sus padres le era imposible abrirse y sentía que llevaba mejor la carga si no hablaba de ello.

Veía en los ojos de su madre la necesidad de hablar, pero ella no podía satisfacerla.

Se preparó el café y volvió a subir a su habitación. Abrió las ventanas de par en par para ventilar la estancia, pero se cercioró de que la mosquitera estaba bien sellada. En el campo era asombrosa la cantidad de insectos que se podían colar en su cuarto. Se puso una chaqueta y se sentó en la silla de delante del ordenador. Entraba un aire fresco muy agradable. Encendió la pantalla y abrió un documento que tenía guardado en el escritorio con el nombre de <<Las historias>>.

Ya había escrito a Adela y Luis. Tenía la esquela puesta en cursiva y ella escribía la historia justo debajo. Utilizaba siempre la fuente Courier, que era su favorita. Emulaba las letras de una máquina de escribir y le daba la sensación de estar redactando un documento antiguo.

Copió la esquela de Fernando justo debajo de la de Luis. Había fotocopiado en la biblioteca el recorte que encontraron en el archivador rojo. Le gustaba fotocopiar los papeles en vez de hacerles una simple foto con el móvil. Así podía guardarse el recorte y anotar cosas en él. Redactó la historia siguiendo la información que narraba el artículo, aunque hubo de admitir que añadió algunos elementos que solo existían en su imaginación. Tampoco tenía importancia, ya que eso era algo que guardaría para ella misma, y añadirle un poco de fantasía le daba un toque romántico.

Cuando hubo terminado de redactar la historia, volvió a introducir el nombre del blog de su hermana en el buscador: <<Los consejos de Elena>>. Lo que habría dado por uno de sus consejos en ese instante... Por mucho que hubiese leído ese blog un centenar de veces, no se cansaba de hacerlo. Era como si de esa manera, solo por un momento, Elena todavía siguiese viva.

De repente notó un nudo en el estómago y las palabras de Alba le retumbaron en la cabeza. Tu hermana está triste, deberías ir a verla. ¿Sería cierto lo que Alba le había dicho? Por más que le daba vueltas, seguía pareciéndole una locura y un disparate. ¿Cómo iba alguien a poder sentir a la gente que ya no estaba?

Por otro lado, recordaba la mirada de Alba y lo herida que se sintió cuando ella la llamó mentirosa y estafadora. Esperaba de corazón que hubiera podido perdonarla. No pretendía herirla, pero en ese momento no supo procesarlo; era demasiada información, era demasiado cercano. Pero ¿por qué iba alguien a inventarse algo así? Lo único que conseguiría era que le tacharan de loca, y nadie quería eso. Ni siquiera Alba.

Un grito de su padre la sacó de sus pensamientos.

— ¡A comer! —Oyó que gritaba su padre desde el hueco de la escalera.

Se había quedado traspuesta, con los ojos mirando a algún punto fijo de la pantalla donde aún estaba el blog de su hermana abierto. Cerró el blog, apagó el ordenador y bajó las escaleras aún con el nudo en el estómago. Comenzó a deshacerse el nudo cuando le llegó el olor del guiso de su padre, que precisamente era su favorito.

La chica de las mil almasWhere stories live. Discover now