Capítulo 16

751 83 3
                                    

Al llegar a casa, lo primero que hizo fue escribirle a Alba:

He leído la esquela y me encantaría que me ayudaras a averiguar la historia que hay detrás. ¿Nos vemos mañana? Un beso.

En realidad no había tenido tiempo de leer la esquela, lo único que tenía claro es que necesitaba verla.

Entró en la cocina donde estaban sus padres, ya sentados en la mesa y con la comida preparada.

—¿Dónde has ido esta mañana? —preguntó su madre, visiblemente preocupada.

—A dar una vuelta. —Seguía molesta por la tendencia de su madre a meterse donde no la llamaban.

—¿Has ido con alguien? —dijo su padre.

—No, he estado yo sola. ¿Por qué os preocupa tanto? —dijo ya sin poder ocultar su mosqueo.

—Solo te hemos preguntado. Estamos preocupados y no queremos que te pase nada... —explicó su madre.

—Sé cuidarme sola.

—¿Qué es eso? Natalia, ¡estás sangrando! —dijo su madre alterada señalándole el brazo.

En el camino de vuelta se había caído de la bicicleta. Iba tan nerviosa y sentía tanta angustia dentro que no vio una de las piedras y se tropezó, haciendo temblar el manillar y cayendo finalmente contra el suelo. Se debió hacer una herida, pero ni siquiera lo había notado.

—¿Qué te ha pasado? —Su madre se comportaba como si Natalia tuviese tres años y se hubiese caído del columpio, y eso no hacía más que irritarla.

—No es nada, he tropezado y ya está. Solo es una rozadura. Me voy arriba —dijo Natalia ya encaminándose hacia la puerta.

—Pe ..., pero si no has comido nada. Papá ha hecho ensaladilla.—le contó su madre, elevando el tono.

—Se me ha quitado el apetito

Subió escaleras arriba y cerró la puerta. Necesitaba estar sola, tenía demasiada información que procesar y muchas ideas que se agolpaban en su cabeza. La visita a casa de Diego le había dejado un sabor de boca horrible y no conseguía saber qué era exactamente lo que lo que le causaba más inquietud. A fin de cuentas, su hermana no le contó nunca nada.

Seguramente, eso era lo que más le inquietaba, el hecho de que su hermana nunca le hubiese contado nada. Y le dolía. Era cierto que no estaban todo lo unidas que podrían haber estado, pero ella quería mucho a su hermana, y si algo le hubiese preocupado mucho se lo habría contado.

Bueno, siendo sinceros, puede que no fuese así. Puede que realmente no hubiese tenido nunca la idea de contárselo. Por mucho que quisiera a Elena, eran de mundos totalmente distintos y seguramente habría creído que ella no la habría comprendido. Igual así se sentía su hermana respecto a ella. Por eso no le había contado nada.

Pero estaba claro que había algo oculto. Tenía que pararle los pies. Dios, esa frase retumbaba en su cabeza como si le estuvieran dando golpes con un martillo. Necesitaba averiguar más cosas y estaba segura de que María y Marta lo sabían todo, pero no podía preguntarles. No podía contarles que había ido a ver a Diego después de lo que ellas le dijeron. Y tampoco podía pedirles que le contaran los secretos de su hermana. ¿Qué podía hacer?

Se dio cuenta de que, por un momento, había estado pensando como si su hermana aún estuviese viva. Como si fuese su deber averiguar qué le pasaba y ayudarla. Pero Elena ya no estaba. Ahora no podía hacer nada por ayudarla. Aunque sí podía tratar de entender qué le sucedió y de esa manera unirse más a ella. Para eso, al menos, no era tarde.

La chica de las mil almasWhere stories live. Discover now