Capítulo 9

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Se había levantado más temprano que nadie. Había preparado un café bien calentito y reunió todos los recortes y apuntes que llevaba anotados de las esquelas. Se había quedado atascada en la esquela de la desaparición. Aún no había conseguido averiguar de dónde procedía esa persona y cuál era su familia y, por lo tanto, no podía escribir una historia sobre dicha esquela. Quizá Alba pudiese ayudarla y viese algo que a ella se le había escapado.

Alba... Ese nombre daba vueltas por su cabeza sin cesar. Si su hermana se hubiese enterado de que le interesaba una chica, no la habría dejado en paz. Se habría pasado todo el día lanzándole miraditas y pullitas. Ya escuchaba en su cabeza esa voz infantil que tanto la irritaba, cantan do « Alba y Natalia besándose en un árbol... >>. Cuánto habría dado por poder escuchar de verdad esa voz infantil de nuevo.

Pensaba en Alba, en esa responsabilidad hacia los que ya no estaban que había decidido asumir ella sola. No sabía si lo de las energías era cierto, pero igualmente le parecía bonito. ¿A cuántos fallecidos mantenía cerca de sus seres queridos? El cementerio era grande, tenían que ser muchos. Miles de almas a las que ayudar. Esa era Alba, la chica de las mil almas.

Iba de camino a la biblioteca del pueblo, donde había quedado con ella. Hacía un día espléndido y la brisa le alborotaba el flequillo. Llevaba flequillo desde que tenía uso de razón. Cuando eran niñas, ambas lo llevaban. Su madre decía que era muy práctico y Natalia estaba de acuerdo, por eso jamás se lo había cambiado. Nunca había sido una persona especialmente preocupada por su imagen. Anteponía la comodidad a lo estético. Tenía el pelo negro, bastante liso, y no demasiado largo. Le gustaba llevarlo por los hombros, era un largo fácil de manejar y se podía atar en coleta con facilidad.

Elena, en cambio, se quitó el flequillo en cuanto pudo, nunca había soportado llevarlo. Tenía una melena corta difícil de peinar, pero a ella le quedaba perfecta, pues era preciosa. Se había cortado el pelo en un acto de rebeldía contra su madre y desde entonces fue su seña de identidad esa melena corta y rubia.

Entró en la biblioteca y pasó los tornos. La biblioteca tenía dos plantas; la de abajo era para el estudio y la de arriba era donde se encontraban todos los libros, los archivos de información y los ordenadores. Subió las escaleras que se encontraban a mano derecha y entró en la sala de ordenadores. Alba aún no había llegado.

Miró la pantalla del móvil: las 11.15 h. Ella siempre llegaba pronto a todas partes, debería asumirlo ya. Decidió aprovechar el tiempo que tenía para seguir buscando información y se sentó en uno de los ordenadores libres. No había mucha gente, pero la zona de los ordenadores era normalmente la más concurrida. Suponía que estaba estrechamente ligado a la falta de wifi en la mayoría de las casas de veraneo y a la necesidad de la gente de cotillear el Instagram y divertirse con los juegos en línea.

Estaba esperando a que se cargara un enlace cuando notó una mano en el hombro. Le sacudió todo el cuerpo, y no fue del susto. Había vuelto a notar esa corriente eléctrica recorrerle todo el cuerpo. Era electricidad pura.

Alba apartó la mano, mirándola. Parecía que hasta se había peinado. Natalia se dio cuenta de que estaba rígida y trató de parecer relajada.

— Hola, estaba aquí... tra — tratando de, de avanzar — dijo. « Menuda idiota », pensó...

— ¿Qué información buscas exactamente?

— Pues, por lo visto, la esquela está relacionada con un antiguo caso de desaparición, pero no he conseguido encontrar nada.

— Creo que deberíamos buscar en otro sitio, quizás ahí encontremos algo más. — Alba empezó a caminar hacia una de las estanterías del fondo.

La chica de las mil almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora