Capítulo 15

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No había pegado ojo. Sentía el cansancio por todo su cuerpo, pero el miedo y la necesidad de saber sobre ese tema eran más fuertes. Alba le había mandado un mensaje el día anterior mientras estaba con las chicas:

¿Cómo estás? ¿Te encuentras un poco mejor? Ayer vi una esquela muy bonita y me acordé de ti. Si te apetece que la investiguemos, puedo hacerle una foto y mandártela. Un beso.

Se dijo a sí misma que luego respondería, pero después todo había sido una vorágine de información y cosas que procesar en su interior, y se había olvidado por completo

Cogió el teléfono y vio que le había escrito otro mensaje:

Espero que estés bien. No quería agobiarte ni nada así, solo estoy preocupada. Dime al menos si todo está ok

Se sintió fatal por no haberle dicho nada, sobre todo después de lo que pasó. Le apetecía mucho verla, pero tenía que solucionar muchas cosas antes.

Perdona, he estado un poco out. Suena muy bien lo de la esquela, ¡mándamela! Ahora mismo tengo que solucionar unos temas, pero te escribo pronto. Un beso.

Sintió un ligero calor dentro. Que Alba se hubiera preocupado y buscara motivos para pasar tiempo con ella era algo que le hacía sentir muy bien. Pero en ese momento tenía una sensación de angustia dentro que le impedía pensar en otra cosa. Debía descubrir qué le había escondido Elena cuanto antes

No recordaba la última vez que había dormido tranquila. Necesitaba seriamente descansar. Las ojeras que se encontró al mirarse al espejo no hicieron más que confirmar lo que sospechaba, que parecía un muerto en vida. Se maldijo a sí misma por ese símil y por la falta de tacto que tenía algunas veces. Menuda eres, Natalia.

Había repasado mentalmente todas las cosas que quería preguntarle al ex novio de su hermana, pero conociéndose sabía que llegado el momento seguramente se quedaría en blanco. Eran demasiadas las cosas que le rondaban por la cabeza y que necesitaba saber.

Diego vivía en uno de los pueblos cercanos. El pueblo estaba a menos de quince minutos en bicicleta y, aunque hacía frío, le vendría bien ese paseo para despejar y aclarar un poco las ideas. Le dejó una nota a su madre en la cocina diciéndole que estaría de vuelta para la hora de comer, bajó al garaje y sacó la bicicleta.

Estuvo a punto de caerse de la bicicleta dos o tres veces. Iba completamente absorta en sus pensamientos y la falta de atención no es un buen aliado cuando estás montando en bicicleta. Al final había resultado no ser tan buena idea. El sendero tampoco estaba en las mejores condiciones. Había tomado un atajo que cruzaba por el bosque, pero las ramas y rocas del suelo a veces ralentizaban el avance.

El corazón le latía muy fuerte, de nervios y por verse obligada a subir varias cuestas ligeramente empinadas que volvían a dejar en evidencia por milésima vez el poco entrenamiento que tenía. Repasó cuántas veces había visto a Diego desde que su hermana empezó a salir con él y se dio cuenta de que no habían sido muchas. Sabía que su hermana sí pasaba bastante tiempo en el pueblo de él y que había ido bastantes veces con su familia, pero no recordaba que Diego hubiese estado muchas veces con ellos.

Soplaba una brisa fría y ella lo agradeció. El frío la ayudaba a despejarse un poco y a pensar con algo más de claridad.

Al cabo de unos pocos minutos ya estaba subiendo por la calle que llegaba a la casa de Diego. El pueblo era algo más pequeño que el suyo. Las casas estaban muy pegadas las unas a las otras y en la plaza del pueblo solo había un bar. Por eso, la mayoría de la gente de los pueblos de alrededor se iban al suyo a pasar la tarde, pues había locales y más ambiente. También tenía el pueblo cuestas más empinadas, por lo que se vio obligada a bajar de la bicicleta y subir la cuesta andando si no quería terminar expulsando un pulmón.

La chica de las mil almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora