La flor de la constancia, de la firmeza y perseverancia que te ayudarán a conseguir todo aquello que desees, pero sobre todo, todo aquello que merezcas.
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Las palabras de Marc aún resuenan en mi cabeza, estoy tumbada en cama, en mi casa ya en Barcelona. Sin duda el resto de las vacaciones no fueron nada memorables, Marc y yo nos distanciamos, lo suficiente para hacernos pensar a ambos lo que estábamos haciendo. Con Álex las cosas son distintas, sabe que pasa algo con Marc pero no parece que ahora sienta que eso vaya a interferir en nuestra relación.
-Liv.
-¿Si?
-Estoy muy drogada.
Empiezo a reírme inconscientemente.
-Tía tengo mucha sed.
-Buah, yo también.
Tengo una sensación de tranquilidad infinita, pero a su vez no puedo levantarme.
-Al, no deberíamos fumar esto.
-Shhh, por ahí está pasando una mosca.
-¿Una mosca? ¿Dónde?
-Ahí.
Señala un punto en el techo, donde está la lámpara.
-Al, eso es una lámpara.
El sonido del timbre sobresalta a mi amiga, la que se ríe.
-Sh, vengo ahora, abre las ventanas.
-Sí, sí.
Las carcajadas de la morena son cada vez mayores observándome mientras intento levantarme. Quien llama al timbre insiste.
-¡Ya voy! ¡Ya voy!
Camino despacio manteniendo el equilibrio estirando los brazos. En cuanto llego a la puerta y abro veo la figura de un chico que no veía desde hace tiempo.
-Oh, camarero.
Arrastro la última vocal, a carcajadas. Él tiene una ceja elevada, con una expresión interrogante.
-¿Qué fumaste?
Pestañeo, intentando ver más claro.
-No lo sé, Al lo sabe, creo que era hachís.
Él me agarra por los hombros.
-¿Hachís?
-Ajá.
Asiento repetidas veces, él entra en la casa y deja sobre el sofá lo que traía. Tira de mí hasta que me siento en una de las sillas que tengo al rededor de la mesa.
-Ahora vas a beber agua en lo que yo busco algo para bajar el colocón.
Lo veo perderse por los cajones de la cocina.
-¿Tienes hambre?- yo niego-. Bueno pues vas a comer algo.
-Jo, no quiero.
-Me da igual, rubia, te estoy diciendo que vas a comer.
