Epílogo

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—Despierta mami. Mamá despierta...

Obedecí la orden de aquella tierna voz, ilusamente creí que al abrir los ojos el estaría a mi lado, para mi desgracia todo había sido un sueño. Me encontraba algo desorientada, mi último recuerdo era al lado de Sam, no comprendía muy bien como había llegado a la cama, ¿Por qué tenía mis brazos vendados? ¿Por qué tenía conectado un suero a mi mano? De lo único que estaba segura, era que me encontraba en la habitación de Alexander.

A pesar de que quería levantarme, preferí quedarme ahí, observando todo a mi alrededor, tratando de recordar que había pasado. Aquel sueño había sido tan real, Sam estaba conmigo, ojalá hubiese despertado después de ver a mi pequeño.

—Mi niña, gracias a Dios que despertaste— Mati se acercó, al percatarse de que había abierto los ojos —¿Necesitas algo? Debería ir a comunicarle al joven Alexander que despertaste, el pobre estaba muy angustiado.

—Aguarda— mi voz apenas era audible¸ sentía la garganta seca —Podrías darme un poco de agua, por favor.

Después d ayudarme a beber agua, se sentó en la cama, muy cerca de mí, comenzó a acariciar mi mano, se notaba triste, a pesar de que tenía muchas dudas, no quise romper el silencio.

—¿Por qué lo hiciste? — dijo señalando mi brazo —Se que todo esto es muy difícil para ti, no puedo imaginar el inmenso dolor que embarga tu corazón— tomo un respiro, su voz se escuchaba temblorosa, si continuaba no tardaría en ponerse a llorar —Sabes, el joven Samuel era como un hijo para mí, con esto no quiero igualar tu situación, lo que trato de decir es que me afecto bastante su muerte, a pesar de no llevar mi sangre, fue un golpe muy fuerte, no imagino lo que tu sientes, aun así no debiste hacerte daño. Quizás ahora no puedes verlo, pero eres muy joven y sé que con el tiempo el dolor disminuirá.

Todos los recuerdos llegaron, no pude decir nada, lo único que hice fue llorar. Tal vez Sam tenía razón, aun no era tiempo, quizás aun tenia cosas por hacer...

—Llora mi niña, te va a hacer bien— Mati me abrazo, sentir la manera tan tierna en que me hablaba, lo sentí como un gesto maternal, algo que por primera vez experimentaba.

Jamás supe quienes eran mis padres, no tenia ni un solo recuerdo de ellos, no era algo que me afectara ya que con el paso de los años aprendí a vivir sin ellos.

—Lo siento, no debí hacerlo.

—Quiero ayudarte, ¿Dime que puedo hacer? — limpie mis lágrimas, ella regreso a su lugar, sin soltar mi mano.

—Nadie puede ayudarme— como podría, si lo único valioso que tenia en mi vida, había sido arrebatado, ni siquiera tenia un lugar en donde llorarle.

—El joven Marcus quiere ayudarte, si se lo permitieras— comencé a negar, no quería nada que viniera de él.

—Solo podría ayudarme si me dejara ir y estoy segura que eso no está en sus planes.

—¿Lo quieres? — guarde silencio, breves segundos, en realidad ya no sabia que sentimientos tenía hacia él.

—No se puede querer a alguien a quien odias— mi respuesta al parecer le había afectado, ya que su cara reflejaba tristeza. Hizo un movimiento con la cabeza, asintiendo.

—Voy a ayudarte— me quede observándola detenidamente, tratando de averiguar a que se refería —¿Me prometes que, si te ayudo a irte lejos de aquí, no volverás a hacerte daño?

—No quiero que te arriesgues por mí.

—No tienes que preocuparte por mí, créeme quiero ayudarte.

En manos de la Bestia Where stories live. Discover now