Capitulo 19

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La agonía del dolor hacia a mis sentidos delirar, junto con mi cuerpo que se encontraba fuera de control cambiando de temperatura constantemente. Aquello era lo más horrible que se haya podido pensar incluso. Y no le deseaba aquel mal a nadie.

No sé cuánto tiempo estuve así, tendida en la cama apretando los dientes de dolor o castañeándolos de frío. Mi abuela siempre estaba a mi lado, de algún modo sentía su presencia, al igual que a Stephan, aunque a este de una manera más nítida, más fuerte; también sabía que habían venido otras personas porque la habitación de repente se llenaba de un perfume diferente al de los ya conocidos por mi nariz nueva y súper desarrollada. 

Las noches eran el único momento del día en el que mi dolorido cuerpo podía descansar. Solo un poco. En ese momento no dolía tanto porque la necesidad de liberar el dolor hacia presencia y me abrazaban los brazos del sueño llevándome lejos, agotándome en sueños, aunque en la mañana no recuerde nada. 

Esa tarde, mientras estaba media inconsciente, escuche una conversación entre mi abuela y Stephan. 

-Te dije que se estaba acercando el momento, lo he estado sintiendo desde que llego de Witzen. -le susurraba Stephan de forma recriminatoria a mi abuela, recibiendo un suspiro en respuesta de mi abuela. Se quedan callados durante unos minutos y me pregunto qué estarán haciendo, ¿observándome, pensando en las probabilidades que tengo de terminar este infierno que tengo por prueba? Y la pregunta flota en la nada de mi mente mientras vuelvo a caer en la inconsciencia. 

Me encuentro en un jardín enorme, lleno de árboles y flores de diferentes colores. En medio el está Alice con sus habituales pantalones de cuero y botas altas, pero esta es una versión más joven de Alice. Lleva el pelo recogido y lo que parece el pequeño diario que encontré en la biblioteca aquel día en la biblioteca. Sus ojos azules se agrandan mientras dibuja en el libro. Es un boceto. El boceto de un hombre. Mi padre más joven. Cuando lo termina pasa su dedo índice por la mejilla de la cara de mi padre en el boceto. 

-Alice... -la dulce voz de Mirana irrumpe y la saca de su estupor. 

Y me despierto. 

Por primera vez en lo que sentí una eternidad obro los ojos, que se desplegando como telarañas. He soñado. Y lo he recordado. Hago el ademán de acercar mi mano derecha a mi cara pero algo me la retiene. 

-¿Eva? -la voz adormilada de mi abuela resuena por toda la habitación. -¿Estas despierta? 

-Sí. -contesto y me sorprendo de lo rota que suena mi voz. Mi abuela se levanta de su posición improvisada para dormir y me mira con ojos grandes y rodeados de bolsas moradas. 

-Oh, ¡Gracias a Dios! -exclama y me abraza como puede. Trato de sentarme, pero con el mínimo esfuerzo me duele el cuerpo como si una aplanadora me hubiese cruzado por encima. -Tómatelo con calma, cariño... 

-¿Cuánto tiempo he estado así? -me atrevo a preguntar y la tristeza invade sus ojos. 

-Más o menos cuatro días, estaba preocupada por ti... Pensé que no lo lograrías. -dice con la voz rota. Trato de consolarla como puedo, pero me es inútil. -Todo esto es mi culpa... 

-No, no lo es... 

-¿No habías sentido algún síndrome antes cariño? Piénsalo bien. -me dice mirándome directo a los ojos. 

-Bueno, últimamente me he sentido un poco cansada, pero pensé que era porque salía a correr casi diario para huir de Axel. También he sentido unos dolores de cabezas, nada grave la verdad, pero pensé que era debido a la adrenalina que ejercía mi cuerpo al hacer ejercicio... -le digo. -Ah, también está el hecho de que sueño y cuando despierto no recuerdo nada... -mi abuela me mira ceñuda. 

Perdida en Ninguna Parte (En edición)Where stories live. Discover now