Prologo - Antes del principio

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Un fuerte dolor golpea su hinchado vientre haciéndola soltar un grito ahogado y llamando la atención de su madre que se encontraba del otro lado de la habitación, arreglando algunas de las ropas recién lavadas.

Dios no. Iba a dar a luz. Ahora.

– ¿Estas bien, Alice? –pregunta su madre viendo la cara de espanto en el rostro de su hija. Entonces siente como llega la primera contracción, encogiendo y expandiendo los músculos de su vientre, haciéndola sisear entre dientas. Se acerca a Alice rápidamente, con los ojos bien abiertos mostrando pánico y al mismo tiempo emoción.

-Ya es hora. – responde Alice cuando recupera el habla, respirando entrecortadamente.

-Ven, siéntate. – prácticamente la arrastra hacia la cama que estaba en medio de la enorme habitación y la obliga a recostarse. –Ahora vuelvo. – dice y se va.

¿A dónde va? ¿Cómo se le ocurre dejarla sola en este momento? Comienza a sentirse mareada y cree que su vientre explotara en cualquier momento.

Otra contracción hace que chille y se retuerza en la cama. Esta es un poco más prolongada que la otra y por mucho, más dolorosa. La siguiente a esa hace que la habitación dé vueltas y su visión empieza a ponerse negra.

-Por favor... -susurra entre diente, agotada.

-Alice. – la fuerte voz de su madre la devuelve a la habitación. Ni siquiera se dio cuenta de cuando había vuelto. –No te preocupes, todo acabara pronto. – la consuela mientras otra contracción ataca y es aún más dolorosa que las demás, cosa que no encontraba posible. Cuando su visión se vuelve a adaptar a la realidad, y su respiración vuelve a un paso normal en el que puede respirar, siente como algo se rasga desde dentro haciendo así que vuelva a aguantar la respiración otra vez, sin poder gritar.

-Alice, cariño. – comienza a decir su madre mirando hacia su regazo donde sostenía su mano. La soltó inmediatamente ya que había estado clavando sus uñas en sus palmas.

- ¡SOLO SÁCALA! –grita y su madre se pone a trabajar.

Un tornado de emociones la azota, dejando un desastroso camino de pensamientos carentes de sentido. "Mi bebé, seré mamá" Son los únicos pensamientos coherentes que llegan a su mente, los cuales sirven de motivación mientras gime y aprieta fuerte los dientes, gruesas gotas de pegajoso sudor perlaban su frente debido al esfuerzo.

-Vamos, sigue pujando. -insiste su madre.

Puja. Comienza a llorar, pero vuelve a pujar. Va sintiendo como su vientre se va vaciando al igual que sus fuerzas. "Ya casi, vamos" se dice mentalmente y vuelve a gritar, esta vez sacando todo el aire de sus pulmones, su garganta reclamando por el esfuerzo, sus fuerzas abandonando su cuerpo. Batalla por mantener los ojos abiertos, pero se rinde y suspira. A los pocos segundos escucha un suave llanto y abre los ojos para ver a la criatura más perfecta que sus ojos hayan visto jamás.

Gruesas lagrimas recorren las hinchadas, sonrojadas y sudadas mejillas, sin poder evitarlo, llorando de felicidad, extiende los brazos, queriendo tenerlas más cerca. Su madre la envuelve en la frazada blanca y se la entrega, orgullo bailando en su expresión fácil.

Antes de saber lo que pasaba, mas lagrimas desbordaban de sus ojos. Eres tan hermosa. Y eres solo mía. Pensó mientras una sensación de satisfacción y felicidad le llenaba el pecho.

La puerta se abre e instintivamente la esconde debajo de su lado izquierdo que queda contrario a la puerta. Pero son solo Tarrant, Mirana e Iracebeth. Entran a la estancia y se acercan sonriendo con orgullo y felicidad, aunque detrás de todo el festín de alegría, había un destello de tristeza. Sabían lo que se acercaba.

-Es muy hermosa, Alice. –dice Mirana, observando cómo la pequeña criatura trata de comerse sus dos manitas juntas.

-Sí que lo es. –responde Alice tensándose y odiándose por lo que estoy a punto de hacer. Besa la frente de la bebé por lo que sabe que será la última vez en mucho tiempo. -Encuéntrame. -susurra a su hija mientras siente como su corazón se rompe en miles de pedazos. –Mamá, tómala. –le pasa la bebé a su madre, quien la mira con una máscara de preocupación puesta. Se acomoda en la cama antes de enfrentar la cara de las personas mas cercanas a ella en el momento. Se vuelve a su madre y un grito ahogado sale de su garganta mientras comienza a llorar desesperadamente. – Vete, mamá. Llévatela.

- ¿Qué haces, Alice? –pregunta Tarrant. Esos extraños ojos que habían llegado a leer sus más grandes miedos la observaban confundidos. Alice cubre su boca hasta que puede callar los sollozos y se muerde el interior de la mejilla para evitar volver a llorar. Después de unos segundos puede dejar de llorar, respira hondo antes de volver a hablar.

-No voy a permitir que Alexia se acerque a mi hija. Jamás lo hará. –responde con una determinación que creía inexistente en esos momentos. –Llévatela mamá, escóndela. – repite y esta vez suena como una orden y ella asiente, aferrándose a la niña. –Que nunca se entere. Confío en que harás lo necesario.

-No te fallaré. –responde con un nudo palpable en la garganta.

-Vete. Ahora. –le dice nuevamente y su voz se rompe un poco al final y su madre sale corriendo.

En el momento en que la puerta se cierra detrás de ella comienzan a rodar las lágrimas. Llora desalmadamente, sintiendo como su ya roto corazón se desmorona aún más. Tarrant se sienta a su lado y acaricia su sudado pelo rubio. Después de lo que parecen horas, la intensidad de sus llantos disminuye al igual que sus fuerzas y se va quedando lentamente dormida.

-Lo siento tanto, cariño... -escucha como susurra su mejor amigo antes de soltar su último suspiro y quedar inconsciente.

Perdida en Ninguna Parte (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora