Capítulo 38: Ushuaïa's Horror Story

395 14 0
                                    

Bajamos a comer al buffet del hostal, estábamos hambrientos. Cuando llegamos a la entrada vimos a Susana de nuevo, que nos sonrió y nos dijo:

-¿Qué? ¿Váis a comer?

- Sí-exclamamos todos a coro.

- Muy bien que hacéis. La comida de aquí está bastante buena. Espero que os guste.

Asentimos y seguimos hacia allí. Entramos y se nos hizo la boca agua al ver los manjares que estaban expuestos en la barra y a nuestra total disposición. Yo no recuerdo exactamente qué comí, pero sí que recuerdo lo que Rory comió: compota de manzana. Puaj. Quiero vomitar. Esperad, ahora vengo (ruidos extraños con la garganta).

Ya estoy otra vez. Es que solo con imaginar la compota me entran ganas de empezar a potar (com-pota, potar. Ja, ja, no). Fue una comida bastante inusual porque los chicos comieron por un lado y mi amiga y yo por otro. Cogimos nuestros platos y nos sentamos en una mesa apartadas de ellos.

- Rose, yo no puedo estar así...

- ¿Crees que a mí me apetece? Mira Lina, yo comprendo muy bien lo que te ha pasado y por qué lo has hecho, pero ellos no. ¿No verías un poco extraño que de un momento a otro la persona a la que más quieres desaparece sin decir nada y cuando están a punto de hacer algo extraordinario de repente aparece? Porque yo no sabría como tomármelo Lina.

Lo que mi amiga no sabía era que quizá yo había sentido lo mismo que sintió Mike por mí cuando mi amigo John se fue sin decirme nada. Mike y yo buscábamos algo. Pero no a la misma persona. Él a mí y yo a él no. Así que entendía perfectamente lo que ella me quería hacer entender, pero no podía hacer nada. Nada.

- Ya, Rose. Si tienes razón pero...

- Pero, ¿qué? Mira tía, estamos en Ibiza, una isla llena de fiesta y de tíos buenos que tenemos que observar cada vez que pasen por nuestro lado. Así que basta de tonterías. Esto yo creo que deberíais de hablarlo Mike y tú a solas y arreglarlo.

- Rose... es que ya no se ni yo si quiero que esto se arregle... Estoy tan confusa... No sé si quiero a Mike tanto como antes después de lo que ha pasado-agaché la cabeza y me puse las manos en los ojos. Sin llorar, solo apretando para ver si sería capaz así ver mis ideas más claras.

Mi amiga se levantó de su silla y se acercó a mí para darme un fuerte abrazo. La abracé yo también, y por encima de su hombro me percaté de que Mike estaba mirándonos desde la otra punta del buffet. Pero no hizo nada. Ni se inmutó.

- Lina, vamos a hacer una cosa. Hoy tenemos todo el día para hacer lo que queramos y esta noche nos vamos a ir al Ushuaïa a pegarnos un baile y a pasárnoslo bien. Con los chicos o sin ellos. ¿Qué te parece? Allí tendrás tiempo para despejarte y verás como después de eso tendrás las ideas mucho más claras.

Eran las cinco de la tarde, después de comer subimos de nuevo a las habitaciones para abrir las maletas y sacar todas nuestras cosas. Antes de subir, en el buffet, quedamos en ir al Ushuaïa a las 17:30, ya que lo habrían a las 17:00 y así nos daría tiempo a todo. Aunque no viéramos empezar el espectáculo. Ese día pinchaba David Guetta y los bailarines iban a ir vestidos como si fueran zombis, calaveras, muertes o lo que quisieran ser. Se llamó al evento Ushuaïa's Horror Story y parecía bastante divertido. Los bailarines, bajaban del escenario y asustaban al que podían.

Como no, Mike ni mencionó lo que había visto en el buffet ni me preguntó qué me ocurría. Pero como mi amiga Rose me dijo: tenía que pasar de ellos mientras la situación siguiera si es que quería divertirme en el lugar al que había querido ir desde pequeña. Y eso hice. Pensé: Que le den.

Cogimos ropa cómoda y especial para la ocasión y bajamos a la entrada de la Ocarina. Susana ya había terminado su turno y no se encontraba en recepción. Pensábamos preguntarle a ella si tenía información sobre las discotecas de la zona, ya que era joven y nos recomendaría mejor que la mujer mayor que se encontraba ahora en su puesto, pero no tuvimos otra opción.

Nos dijo un gran número de ellas y nos habló un poco de las más baratas y de las más caras de la ciudad, aunque no hicimos caso al precio, ya que pagaba Mike las entradas. Despedimos a la mujer y fuimos a la zona de taxis. Habían unos seis, pero escogimos el más grande porque para poder entrar nosotros cinco juntos necesitábamos un taxi de seis plazas mínimo. El taxista nos preguntó adónde queríamos ir y le contestamos que al Ushuaïa. Arrancó y fuimos hacia allí.

- ¿Quién pincha hoy?-preguntó el conductor curioso-. ¿Hardwell?

- No, David Guetta-le contesté yo. El taxista era un chico joven, tendría unos veinte años. Me preguntaba qué haría conduciendo un taxi en vez de estar por ahí saliendo de fiesta con sus amigos y tirándose a cualquier tía que pasara por delante de sus ojos cual obseso.

- Es bueno, aunque Hardwell es la ostia. Os recomiendo que vayáis a verlo en cuanto podáis. ¿Hasta cuándo os quedáis?

-Estaremos en Ibiza cinco días.

- Ah, ¡entonces genial! Estará aquí dentro de dos días, si queréis os acompaño.

- Bueno, lo que quieras-le dije. Mike me lanzó una mirada por el rabillo del ojo. No quería estar así con él. Yo sabía que lo quería, pero habían pasado tantas cosas en el último mes que como decía antes: nada tenía sentido. Amaba a Mike, eso era cierto. Pero, ¿por qué estábamos así en el viaje? No lo sabía. O por lo menos no quería creer que fuera por lo que pasó con John...

Cada vez que miraba a Mike veía a John en sus ojos. ¿Por qué? A mí John no me gustaba como pareja. No porque fuera estúpido y sus maneras no fueran las adecuadas, porque eso no era cierto, sino porque mi gran amor siempre había sido Mike. Y lo seguiría siendo. Quería hablar con él y decirle todo lo que sentía, que no podíamos seguir así. No podía más. Quizá antes había actuado como me había dicho Rose que lo hiciera, que pasara de él. Pero no podía.

Rose me había dado dos consejos, los dos completamente distintos pero muy ciertos. O que pasara de él hasta que pudiera pensar qué quería hacer con mi vida, o que lo hablara con él. Y creía que la segunda opción era la mejor, después de probar con la primera y ver que era una completa gilipollez.

Brad y Rory iban haciendo tonterías todo el camino y el taxista no paraba de mirarlos y sonreír, pero no una risa que señalara que le hicieran gracia, era más bien una sonrisa que transmitía una frase: "Estos dos son idiotas". Parecían auténticos niños de párbulos.

Por fin llegamos al Ushuaïa y el taxi nos dejó en el parking. Insistió en que le diéramos el número de teléfono de alguno de nosotros para quedar en dos días para ir a ver a Hardwell con él. Al final, Rose le dio el suyo.

- Muy bien, os llamaré y pasaré a recogeros-nos guiñó un ojo.

- ¿Cuánto es?-le preguntó Mike.

- Ah, no es nada. No os lo voy a cobrar. Que disfrutéis -nos sonrió de nuevo y nos hizo un gesto con la mano para despedirnos.

- ¡Muchas gracias! -el rostro de Mike se iluminó-. Hasta luego.

El taxi se fue y nos quedamos allí parados unos segundos escuchando la música de fondo. ¡Era una pasada! Y pensar que David Guetta estaría al otro lado de aquellas inmensas puertas que separaban el parking de la fiesta.

Rose, Rory y Brad empezaron a caminar y yo quise seguirles pero, cuando fui a andar, me di cuenta de que Mike me estaba cogiendo el brazo para que no me fuera.

- ¿Qué ocurre, Mike?

- Lina, quiero hablar contigo. No puedo aguantar más esta situación.

Siempre a tu lado ©Where stories live. Discover now