Tres

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Lyn de Wölcenn había comprobado que las cadenas que podía crear, tenían una energía similar a la del cristal núcleo gracias al constante vínculo que mantenía con este

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Lyn de Wölcenn había comprobado que las cadenas que podía crear, tenían una energía similar a la del cristal núcleo gracias al constante vínculo que mantenía con este.

Debido a ello, el palacio de las nubes tenía cadenas emergiendo del suelo hasta el techo en cada esquina para evitar que se desmoronara ante los constantes temblores a los que ahora se enfrentaban, y todos los habitantes del reino se refugiaban dentro, siendo el único lugar que podía ofrecer mayor seguridad.

Aunque nadie resultó herido, su lista de preocupaciones no disminuía ni un poco, y la mayor de todas sus inquietudes era la guardiana que permitió que fuera tras su hermana.

Se sentía estúpido cada vez que lo recordaba. Entendía a Galathéia, y sabía que en aquel instante deseaba ser útil. Además, podía manejar al ave más veloz del reino, y pensó que podría lograrlo, pero ahora solo se lamentaba por dentro.

Galathéia tal vez no volvería jamás, y no se lo perdonaría nunca.

Sabía también que el resto de guardias evitaba hablar sobre ella frente a él, y se limitaban a mantener la seguridad de los habitantes, ahora que estaban más atareados que nunca, pero no podían engañarse entre ellos. No cuando los había conocido desde siempre.

«Deben pensar que la sacrifiqué...», asumió dolido, aun cuando jamás sería capaz de hacer tal cosa.

Y si pudiera conseguir tan solo un poco de orden, debía decidir qué buscaría primero: a su guardiana o al cristal.

Elyon también sabía que estaba muy ocupado para pensar en la compañera que ya debía haber regresado aunque sea anunciando su fracaso, pero no podía evitar mantenerse en el umbral del palacio, mirando a la distancia. Lo había hecho por tanto tiempo ya, que cuando divisó a la lechuza que Galathéia usaba, no se lo pudo creer. Su corazón latió muy rápido, y no salían palabras de su boca para avisarles a sus compañeros que la guardiana había regresado, pero no tenía que hacerlo.

No tardó en darse cuenta de que el ave estaba sola.

Corrió hacia la plataforma aeroportuaria del castillo a recibirla, y trató de tocarla para establecer un vínculo con ella, pero la lechuza lo picoteaba cada vez que acercaba su mano, y lo apartaba golpeándolo con sus enormes alas.

—¡Maldita ave...! —Se detuvo, exaltado. No por nada aquella lechuza solo la usaba Galathéia, pues con excepción de ella, era demasiado agresiva.

Al final, vio que en su pata mantenía un papel enrollado, y tuvo que abrazar el cuerpo del ave para tenerla quieta y agacharse y tratar de quitarle la nota sin salir picoteado de nuevo en el intento.

Con algunos daños que pronto se curarían por sí solos, al fin tenía la nota en su mano.

Quería abrirla de inmediato al imaginarse que Galathéia la había escrito para él, pero todo lo que le detuvo fue el sello de cera negro, y un relieve que no se parecía en nada a la dalia y las dagas que identificaban a Wölcenn.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now