Treinta y siete

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Vega de Wölcenn consiguió encontrar la isla que Elyon le indicó que los piratas usaban como un territorio que habían colonizado

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Vega de Wölcenn consiguió encontrar la isla que Elyon le indicó que los piratas usaban como un territorio que habían colonizado. Para su suerte, la espera no fue demasiado larga, pues incluso bajo un cielo azul oscuro, y una neblina muy espesa, logró divisar varias embarcaciones que desembarcarían en la ensenada.

Más segura que nunca de su plan, aprovechó la misma niebla, la cual empezó a materializarse en numerosos lobos, todos bastante ansiosos y hambrientos, que no tardaron en aullar.

—Tranquilos, aún no... —señaló su creadora, y solo por esa orden, se mantuvieron a su lado expectantes, hasta que la nave más grande ancló en la isla.

No se contuvieron más en cuanto sus primeros pasajeros desembarcaron, y con una lámpara, apuntaron en dirección a ellos, por lo que sus gruñidos fueron más feroces.

—Quietos... —ordenó Vega, aunque no se sabía si era hacia sus lobos de niebla, o a los piratas que apenas podían reaccionar ante la situación.

—¡Capitán! Tenemos una intrusa en la isla —anunció Wayra, antes de que Marseus bajara al escuchar también los aullidos.

—¿Intrusa? —repitió la guardiana de Wölcenn, ofendida—. ¡Saludos, su Majestad! Me alegro de que volvamos a vernos. —Hizo una reverencia al ver a Marseus bajar de su nave para dirigirse a ella en pasos muy precavidos.

—¿Vega? —preguntó Lyn al asomarse a la proa, y no tardó en bajar a prisa, pero al llegar a tierra firme, decidió que lo mejor era permanecer en su lugar.

—¿Puedo saber qué se le ofrece? —inquirió Marseus, volteando primero hacia Lyn, queriendo saber si aquello era idea suya, pero muy confundido, el pelirrojo intentó negar.

«No-no, no tenía ni idea de esto...», quiso responder, pero estaba bastante sorprendido y expectante para hablar.

Vega esbozó una sonrisa, al tiempo en que llevaba su cabello hacia atrás con su mano con cierto aire presumido, pero nadie iba a negar lo hermosa que era.

—En primer lugar, deseo la liberación de mi rey, pero sé que aquello no podría ser tan fácil, así que lo reto a usted a un duelo. ¿Qué dice?

No era algo que ni Marseus ni Lyn se esperaban, y el capitán tenía cosas de las que ocuparse al desembarcar, pero no iba a pasar por alto un desafío nunca.

—Debido a la noche, no puedo utilizar mi don —declaró en alto, y su oponente se encogió de hombros.

—Descuide, Majestad. Entiendo sobre eso... —respondió, en tanto dejaba desvanecerse entre la niebla a sus lobos—. ¿Algo más que desee?

El capitán miró a Lyn una vez más, y se dio cuenta de que parecía muy emocionado por el enfrentamiento, a pesar de que no era idea suya.

—Confieso que no mantengo retenido a su rey de ninguna forma, por lo que es libre de marcharse si así lo desea. Sin embargo, aceptaré solo si él no tiene nada en contra de este duelo.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now