Siete

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Antes de que Galathéia fuera capaz de decir algo ante la presencia de sus compañeros, Vega la tenía ya en sus brazos, apretándola con fuerza y robándole el aire

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Antes de que Galathéia fuera capaz de decir algo ante la presencia de sus compañeros, Vega la tenía ya en sus brazos, apretándola con fuerza y robándole el aire.

Se olvidó de cualquier cosa que estaba por decir, y correspondió el abrazo, a la vez que suspiraba de alivio. Pensó que no volvería a verlos jamás, y en poco tiempo había extrañado tanto su hogar, que era como tener un pedacito de Wölcenn en sus brazos.

También, alzó la mirada hacia Azhryl y agitó su mano, saludándolo, y el chico le sonrió, esperando a que su compañera en cualquier momento la dejara respirar para tomar su turno.

Muy al contrario, Vega tomó el rostro de Galathéia entre sus manos y exploró cada ángulo de este con seriedad.

—¿Me juras que estás bien? ¿No te han hecho daño?

En una esquina, y cruzado de brazos, Ch'aska resopló, fingiendo que no existía dentro de aquella escena, ya que los guardias de Wölcenn eran muy buenos ignorándolo también.

—Estoy bien. —Galathéia la detuvo, con una sonrisa tranquila. Aprovechó que la había soltado para dirigirse a Azhryl, tomando su mano y acercándolo a ella y su amiga—. En serio me alegro mucho de verlos aquí...

—Y nosotros nos alegramos mucho más de que estés a salvo —aseguró Azhryl, abrazando con suavidad a la pequeña chica.

Galathéia habría querido dejarse llevar por la paz que le daba aquel instante, pero tuvo que separarse, con la mirada agachada y tratando de detener a sus labios de seguir temblando.

—Yo... de verdad lo siento. —Se detuvo, solo porque recordaba que el pirata que la vigilaba escuchaba lo que decía, y porque estaba a nada de llorar.

En ese momento, la respuesta a una de las dudas que no paraba de plantearse, apareció dentro de aquel cuarto de la torre, y aunque su primer instinto había sido correr a abrazarlo de la misma forma en que hizo Vega con ella, se obligó a mantener la compostura y caminó con tranquilidad hacia él, e hizo una reverencia.

—Majestad, lamento haberle traído hasta aquí...

—Galathéia... —replicó él con una voz insistente pero dulce. Entonces, al encontrarse con su mirada afable, supo que lo que menos sentía, era decepción de ella.

Las lágrimas se acumularon en sus ojos, y abrazó a Lyn mientras rompía en llanto, luego de haberse contenido por tanto tiempo.

—Perdóname por fallarte, Lyn... —musitó con la voz entrecortada, y aunque su rey la consolaba revolviendo su cabello, no pudo evitar mirar al guardia de Wækas en una esquina, que, con la mirada fija en el suelo, rogaba en sus adentros concentrarse en cualquier cosa, menos en aquella especie de reunión emotiva en la que no tenía nada que ver.

Y este se dio cuenta de que Ulynsis de Wölcenn tampoco parecía muy feliz por su presencia.

—¿Qué? ¡Yo también quisiera irme, pero no tengo orden de hacerlo! —reclamó ofendido. No obstante, la mirada del pelirrojo siguió clavada sobre él con una seriedad tan siniestra, que incluso le recordó un poco a su capitán cuando entraba en el mismo modo—. Estaré en la puerta con mi compañero, supongo... —Acabó accediendo, y cerró con fuerza al irse.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now