Quince

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Luego de que Dyma, el más joven de los candidatos a guardianes, desarrollara su don, Galathéia supo que no podía ignorar por más tiempo el problema en que se encontraba

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Luego de que Dyma, el más joven de los candidatos a guardianes, desarrollara su don, Galathéia supo que no podía ignorar por más tiempo el problema en que se encontraba.

La selección de la Primera Guardia en Wölcenn siempre había sido estricta y selectiva, y no tener un don era inadmisible.

Se preguntaba qué había visto su reina en ella para escogerla como su candidata, y si realmente la haría pasar por la vergüenza de echarla, y buscar a un suplente más adecuado. Tendría que irse del palacio real, y se despediría de todas las comodidades que le dieron apenas nació, porque nunca estuvo a la talla de poder merecerlas. En realidad, la celebración del don de Dyma, fue bastante incómoda y silenciosa, porque los siete candidatos a guardianes llegaron a la misma triste conclusión.

Parecía imposible de imaginar; Wölcenn presumía de ser el reino con mayor magia. Animales y plantas contaban con un don, por pequeño que fuera, y aquella comparación llenaba de angustia a Galathéia, como si fuera su culpa. Como si no hubiera deseado cada instante de su vida poder demostrar que sí tenía un don, mientras trataba de ponerse a la par de sus compañeros con sus habilidades restantes.

Zéphyrine se encontraba allí de casualidad, y al enterarse de lo sucedido, se preguntó si de verdad tenía el derecho de pasar a la habitación de la futura guardiana, e intentar consolarla.

Lo pensó demasiado, pero al final, no conseguía la valentía, o los motivos suficientes para moverse de su lugar.

—¿Vas a ver a Galathéia? —La voz de Lyn la sobresaltó, y dio vuelta enseguida, encontrándolo a él junto a Elyon. Desde que ella se había ido, los dos se volvieron casi inseparables.

—¿Ah? —inquirió, haciéndose la desentendida—. ¿Allí vive Galathéia?

Lyn y su amigo asintieron a la vez, mirándola extraño.

—¿No vas a entrar? —insistió su hermano, y nerviosa, la bruja negó con la cabeza.

—¡No, no! Yo solo iba para mi habitación...

Pudo haber aprovechado la situación para entrar con ellos y, sin embargo, algo le decía que así, sería mucho más incómodo. Que se habría quedado en silencio, escuchando cómo su hermano y su compañero trataban de animar a Galathéia, mientras que ella deseaba hablarle en privado, incluso si no sabía qué decirle en realidad. Quería que solo fueran ellas dos.

Si tan solo hubiera sido un poco más valiente...

Corrió en cuanto Lyn y Elyon entraron, porque no quería que Galathéia la viera, pero al cerrarse la puerta, se acercó a escuchar.

La chica ocultaba su rostro con sus manos; estaba segura de que ya tendría los ojos hinchados de tanto llorar, y le daba mucha vergüenza que sus compañeros la vieran así. Temía parecer celosa del don de Dyma, o del resto.

Elyon se aproximó, tomando con delicadeza su rostro entre sus manos, y con una mirada que desbordaba ternura, secó sus lágrimas, y arregló un poco su flequillo. Cada espacio de su rostro que el chico tocaba, adquiría cierta temperatura cálida, pero estaba bien.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now