Cuarenta y tres

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Leo de Wækas no tuvo tiempo de hacer preguntas, y casi cayó de golpe hacia la bodega inundada, pero no tardó en entender a qué podría referirse aquella chica que no se intimidó ante él, a pesar de que parecía ser del bando enemigo

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Leo de Wækas no tuvo tiempo de hacer preguntas, y casi cayó de golpe hacia la bodega inundada, pero no tardó en entender a qué podría referirse aquella chica que no se intimidó ante él, a pesar de que parecía ser del bando enemigo. También, se dio cuenta de que el agua bajo sus pies no le afectaba en lo mínimo, y aunque no tenía un sombrero que la señalara, podía estar bastante seguro de lo que podía ser.

—Aléjate ahora mismo de él si todavía quieres conservar la vida...

Zéphyrine no tardó en ser amenazada por el alfanje de Ch'aska, y al instante, guardó silencio y alzó sus manos. En su defensa, jamás había visto un rifle, por lo que no lo consideraba amenazante, pero no era así con cualquier tipo de sable.

—¡Ch'aska! Ayúdame a llevarla a cubierta —le pidió Leo, sosteniendo a Galathéia entre sus brazos.

—¡Haré lo que pidan, pero tienen que salvarla! Es de Wölcenn, así que es su aliada... —insistió Zéphyrine, ayudando a Leo para poder sostener mejor a la guardiana, y a pesar de que Ch'aska seguía sin entender del todo la situación, le hizo caso a Leo, y cargó a la chica para llevarla a la cubierta.

—¿Eres su enemiga? —preguntó Leo a la bruja, antes de subir, con una expresión de cautela.

—¡No!, bueno, sí. Pero es muy complicado, verás...

Se detuvo al darse cuenta de que no tenía tiempo para hablar de más, y sacudió la cabeza, pidiendo a sí misma concentración.

—No importa de qué reino soy, o a cuál apoyo, pero si no la salvan ahora, entonces, van a temerme... —declaró firme ante los dos piratas. Era la mejor manera de explicar sus deseos e intenciones.

Leo miró hacia Ch'aska, y asintió, y el navegante sabía lo que tenía que hacer para salvar la vida de la guardiana, si aún era posible.

Sostuvo su mentón para moverlo de un lado a otro, y maldijo por lo bajo porque estaba realmente inconsciente. Aunque no era su mejor idea, decidió zamarrearla un poco para obligarla a reaccionar.

—Despierta, despierta, despierta...

—¿Debes ser tan brusco? —se quejó Leo antes que la propia Zéphyrine.

—¡Es esto, o besarla, y no haría eso jamás! —exclamó molesto el navegante, sin dejar de lado su tarea de sacudirla.

—Tampoco es que te permitiría hacerlo... —masculló el inventor, al tiempo en que giraba los ojos—. ¿De verdad conoces a Andrómeda?

—¡Claro que sí! —asintió Zéphyrine—, pero los guardianes de Wölcenn la llevaron de vuelta a su hogar... sea donde sea...

Ante la percepción de Leo, no le parecía que la bruja mentía, además de que estaba consciente de la misión que su capitán le había dado a aquella guardiana de Wölcenn contra la que se enfrentó.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now