Treinta y nueve

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Algo que Galathéia aún no estaba lista para enfrentar, era el hecho de que tendría que volver al mismo lugar donde había sido aprisionada, y sabía que no dudarían en hacerlo de nuevo

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Algo que Galathéia aún no estaba lista para enfrentar, era el hecho de que tendría que volver al mismo lugar donde había sido aprisionada, y sabía que no dudarían en hacerlo de nuevo.

Apenas ella y Zéphyrine cruzaron el arco que señalaba la entrada a la ciudad de Yfat, fueron conscientes de que no había vuelta atrás, y la guardiana se ocultó con la capucha que había adquirido hace algún tiempo en el mercado, y se mantuvo más cerca de la bruja, que tampoco era percibida como tal.

En todo el camino se dio cuenta de que de alguna forma, el no llevar su sombrero, hacía resplandecer un poquito más a Zéphyrine, como si hubiera sido liberada de una carga muy pesada. Quizás solo era su idea, pues en realidad, la pelirroja había estado muy callada, y cada vez que cruzaban miradas, se veía de lo más triste.

Entonces, atravesaron el camino que llevaba en dirección al palacio, y los nervios en ambas fueron mucho más evidentes.

—Es de mañana de nuevo. Siempre he pensado que alguien como nosotros debe hacer el día y la noche, ya sabes, como un don, y así hace que los días duren más o menos. Solo cambia cuando se aburre, y así. ¿Tú qué piensas?

Galathéia se detuvo en seco, y arqueó una ceja al mirar a Zéphyrine.

—¿Qué cosa...?

La bruja no tardó en sentir arder su rostro por la vergüenza.

—¡Perdón!, estoy muy nerviosa y puede que nos encarcelen, o nos maten, o las dos cosas, y siempre pensé en eso, pero nunca tuve con quién hablarlo. ¿No te da curiosidad saber por qué a veces el tiempo está tan loco?

Al darse cuenta de que solo se trataba de Zéphyrine siendo Zéphyrine, la guardiana rio un poquito, y para lo tensa que se sentía, lo vio necesario.

—¿De verdad te preguntas esas cosas?

—Ah, no solo eso —afirmó la bruja, con la seriedad que merecía el caso—. A veces creo que si no existiéramos nosotros, y los cristales núcleos de verdad necesitaran vincularse con alguien, entonces tal vez podrían hacerlo con un animal. ¿Te imaginas un reino en donde todos, hasta los guardianes y el pueblo fueran animales? ¡Ahora imagina una lechuza con un traje de Wölcenn!

—¡Para ya! —exclamó Galathéia, sintiendo que le dolería el estómago si no paraba de reír, y solo cuando se detuvo, mientras recuperaba el aire, vio a Zéphyrine haciendo un mohín avergonzada, porque de seguro la creía una tonta.

Sin embargo, lo único en lo que Galathéia pensaba, era en lo realmente linda que se veía.

—Desearía que hubiéramos hablado antes... —murmuró muy bajo, y al no sentirse lo bastante audaz para enfrentarla, aceleró su camino, y Zéphyrine se apresuró para seguirla.

—¡Ah, Galathéia! —Al detenerla, se dio cuenta de que no sabía qué iba a decirle, y entre más esos grandes y curiosos ojos celestes la miraban, más nerviosa se ponía—. Es que quería saber... ¿Qué animal pensarías que podría ser yo?

Almas de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora