Nueve

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Galathéia corrió al puente que conectaba al palacio con el resto de la ciudad, mirando el canal en ambos lados sin éxito en su búsqueda

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Galathéia corrió al puente que conectaba al palacio con el resto de la ciudad, mirando el canal en ambos lados sin éxito en su búsqueda. Nerviosa, no sabía si tendría que recorrer cada rincón de la isla, pero avanzó hasta el puerto, porque era el único lugar que había alcanzado a conocer.

Al pie del muelle, se llevó las manos alrededor de sus mejillas, haciendo un megáfono.

—¡Nautheus!, ¿estás aquí?

Lo llamó una vez más, sin éxito, y temía no alcanzar a despedirse de quien había salvado su vida, hasta que vio el mar moverse, y una aleta sobresalir de la superficie. La guardiana se sentó sobre la madera, recogiendo sus piernas contra ella.

¡Hola, Galathéia! ¿Qué tal les fue a tus amigos con el Rey Marseus?

De forma inevitable, se sobresaltó al escuchar la aguda voz dentro de su cabeza. Sin importar cuántas veces hiciera vínculos con animales, comunicarse con ellos siempre era la parte más rara.

—Oh, creo que mi rey y el tuyo podrían llevarse mucho mejor de lo que esperaba... —murmuró con una pequeña sonrisa. En realidad, no creía que las cosas fueran a llegar muy lejos, pero por mucho que Lyn tratara de negarlo, era notable hasta para ella que había cierta tensión entre ambos—. De hecho, estoy por volver a mi hogar, y quería despedirme.

Nautheus sacó su cabeza del mar, y para Galathéia, era curioso que sus ojos oscuros se vieran tan relucientes, y le pareciera tan adorable. Sobre todo si mantenía cerrada la boca.

¿En serio te vas? —preguntó, curioso. La guardiana asintió con la cabeza, con una pequeña sonrisa que no sabía en el fondo si era para disimular lo que en verdad sentía—. ¿No vas a volver más?

Esta vez, la chica negó.

—Oh, creo que no me dejarán salir jamás de Wölcenn...

¿Y qué harás allá arriba?

Sin saberlo, era la pregunta que más evadía para sí misma, y abrazó sus piernas con mayor fuerza.

—Pues... tal vez renuncie a la Primera Guardia. En realidad, debí hacerlo hace mucho, mucho tiempo, así que no creo que el resto lo lamente...

Oh, entonces es verdad que ya no vas a volver —respondió el tiburón, y Galathéia podría jurar que se oía apenado.

Ella decidió encogerse de hombros y tratar de mostrar que no le importaba tanto.

—Me alegra haberte conocido. Gracias por haberme salvado, y... —Se detuvo, pensando más en lo que estaba a punto de pedir. Tal vez, era mejor quedarse con la curiosidad, pero después de tomar aire, se animó—, ¿puedo tocar tu lomo?

El tiburón la miró confundido, pero sumergió su cabeza, dejando que se viera parte de su lomo.

¡Adelante!

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