Diecinueve

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Zéphyrine agradecía la presencia de las lámparas de mosaico en cada puesto del mercado de Yfat, en la región Boreal, pues su luz —aunque era tenue—, la ayudaba a saber qué semillas escoger para comprar

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Zéphyrine agradecía la presencia de las lámparas de mosaico en cada puesto del mercado de Yfat, en la región Boreal, pues su luz —aunque era tenue—, la ayudaba a saber qué semillas escoger para comprar.

Debía reponerle a Moirean cada planta destrozada, pero al menos, era algo que disfrutaba más que limpiar. Lo único que le molestaba de las plantas, era que fueran tan silenciosas, y que se impacientaba por verlas crecer.

Ya llevaba una gran variedad de estas, cuando otra persona se acercó también a tomar semillas de amapola.

—Esas crecen mejor en la región Levante —comentó Zéphyrine, arrepintiéndose de haber hablado un instante después. No era mucha la gente a la que le gustaba recibir consejos de una bruja—. Lo siento...

—Descuida —sonrió la mujer—. De hecho, vengo de la región Levante, y estoy por volver a casa.

—¡Ah!, pero eso está lejos —exclamó la bruja—. ¿No te da miedo?

La mujer estiró su mano para tomar más semillas, y Zéphyrine reconoció un brazalete dorado similar al que Cælum y Ahree usaban.

Dara también notó en su mirada lo que ella podía saber.

—Creo que ya te diste cuenta de que voy a estar bien. —Se limitó a responder.

La bruja asintió, y recordó lo que Cælum había descubierto en el este de Gewër. Primero tenían sospechas de comercios en secreto con los piratas de Wækas, y ahora, la misma bruja de aquel reino se encontraba de visita.

No era mucho lo que sabía sobre la primera invasión, pero temía bastante vivir una segunda, si las cosas se salían de control.

—Me alegra que la región Levante cuente con una guardiana.

«Ya no soy...»

Al final, Dara agradeció el cumplido en silencio, y vio a la bruja llevar sus compras en dirección a un pequeño burro que la esperaba.

—Vamos a casa, Burrito —anunció en voz cantarina, poniendo las pocas compras sobre su lomo, y caminó a su lado.

No me llames «Burrito». Mi nombre es Alim. —Escuchó al animal responderle en su mente.

—¿Cuál es el problema? Tú también puedes ponerme algún apodo —resopló ella.

¿Te parece «Bruja tonta»?

—Tampoco nos faltemos el respeto...

Lo tomó como una razón para no comunicarse más con los animales con los que se vinculaba, y todavía no se imaginaba qué clase de cosas le decía la lechuza de Galathéia a esta.

De por sí, todo lo que se relacionaba con Galathéia, lo sentía bastante irreal.

Estaba segura de que esa imagen de pelo platinado y ojos celestes de no más de un metro sesenta, tenía que ser un espejismo atormentándola por su pecado, y su mejor opción era ignorarla.

Almas de cristalOn viuen les histories. Descobreix ara