✟CAPÍTULO 8✟

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— ¿He vuelto a llegar tarde?

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— ¿He vuelto a llegar tarde?

Levanto la cabeza del atril y veo a Alex en la puerta, con más ropa que la vez anterior, pero los labios marcados con carmín rojo.

— Voy a empezar a pensar que lo haces adrede — respondo con una sonrisa mientras escucho sus pasos acercarse. — Deberías volver a casa.

— Deberías entender que no pienso cumplir el toque de queda.

Arqueo una ceja mientras la miro a los ojos y me giro, confirmando que Samuele y Francis ya están haciendo su trabajo.

No quiero caer, conozco bastante a la mujer que tengo delante. Samuele me ayudó a desbloquear su teléfono y ver todo lo que esconde. Tiene mensajes de hombres sin parar, hombres con los que se acuesta. Podría tener a alguien distinto cada día.

— ¿Ocurre algo? Te has quedado mirándome como si fuese un fantasma — dice.

— ¿Alguna vez has pensado en confesarte? — Alex abre la boca ante mi pregunta.

— No, nunca he pensado en ello, tampoco creo que ayude.

— Deberías probarlo, todos necesitamos hablar en algún momento.

Alex sonríe y se sienta en el primer banco que encuentra frente a las escaleras,  obligándome a bajar la cabeza para mirarla.

— La iglesia no está preparada para escuchar mis confesiones, padre — dice con una sonrisa.

Mierda.

El tono de su voz, la insinuación, su mirada y cómo se lame los labios solo han hecho que mi polla vuelva a golpear mis vaqueros con fuerza.

Aprieto la madera del atril tratando de contener a mi cuerpo. Dios solo ha querido ponerme delante a alguien así para comprobar mi fe.

— La iglesia está acostumbrada a muchas confesiones, señorita Alex — respondo con voz plana.

— Voy a empezar a pensar que solo quiere escuchar mis pecados — se ríe.

Desciendo del atril hacia ella, observando cómo su cuerpo se tensa a medida que me acerco, bajo el ritmo, sin dejar de estudiarla, disfrutando de su cambio de expresión a medida que acorto la distancia entre nosotros.

— ¿Qué tan interesante puede ser su vida para la iglesia? — inquiero.

— Eso deberías averiguarlo, pero te aseguro que bastante interesante.

Arqueo una ceja cuando Alex, con una sonrisa, se levanta del banco, quedándose frente a mí.

— ¿Qué...?

Las palabras se me atascan en la garganta cuando comienza a arrodillarse frente a mí sin dejar de mirarme a los ojos.

Aparto mi mirada estudiando la iglesia, con las pulsaciones a punto de matarme.

LAZOS PROHIBIDOS © COMPLETAWhere stories live. Discover now