✟CAPÍTULO 33✟

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Coloco la capucha de la sudadera de Alex, tapándole el pelo rojizo que sobresale

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Coloco la capucha de la sudadera de Alex, tapándole el pelo rojizo que sobresale.

— ¿Lista? — pregunto y ella asiente decidida.

Sujeto su cara con ambas manos y me agacho para darle un beso en la frente antes de tirar de la escalera del techo.

Subimos por la trampilla, Katherine nos espera en la parte superior vigilando que no haya nadie cerca de su casa.

A Alex y a mí nos ha llevado dos días decidirnos a salir, pero con Francis y Samuele en el pueblo tenemos el plan perfecto para llamar a Diego y Susana.

— Cuidaros por favor — dice Katherine abriéndonos la puerta.

Escucho cómo da un beso a Alex antes de cerrar, y nos movemos rápidamente por las calles.

Ambos vamos tapados, nadie nos reconocería, o al menos eso espero.

La respiración de Alex se agita a medida que nos acercamos a la iglesia, está nerviosa y no la culpo, va a ser la primera vez que mate a alguien, conozco perfectamente esa sensación en el pecho.

— ¿Es el padre Gabriel? — pregunta una mujer que pasea junto a su marido, paso de largo ignorándolos y mirando al suelo.

— No digas tonterías mujer, está muerto.

— Es igual de alto...

Dejo de escuchar la conversación cuando estamos lo suficientemente lejos, Alex se pone a mi lado.

— Debíamos haber pensado en eso — susurra —, por aquí no hay nadie que mida dos metros.

— Mido uno noventa, no dos metros — corrijo.

— Una altura de lo más habitual.

— Quizá el problema es que el resto sois demasiado bajos — respondo parándome en seco y mirándola fijamente.

Pone esa mueca de enfado, que ya conozco bastante bien y no puedo evitar sonreír. Me encanta ver que está volviendo a ser ella.

Abro la puerta de la iglesia que chirría como de costumbre, y Alex entra a mis espaldas, cerrando el sitio por dentro con la madera, como habíamos hablado.

— La misa ya finalizó — dice Samuele desde la oficina.

— Qué lástima — respondo pasando mi brazo por los hombros de Alex y caminando por la alfombra central.

Samuele sale lo suficientemente rápido como para demostrar que tiene miedo, y no tarda en dar un grito para llamar a Francis.

— Por todos los santos — suelta Francis —, todos te dan por muerto.

—Bueno — digo pasando a su lado —, quizá también he resucitado.

— No blasfemes — gruñe Samuele —, no dejes que esta víbora mate tu fe.

LAZOS PROHIBIDOS © COMPLETAWhere stories live. Discover now