✟CAPÍTULO 38✟

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Una bocanada de aire corta mi garganta

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Una bocanada de aire corta mi garganta.

Me toco el pecho calmando los latidos desesperados, como si estuviera despertando para morir de nuevo.

¿Dónde estoy?

Tardo unos minutos en ver la habitación de Katherine, estoy vivo.

Me siento, tocando los vendajes de mi cuerpo y siento como si me estuvieran clavando varios cuchillos.

Gruño al intentar ponerme de pie sintiendo como si mi cuerpo fuese a desgarrarse.

— ¿Qué demonios haces? — Katherine baja las escaleras —, túmbate ahora mismo.

— ¿Dónde está Alex? — pregunto mientras recorro la habitación con la mirada.

Katherine me mira con una sonrisa sin responderme, y termina de bajar las escaleras, quedándose frente a mí.

— Está bien — responde encogiéndose de hombros —, el único que parece que salió herido eres tú.

Suspiro y cierro los ojos agradecido con Dios por esto.

Me dejo caer de nuevo en la cama y otro pinchazo recorre mi pecho.

— ¿Diego está muerto? — pregunto apretando los dientes.

— Alex se está ocupando de él, lo tenemos en la vieja cabaña, nadie escucha los gritos allí y si lo hacen pensarán que es un espíritu —. Deja un vaso de agua en la mesita.

Estiro el brazo para agarrarlo pero suelto un gemido de dolor y vuelvo a doblarlo.

— Tienes que curar las heridas — dice acercándome el vaso.

Hay heridas que necesito curar con más urgencia, y están bajando ahora mismo por la escalera, cubierta de sangre y con la respiración cortada.

— ¿Gabriel? — pregunta Alex al verme, la miro, pero no digo nada.

¿Qué debería decir después de nuestra última conversación? espero a que sea ella quien actúe.

Katherine se aparta, dejando que Alex se acerque a mí, espero cualquier reproche por su parte, pero en cambio se sienta en la cama y me abraza.

Miro extrañado a Katherine, que sigue de pie observando la escena, y siento las lágrimas de Alex en mi cuello. Llevo mi brazo sano a su cintura.

No entiendo si está preparándose para clavarme algún cuchillo.

— Os dejo para que habléis — dice Katherine subiendo las escaleras.

Alex se separa de mí al escuchar la puerta cerrarse y me mira directamente a los ojos, con una mirada cargada de dolor que nunca antes había visto.

— Pensé que habías muerto — dice entre sollozos —, tardabas en despertar.

La miro de arriba a abajo viendo la sangre que la cubre, y miro mi cuerpo manchado del mismo rojo.

— Estoy bien — dice —, estoy intentando que Diego me diga dónde está Susana.

— ¿Sigue vivo? — pregunto.

— Sí.

— Llévame — trato de levantarme de nuevo pero otro dolor me atraviesa, no puedo esconder la mueca de mi cara.

— Ni lo sueñes — lleva su mano a mi cuerpo y me mira con una sonrisa — vuelve a latir — susurra.

— Alex, todo lo que te dije...

— Gabriel — me interrumpe —, no quiero hablar de eso, estás vivo, es suficiente.

— Solo fue real lo de María — me sincero sin hacer caso a su advertencia —, tuve que hacer que reaccionaras...

Me quedo callado cuando Alex comienza a quitarse la ropa, de manera despreocupada, frente a mí, y sin esconderse en absoluto.

— ¿Qué...?

— Tengo que darme un baño — responde dejando caer su ropa interior —, no te importa ¿no?

Me siento apoyando la espalda en el cabecero de la cama y observo a Alex moverse por la habitación con una sonrisa.

La misma sonrisa que tenía cuando matamos a Francis y Samuele.

Acaba de estar sola con Diego, ya no lo teme.

— ¿Es interesante lo que ves? — pregunta echando su espalda hacia delante para encender el agua y dejarme unas vistas perfectas de su trasero.

Suspiro tratando de contener el calor que está abrasando mi cuerpo, no puede estar haciendo esto como una forma de venganza.

Mis ojos van directos a su excitación, brillando por sus piernas.

Dios no me hagas esto.

Bajo la mirada a mi pantalón de chándal, que se tensa cada vez más.

— Alex... — advierto.

— ¿Sí? — pregunta con una sonrisa entrando al agua. Suelta un gemido de placer que hace que mi erección palpite aún más fuerte.

— Basta — digo —, no puedes hacerme esto.

— ¿Hacer el qué? — pregunta —. Sólo me estoy dando un baño.

Miro cómo se sumerge en el agua, con el vapor llenando el baño, trato de respirar calmadamente, pero cada bocanada de aire es una punzada en el pecho.

Intento acomodarme para lidiar con el dolor de las heridas y de la erección que golpea mis pantalones.

— Aaah... — suspira Alex echando la cabeza hacia atrás.

No creo que...

Mierda

Veo su brazo moverse, haciendo que el agua se agite, y sube una de sus piernas, pasándola por el exterior de la bañera.

— Alex — gruño sin ningún éxito.

Bajo mi brazo para liberar la erección que no hace más que crecer pero otro dolor me atraviesa, haciendo que no pueda liberarme.

Cierro los ojos evitando ver la cara de Alex, con las mejillas rojas y la boca entreabierta.

Sus gemidos son cada vez más intensos, mis músculos cada vez están más tensos haciendo que el dolor de mi cuerpo se intensifique por momentos.

Es imposible no mirar.

— Sí... — gime mordiendo su labio. Vuelvo a cerrar los ojos, intentando convencerme de que no estoy viendo a Alex así, sin poder hacer nada al respecto.

Mi respiración se vuelve más pesada por momentos, y un orgasmo llena la habitación, un orgasmo que no he escuchado en mi vida, miro a Alex, conteniendo la rabia que se acumula en mi ser.

Alex sale de la bañera, dejando agua a su paso por todo el suelo de la habitación, hasta llegar a la cama e inclinarse sobre mí.

Me mira a la cara, y luego baja la mirada a mis pantalones.

— Me rompiste el corazón — dice subiendo de nuevo la mirada para clavar sus ojos en los míos —, me dolía el pecho como si me hubieran clavado una estaca en él —. Me da un beso en la mejilla y su aliento golpea mi oreja, haciendo que un escalofrío recorra mi cuerpo —. Disfruta tu dolor de huevos, padre Gabriel, será lo más parecido.

Hija de puta.

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¡Hola bombones! 🥰 Os dejo otro capítulo que vi que llegamos a los 30 votos.

¡Os intento responder! Pero esta semana no tengo casi tiempo de nada, aún así os leo 🫣

¡Gracias por el apoyo!

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