✟CAPÍTULO 39✟

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Gabriel se apoya en mis hombros mientras lo llevo hasta Diego

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Gabriel se apoya en mis hombros mientras lo llevo hasta Diego.

A pesar de aún sentir dolores, ha insistido en que debemos conseguir toda la información que nos falta para encontrar a Susana y acabar con esto. Matar a la cabeza pensante.

— Huele a mierda — gruñe cuando abro la puerta de la cabaña.

Diego está sentado en el suelo con la cabeza colgando, exactamente igual que como encontré a Gabriel.

— Buenos días — dice Gabriel enderezándose.

Consigue andar sin tambalearse, pero lleva uno de sus brazos pegado al cuerpo.

No puede levantar el hombro sin que una oleada de dolor lo abrase, aunque nunca admitirá que el dolor es insoportable, está tratando de aparentar ser más fuerte que eso.

— Mátame — dice Diego mirando a Gabriel.

Está lleno de cortes y heridas, estos días tan solo me he encargado de golpearlo con absolutamente cualquier objeto que puedas imaginar.

— ¿Dónde está tu mujer? — pregunta Gabriel, y ahora entiendo a lo que Katherine se refería, no es el tono de voz de Gabriel, es el del padre.

— No lo sé — solloza Diego —, se marchó, huyó en cuanto desaparecisteis.

— Me cuesta bastante creerte — dice Gabriel haciéndome una señal.

Hemos hablado de lo que Gabriel iba a hacer, así que tan solo me encargo de ayudarlo, me ha pedido que lo deje encargarse de él, y no me negué en ningún momento.

Descalzo a Diego, poniendo una cuerda en sus tobillos que paso por encima de una de las vigas, en forma de polea. Diego grita cuando su cuerpo se arrastra por el suelo, suplicando por su vida.

Mis brazos están entumecidos de hacer fuerza, pero no lo muestro, no quiero que Gabriel se vea en la obligación de dañar sus heridas por esto.

Consigo dejar a Diego boca abajo colgado del techo, con la cabeza a dos milímetros del suelo. Ato la cuerda en otra de las vigas más alejadas, conteniendo el temblor que abrasa mi cuerpo después del esfuerzo.

— Veamos — dice Gabriel dando vueltas a un cuchillo en su mano —, voy a volver a preguntárselo... ¿Dónde está Susi?

— ¡Que no lo sé! — solloza Diego.

Gabriel lleva el cuchillo a la planta de los pies de Diego, que ahora están a la altura perfecta. Y corta una pequeña tira de carne de sus plantas.

Pongo una mueca de desagrado al ver cómo Gabriel tira de la carne, arrancándola por completo, y deja caer la pequeña tira en el suelo. Los gritos de Diego me taladran la cabeza, y sus súplicas hacen que algo dentro de mí se reconforte.

— ¡Mátame! ¡No sé dónde está! — suplica.

— No es lo que quiero escuchar — responde Gabriel — ¿volvemos a intentarlo?

— Por favor — solloza Diego, tambaleándose en el aire cuando Gabriel pasa el cuchillo por el otro pie.

Siento cómo el cuerpo de Gabriel se tensa, y sé que está conteniendo el dolor cuando corta la otra planta del pie, de la misma forma, el sonido de la carne húmeda arrancándose hace que una arcada llegue hasta mi garganta.

— No lo sé — sigue sollozando —, no lo sé, se marchó fuera de Connecticut, quizá esté en España.

Gabriel me mira, esperando que le dé mi visto bueno, y asiento. Creo que Diego dice la verdad, y que Susana ha sido una cobarde. Decidió huir en cuanto supo que su vida estaba en peligro.

Me doy la vuelta, buscando la cámara de fotos en la mochila, Diego abre los ojos con sorpresa.

— Gracias — dice con la respiración agitada —, gracias por matarme.

— Oh — dice Gabriel — no.

Diego abre más los ojos tratando de buscar la cara de Gabriel, pero su ángulo no permite verlo. Comienza a bajar los pantalones de Diego, y disimulo mirando al suelo, no puedo seguir viendo esta carnicería.

Aunque con sus gritos desesperados este sintiendo un placer inmenso, y sintiendo cómo mi venganza está llegando... mi cabeza no para de dar vueltas viendo toda la sangre.

— Patético — dice Gabriel mirando el miembro de Diego, que corta de forma lenta.

— ¡JODER! — gruñe Diego llorando como un niño — ¡PARA!

Los gritos se atenúan con los gruñidos de dolor, veo la mano de Gabriel haciendo presión, y termina con un movimiento libre hacia abajo, veo la carne en su mano.

Diego comienza a ponerse pálido, dejando incluso de gritar, la sangre gotea por su cara.

— Abre la boca — gruñe Gabriel mientras se agacha para ser él quien abre la boca de Diego, metiendo en su interior el miembro desmembrado.

No pelea, está perdiendo el conocimiento por culpa de toda la pérdida de sangre.

Llevo mi mano a la boca, conteniendo otra arcada, y Gabriel me mira como un monstruo, con fuego en los ojos.

Se levanta, con el cuchillo en su mano, que con un movimiento rápido y fuerte lo clava en el recto de Diego. Este ya no grita, ya no se mueve, ya no hace nada, está muerto.

— Adelante, querida — dice Gabriel, y hago la foto lo más rápido posible, antes de salir de la cabaña y vomitar.

Mi cuerpo expulsa toda la comida del día, y siento un dolor en el estómago que no logro describir.

Una mano calienta mi hombro, levanto la vista mirando a Gabriel, que no parece afectarle en absoluto la escena que acaba de crear. Los sonidos de la carne desgarrándose aún retumban en mi cabeza.

— Esto es lo mínimo que van a recibir todas las personas que toquen lo que es mío.

Me levanto, poniéndome frente a él, y siento cómo, a pesar de las náuseas, mi corazón siente un calor reconfortante.

— Tuya — digo con la respiración cortada.

Una promesa, una confirmación de que no pienso alejarme de nuevo.

El padre Gabriel es un monstruo, mi monstruo.

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¡Hola bombones! 🥰 puede que estemos ante el capítulo más esperado de toda la historia, y espero que lo disfrutéis.


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