✟CAPÍTULO 13✟

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— Está en el sofá — indica Jack señalando el interior de la pequeña cabaña

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— Está en el sofá — indica Jack señalando el interior de la pequeña cabaña.

Paso mirando a su hija, que se encuentra tranquila dibujando en un cuaderno, y veo a Alex dormida con una manta sobre ella.

Saco del bolsillo el rulo de billetes y se lo entrego a Jack, quien me agradece más de diez veces seguidas, haciendo que mi irritación aumente.

Me acerco a Alex, cargándola sobre mi hombro y envolviendo su pequeño cuerpo con la manta.

No debería haberla dejado ir desde el primer momento. Estuvo a punto de ir a la policía. Si Samuele no hubiera sido tan rápido, posiblemente ahora estaría con las manos llenas de sangre, y es algo que me niego a repetir.

— Déjala morir — gruñe Samuele cuando me ve salir de la cabaña.

— Desde el primer día ha traído problemas. El plan quizá no merezca tantas complicaciones — murmura Francis.

— Esconded su coche de nuevo — indico, ignorando a ambos hombres mientras aprieto el cuerpo de Alex para que no caiga —. Aseguraos de que todo esto esté solucionado. No quiero ningún problema más.

Puedo sentir en el silencio del ambiente el odio que ahora mismo Francis y Samuele están sintiendo hacia mí. Es una lástima que hace tiempo que me da igual la opinión de estos dos.

Confíe en la mujer que ahora mismo está sobre mi hombro, pensé que, por algún momento, quizá alguien estuviese interesada en mí de verdad. En mi historia.

He pasado mi vida teniendo sexo con mujeres que con tan solo abrir la boca me irritaban. Me he visto obligado a cortar la lengua a cada monja que ha entrado en el pueblo, porque  todas ellas, sin excepción, están creadas para decir tonterías, nada importante.

Ella no era distinta en eso, pero al menos me ha hecho reír con sus palabras llenas de veneno.

Me acerco a la entrada del pueblo a la vez que Alex comienza a murmurar algo en sueños. Su cuerpo está temblando más de la cuenta y está empapada.

Podrían haberla puesto al menos ropa seca.

La gente del pueblo mira de reojo a la mujer que llevo en el hombro. Quizá algunos piensen que su destino está escrito, pero ni yo mismo tengo claro qué hacer con ella, y debería saberlo.

— Ven conmigo — indico a la monja que se encuentra en la entrada de la casa de Alex.

Asiente y me abre la puerta; el olor a pino y menta me golpea. Está claro que al menos ha limpiado la casa perfectamente, como la indiqué.

— Enciende la calefacción y llena la bañera — ordeno.

La mujer comienza a obedecer todas mis órdenes mientras tumbo a Alex en la cama. Sus labios están amoratados y su pelo está goteando, pegado a su cara.

Trato de apartar las hebras y quitarle la ropa mojada.

Maldigo al descubrir que tan solo lleva una camisa, fina, demasiado fina, y ningún sostén.

Los ojos de la monja están clavados en mi espalda, mirando todos mis movimientos. Cortarle la lengua no evita que pueda ser un problema.

— Gracias — digo —. Puede irse.

Escucho los pasos apresurados seguidos de la puerta. El agua de la bañera me recuerda que, por mucho que quiera calentarla yo mismo, no debo hacerlo.

No pienso caer de nuevo. Posiblemente, Alex sea la mujer más manipuladora que ha entrado en el pueblo.

Termino de quitarle toda la ropa, observando la cantidad de marcas que tiene en su cuerpo. Ha corrido por el bosque huyendo de mí como un animal desesperado, y eso tan solo hace que se me ponga duro de nuevo. Me teme, y no hay nada más placentero que eso.

La llevo en brazos hasta la bañera, dejando caer su cuerpo despacio en el agua. Con uno de los brazos la rodeo, evitando que se caiga. Aún no me interesa muerta.

¿Realmente Dios será capaz de entender nuestro método? Mi padre siempre dijo que hacíamos lo correcto, pero el sexo con Alex y el deseo tan solo es mero placer, y eso no es correcto.

Llevamos años luchando para construir uno de los pocos pueblos que quedan devotos a la palabra del Señor, gente que no duda en morir si el libro sagrado así lo dicta.

Y ha tenido que llegar una mujer, con el pelo color fuego, midiendo lo mismo que un niño, sin nada de fe en nuestros métodos ni en Dios, para poner todo patas arriba.

— No... — musita Alex a mi lado sin abrir aún los ojos.

Arqueo una ceja esperando a que diga algo más, pero tan solo arruga el rostro en señal de desagrado.

Odio a esta mujer, y aún así me encantaría saber qué está causando esos gestos de terror. Ojalá fuese yo la principal causa.

Suspiro, agotado. Hace días que no duermo bien, y toda esta situación tan solo agota mi paciencia. Saco a Alex de la bañera, envolviendo su cuerpo en una toalla, y aunque me encantaría contemplar más su cuerpo, me limito a dejarla sobre la cama, tapada con una manta.

No puedo volver a cometer los mismos errores. Esta vez tiene que funcionar.

Salgo de la cabaña, convenciéndome de que puedo hacerlo, y encierro a la mujer con la que tengo que acabar bajo llave.

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¡Hola bombones! 🥰 Al fin actualización, me disculpo de nuevo, estaba tardando mucho pero necesitaba algo de tiempo y hoy lo he tenido.

¡No alarmarse! en una semana al fin tengo vacaciones así que ahí si que trataré de actualizar diariamente, como hacía de antes.

Por otro lado, se que puede parecer un capitulo más lento, ya que no hay diálogos (algo que siempre destaca en mis historias) pero era necesario que conozcáis lo que pasa por la cabeza del padre.

¡Gracias por el apoyo pecadoras! espero que sigáis disfrutando esta historia hasta el final, tanto como yo. 

¡Os como la cara!

¡Os como la cara!

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