✟CAPÍTULO 32✟

538 87 76
                                    

— Tengo que salir — dice Gabriel

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

— Tengo que salir — dice Gabriel.

Llevamos dos semanas de recuperación. Susana y Diego creen que estamos en la ciudad, por lo que la seguridad en el pueblo ha disminuido.

Katherine nos ha confirmado que Susana se marchó hace unos días y no ha vuelto. Diego, en cambio, viene de vez en cuando.

La monja se ha encargado de dejar pistas, como si hubiésemos salido por un hueco del muro. Así que nadie cree que estemos aquí, incluso me atrevo a decir que piensan que hemos muerto.

Lo que está claro es que nadie cree que estemos en Connecticut.

El hecho de que Katherine nunca quisiera hablar mucho conmigo en público nos ha ayudado, ya que nunca han venido a su casa a preguntar nada.

— Voy contigo — digo mientras tomo otra cucharada de sopa.

— Olvídalo — dice —, te quedas aquí.

— Si yo me quedo, tú te quedas.

La relación con Gabriel ha mejorado, no me presiona en mi lucha, e incluso lleva varios días durmiendo abrazado a mí. Me gusta dormir sintiendo su brazo alrededor de mi cuerpo.

— Tengo que buscarlos o acabarán yendo demasiado lejos — insiste.

— No pienso dejar que te vayas solo, y no hay discusión en eso — digo de forma tajante.

Gabriel no responde, termina de comer su plato de sopa y lo deja en la mesita.

Está mirando la pequeña lista que escribimos a modo de promesa con cinco nombres: Samuele, Francis, Brandom, Susana y Diego.

— Dos siguen en el pueblo — insiste.

— Tenemos que pensar bien un plan, Gabriel, no podemos actuar de forma...

— ¡Quiero salir de aquí! — me interrumpe —, llevamos encerrados días, necesito salir de este agujero, Alex.

Dejo de comer para mirarlo fijamente, entiendo su malestar. No hemos respirado aire fresco desde hace días y aunque Katherine nos da todas las facilidades, a veces se hace difícil.

— Vale — suspira pasándose la mano por la cara —, no quiero discutir contigo. Tenemos que hacer algo.

Me acerco a él y sujeto su mano, que ya está sanando perfectamente.

— Lo haremos, pero antes vamos a pensar qué y cómo — digo.

Gabriel mira nuestras manos y acaricia el dorso de la mía con el dedo pulgar. Asiente y me abraza con el otro brazo, acercándome más a él. Entierro mi rostro en su pecho y me tranquilizo escuchando cómo sus latidos disminuyen de velocidad.

— De acuerdo — susurra dándome un beso en la cabeza —. Es tarde, voy a darme un baño, deberías dormir.

Se aparta y siento otra vez ese frío desagradable que me mata cada vez que se aleja. Pasé de no querer verlo a encontrarlo como mi salvavidas.

LAZOS PROHIBIDOS © COMPLETAWhere stories live. Discover now