✟CAPÍTULO 15✟

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— Era su deseo — insiste Samuele —

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— Era su deseo — insiste Samuele —. No estoy arriesgando mi cuello por ella si no fuese algo que teníamos claro desde un principio.

— Lo que aún no entiendo — interrumpe Francis — es el motivo de por qué su nieta es lo contrario a ella, si el deseo de María era que siguiéramos con lo que dictó... debería conocer a su familia.

— ¿Y tú la conoces? — escupo sin pensar —, está asustada, hay que dejar que se adapte, y nadie en el pueblo está haciendo por la labor de hacerla sentir cómoda.

— Excepto quien la ayudó a escapar — dice Samuele.

— Pudo hacerlo sola — contraataco.

— Sabemos que no es posible — insiste Francis, sentándose frente al escritorio junto a Samuele —. El bosque es denso, y cualquiera que se adentre en él sin conocerlo se perdería.

— ¿Quizá conoce la ruta de...?

— ¿Acaso te atrae? — me interrumpe Samuele —, desde que llegó no haces más que protegerla.

Me río, negando con la cabeza. ¿Atraerme? Nunca he sentido remordimientos a la hora de actuar, nunca me ha temblado la mano al señalar a alguien, ni me ha temblado la voz al mandar matar. Me criaron para no tener escrúpulos, para liderar un pueblo libre.

— No encuentro la gracia — masculla Francis.

— Yo tampoco — respondo cortando la risa —. Pensé que era un chiste malo y no quería que el pequeño se sintiera insultado — respondo sin apartar mis ojos de los de Samuele, que ahora se dedica a apretar la mandíbula.

Nunca quise matar, al menos hasta que tuve catorce años. Recuerdo a mis padres, mi madre murió cuando yo cumplí los diez, la encontré postrada en la cama, y el tacto frío de mi mano cuando acaricié su frente aún sigue dándome escalofríos.

El pueblo era un lugar seguro, nadie moría, al menos hasta el día de mi cumpleaños. Papá me presentó a una chica, llevaba un tiempo en la aldea, de hecho no recuerdo con claridad el día en el que llegó, pero sí el que se fue, María. Una mujer algo mayor que mi padre, aunque nunca nos dijo su edad, en absoluto aparentaba la edad que tenía. Físicamente parecía mucho más joven, pero mentalmente su cabeza parecía ir mas allá que la del resto. Siempre dijo que ella tenía un pacto con el diablo, que el cielo y el infierno no eran el bien y el mal, era la balanza perfecta para formar la vida.

Padre comenzó a entablar una relación muy estrecha con ella, y recuerdo que mi aprendizaje pasó de abrazos y dulces a palizas. Todas las mañanas tenía que ir con él a la iglesia y acompañarlo durante la misa. Luego estudiaba en casa, los colegios cerraron, más tarde debía volver a la misa de la noche, todos los días la misma rutina, y si la saltaba sabía que iban a castigarme.

Si me ponía enfermo, María me daba un medicamento natural que lograba dejarme lo suficientemente dormido como para no sentir ningún malestar. El té del terror comencé a llamarlo.

Cuando cumplí quince años, padre ya comenzó a inculcarme todas las creencias que aún mantengo a día de hoy. Dios existe, al igual que el demonio, y nosotros, nuestro pueblo, somos los encargados de mantenernos en ese límite entre ambos. Si a los seres humanos no les das un líder están completamente perdidos, y eso es algo que aprendí cuando padre murió, degollado.

La gente del pueblo comenzó a tener miedo, nadie estaba al mando, y yo tampoco sabía cómo padre conseguía ser respetado.

Los niños del pueblo comenzaban a reírse de mí, María se convirtió en mi tutora, y sus enseñanzas cada vez eran más duras. Sus castigos podrían ser dignos del mismo infierno. Cuando cumplí los dieciséis, recuerdo que mi cumpleaños fue el mismo número en cortes. Dejé de sentir dolor en el segundo corte. María sabía que me había masturbado, algo impensable.

Claro que no tardé en conseguir que la gente bajase la cabeza cuando salía de casa, las misas comenzaron a ser dirigidas por mí, y absolutamente todo el mundo me respetaba.

Cerramos el pueblo para evitar miradas curiosas, y descubrí, en la mesita de noche de María, las cartas escritas a mi padre. Descubrí que ella envenenó a madre, que mató a padre, y que yo tan solo era un estorbo para ella. Que sería el siguiente.

Mi única venganza fue buscar a su hija, la cual sabía cada maldad hecha por su madre, a la que confesé que mataría a María, y la obligué más tarde a tragarse su propia lengua. Supe que yo estaba perdido cuando el calor de su sangre corriendo por mis manos tan solo me excitaba.

Más adelante descubrí que esa chica no era su hija, y la dejé ser monja dentro de la iglesia que estaba gobernada por hombres. Aún no tengo claro si lo hice por lástima, o por seguir complaciendo todos mis deseos de alguna forma; una mujer que no habla siempre será el mejor placer sexual.

María murió, envenenada, con las mismas bebidas que daba a mi madre. Su último deseo fue que alguien de su familia liderase el pueblo junto a mí. Lo que nunca especificó es si tendría que mantener a esa persona viva o muerta. Y tampoco la admití nunca que descubrí que la monja no era su hija.

Desde entonces busco la forma de matar a todos los familiares de la mujer que me arrebató todo.

— Dejémosla salir de casa — digo al fin —, que se confíe lo suficiente hasta que podamos seguir con el plan establecido.

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El capítulo de hoy quería que fuese un poco más "conocer la historia de Gabriel", los pov masculinos siempre han sido mis favoritos en esta clase de capítulos 😈 espero que los vuestros también ♥️

El capítulo de hoy quería que fuese un poco más "conocer la historia de Gabriel", los pov masculinos siempre han sido mis favoritos en esta clase de capítulos 😈 espero que los vuestros también ♥️

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