✟EPÍLOGO✟

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5 años después

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5 años después.

Pongo la música a todo volumen mientras termino de hacer la paella. Quizá llamarlo paella sería un sacrilegio, pero estando lejos de España... esto es una paella de diez.

— ¡Ah! — grito al notar unas manos en mi cintura —. Gabriel, casi me matas — inquiero señalándole con la cuchara de madera.

— Deberías bajar un poco más la música, querida — dice apoyando su barbilla en mi hombro y dándome un beso en el cuello.

Suspiro apagando el fuego y dándome la vuelta, acaba de llegar de la misa, acordamos que él estaba en su derecho de seguir dando los sermones, pero que yo no pensaba pisar una iglesia. Aceptó, aunque quizá lo hizo porque usé algún que otro truco.

— Deberías cambiarte de ropa, padre — digo llevando mi mano al cuello de su camisa para quitar el alzacuellos —, no es ropa apropiada para...

Doy un grito ahogado cuando Gabriel me sujeta de las piernas obligándome a envolverlo con ellas.

— He tenido un día de mierda y no veía el momento de volver — me dice antes de lanzarse a mi boca, jadeo, dejándole jugar con mi lengua e invadirme a su antojo.

— ¿Faldas cortas? — pregunto con la respiración agitada — ¿Pintalabios rojo?

Gabriel arruga el gesto, con mueca de enfado.

— ¿Se está riendo de mí, señorita Alex?

Niego con la cabeza mordiéndome el labio cuando se sienta en el sofá, conmigo encima, muevo la cadera balanceándome hacia delante y atrás.

— Jamás osaría... — Gabriel se abalanza hacia delante, atrapando mi labio entre sus dientes y mordiéndolo.

Suelto un gemido de dolor que se transforma en una súplica silenciosa de querer más.

— Arrodíllate — ordena.

Me paso la lengua por el labio sintiendo un sabor metálico, y me arrodillo frente a él, que abre las piernas para que pueda ponerme entre ellas.

— Espero que se esfuerce en buscar el perdón, señorita Alex — gruñe a la vez que acaricia su erección.

Siento un hambre horrible, llevando mis manos a su pantalón para quitarlo de un tirón junto con su ropa interior. Salivo al ver la dureza de su carne frente a mí.

Paso la lengua por la punta, captando el líquido preseminal que me llena la boca de un gusto salado.

— Aah... — suspira Gabriel llevando su mano a mi cabeza.

Lo miro mientras recorro su vena central a lo largo de todo su miembro, dejando un hilo de saliva en él.

Succiono la punta, trazando círculos en ella, y comienzo a bajar despacio, haciendo que la respiración de Gabriel se vuelva pesada.

LAZOS PROHIBIDOS © COMPLETAWhere stories live. Discover now